Mié 03.11.2004

ESPECTáCULOS  › LOS MACHOS DE AMERICA, A MEDIO CAMINO

Hombres necios, misoginia y demasiados chistes fáciles

La nueva versión del unitario que hizo historia en el 13 aún no encontró el rumbo e incluso sufre problemas técnicos.

› Por Emanuel Respighi

Son pocas las cosas que la versión 2004 de Los machos... mantiene en vigencia respecto de aquel ciclo que hace diez años hizo inalterable la cita de los martes a las 23. Además del nombre, uno de los dos guionistas (ya no acompaña Sergio Vainman a Jorge Maestro) y uno de los cuatro actores que constituían el cuarteto original (Rodolfo Ranni), el programa que ahora se emite por América –al menos en lo que dejaron sus dos primeros episodios– no recupera muchos elementos más de su predecesor. En todo caso, y más que un elogio es una falencia, el unitario toma del ciclo que emitió el 13 la misma estética y puesta en escena, aun cuando la TV local evidenció en la última década un notorio desarrollo técnico. Una puesta en escena más teatral que televisiva, con problemas de sonido incluidos, a la que parecería faltarle una herramienta vital para todo producto audiovisual que se precie de tal: trabajo de pre y posproducción.
Está claro que a lo largo de la última década el imaginario y los usos y costumbres de los hombres se modificaron de acuerdo con las tendencias y los cambios socioeconómicos. La globalización mediática, que derivó en un nuevo concepto de masculinidad, llevó a los hombres a preocuparse más por su aspecto físico que por su responsabilidad en el seno de una familia. La nueva masculinidad, asociada a la nueva feminidad, desacomoda a los hombres del tradicional rol de “cabeza de familia” con el que cargaban tiempo atrás. Ahora, los roles sociales entre hombres y mujeres están cambiados e, incluso, yuxtapuestos. La coquetería, entonces, pasó a ser una preocupación para ambos géneros.
Esa nueva tendencia que evidencia la sociedad es la que intenta retratar Los machos de América (lunes a las 23). Y nada mejor que hacerlo a través de cuatro hombres que representan a diferentes estereotipos: José María (Carlos Andrés Calvo), divorciado de una esposa infiel, es el ideólogo machista al extremo, capaz de dejar plantada en la cama a una sensual mujer porque se entera de que es casada (“yo soy solidario con la especie”); Ignacio (Juan Leyrado), ginecólogo y de novio con una mujer mucho más joven que él, es la pata comprensiva de la cofradía, quien todo lo sabe acerca del sexo opuesto; Facundo (Maxi Ghione), el más joven, es el típico representante del hombre moderno: desocupado, se encarga de las tareas domésticas de su casa; y por último el Tano (Ranni), quien cumple con su tarea de unir al grupo, a partir de la cena semanal que servirá de excusa del programa.
Pese a esos roles muy bien definidos, el ciclo escrito por Jorge Maestro y Gastón Pessacq no logra plasmar todo lo que promete. De una realización apenas digna, con tomas demasiado largas y problemas de sonido, Los machos... no alcanza a recuperar el nivel de humor que convirtió a la primera etapa en uno de los unitarios más logrados del momento. Cargando casi todos los dardos contra el sexo opuesto, el programa parece más un ensayo contra el sexo femenino que un ciclo de humor con pretensión de acercarse sin prejuicios a la mirada masculina. Incluso, mientras en la vieja versión los comentarios negativos sobre las mujeres se desparramaban entre los integrantes del grupo (Ranni, Gustavo Garzón, Darío Grandinetti y Daniel Fanego), en Los machos de América la misoginia está encarnada en Calvo, cuyos chistes –de tan repetitivos– se vuelven repulsivos. Si a la falta de gracia se le agregan situaciones forzadas y repentinos “saltos” de guión dentro de una misma escena, el resultado de Los machos... es un programa que parecería haberse puesto de apuro en el aire. Un error evidente en el producto final, pero que aun así deja abierta la posibilidad de que logre su mejor forma con el correr de los capítulos. Por el momento, Los machos... certifica una máxima conocida en el mundo audiovisual, y que apunta a las segundas partes de algo exitoso.

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