Mié 03.11.2004

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA CON EL GUIONISTA Y REALIZADOR FRANCES PIERRE SALVADORI

“Antes la comedia estaba mal vista”

El director de El restaurante, que se estrena mañana, defiende su género preferido y señala que en el mundo actual “algunas conductas individuales adquieren un sentido casi político”.

› Por Horacio Bernades

Cumpliendo 40 años por estos días, dos cosas vinculan a Pierre Salvadori con Napoleón: es de físico pequeño y nació en Córcega. Más allá de eso, no da la sensación de que a este hombre vivaz, comunicativo y sonriente pueda desvelarlo algún sueño imperial. La única conquista en la que parece empeñado es, por otra parte, la del público, al que busca seducir con el ejercicio de una de las profesiones más antiguas del mundo: la de autor y director de comedias. No le va nada mal en ese empeño. Desde su debut, a comienzos de los ’90, este descendiente de italianos ha logrado consolidarse como uno de los más confiables en el rubro, dentro del cine francés. Su más reciente entrega es Après Vous..., en la que Daniel Auteuil se prueba por segunda vez en el rubro (la anterior fue El placard) y que en la Argentina se conocerá mañana jueves, con el título El restaurante.
En El restaurante, Auteuil es un maître que salva del suicidio a un desconocido (José García, que a pesar de su nombre es plenamente francés). A partir de ese momento ambos hombres quedarán ligados, en un lazo de interdependencia que incluye valores como el cuidado del otro, pero también otros menos manejables, como el de las identificaciones especulares. Con el propio Salvadori como coguionista, la película trabaja sobre una serie de constantes propias del género: la oposición de personalidades, la inversión dramática, el mecanismo mismo del gag. Dueño de una mirada inquieta y de gestos como electrificados, sentado al borde del sillón de un hotel parisino, Salvadori se mostró ante Página/12 como un entusiasta del género, y un connaisseur también.
Capaz de defender la validez de las comedias con el ardor y la capacidad argumentativa de un fanático religioso, el realizador de Les apprentis y Cible émouvante se mostró también muy dispuesto a combatir a quienes incursionan en el género de las risas con intención meramente mercantil. “Lo que quería era filmar una película en la que todo transcurriera de modo rápido, vertiginoso, caótico por momentos”, dice Salvadori. Basta ver el modo en que el hombre se agita en su sillón para comprender que debía tratarse de un deseo profundamente enraizado.
–En el momento de encarar El restaurante usted venía de un policial muy duro, Los mercaderes de arena, que en la Argentina se vio hace unos meses en la sala Lugones. ¿Cómo pasó de una a otra?
–En principio, hubo un elemento de puesta en escena que me hizo ver, mientras rodaba Los mercaderes de arena –que es una historia de pequeños traficantes, encargada por el canal de televisión Arte–, que su utilización en una comedia podía resultar muy beneficiosa. Se trata de la extrema fragmentación de planos y encuadres, que, aplicada a una comedia, puede redundar en un ritmo más vivaz. Además, cambiar frecuentemente de encuadre permite pasar del punto de vista de un personaje al de otro, lo cual da por resultado una multiplicidad de puntos de vista. Esto me venía como anillo al dedo para una comedia como El restaurante, en la que justamente uno de los temas es la permutación de situaciones vitales entre ambos protagonistas.
–A su vez, El restaurante es una comedia con sus buenas dosis de negrura, y esto también permite vincularla con su película anterior.
–Claro, uno de los protagonistas tiene un fuerte deseo de muerte, que impregna toda la película. De todos modos, esta negrura estaba presente en todas mis comedias anteriores. En mi primera película, Cible émouvante, Jean Rochefort es un asesino a sueldo que transmite los secretos de su oficio a una chica que trabaja como ladrona de obras de arte. ...Comme elle respire, una película mía de fines de los ’90, es una comedia”romántica” cuyos protagonistas son una mitómana y un secuestrador. Y así en todas.
–El personaje de Auteuil tiene un sentido de responsabilidad que lo lleva a salvarle primero la vida al suicida y más tarde a intentar solucionar su entera situación vital.
–Lo que lo mueve es un sentido de nobleza, se dedica al otro de modo puramente “gratuito”, sin buscar rédito para sus acciones. En un mundo como el que vivimos, esta conducta individual llega a adquirir un sentido casi político.
–Su voluntad de servir podría verse como una consecuencia de su oficio. Su trabajo consiste en eso, en servir a los comensales.
–Es un obsesivo de la responsabilidad, hasta el punto de sentirse culpable por no poder resolver todos los problemas de quienes lo rodean. Este exagerado sentimiento de culpa reaparecerá más tarde, cuando el tipo al que salvó le reproche su egoísmo.
–En verdad, tampoco es tan puro en todos sus actos ...
–No, claro. Por querer ayudar al otro intenta que la chica que lo dejó vuelva a él, pero paradójicamente esto termina derivando en lo contrario. Se propone una cosa y logra otra.
–Usted, que es sumamente fiel al género, ¿qué piensa de las comedias actuales?
–Creo que con frecuencia quienes hacen comedia piensan más en las entradas que en el público. Yo trato de no hacerlo. Por supuesto que pienso en el público cuando escribo o filmo una película, porque se trata de un género en el que la eficacia es esencial: una comedia no funciona si no logra sintonizar con el espectador. Por otra parte, creo que hay una tendencia a reírse de los personajes, más que a hacerlo con ellos. Hay una fuerte propensión al cinismo, a despreciar y ridiculizar a los personajes. Y eso es algo que no me gusta nada.
–¿Cómo ve la situación del género en Francia?
–Diez años atrás, cuando yo empecé, la comedia era un género mal visto. La situación cambió radicalmente, en buena medida porque en mi país ahora se busca que las películas sean redituables a cualquier precio. Ya se sabe que se puede hacer reír utilizando los recursos más gruesos, y es por eso que, en los últimos tiempos, las comedias proliferan en Francia. Pero se trata de una tendencia mercantilista, más que un verdadero amor por el género. Viendo ciertas comedias actuales da la sensación de que algunos, con tal de hacer reír, serían capaces de matar a su madre.

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