ESPECTáCULOS › MAS DE VEINTICINCO MIL PERSONAS EN LA SEGUNDA JORNADA DEL PERSONAL FEST

Un fin de semana vivido a pura adrenalina

La multiplicidad de escenarios del club Ciudad de Buenos Aires permitió disfrutar de propuestas muy diferentes, desde Blondie hasta Bregovic, pasando por Morrissey y Death In Vegas. Hubo mejor sonido que el viernes.

 Por Roque Casciero

El fin de semana, Buenos Aires tuvo el gran festival internacional de rock que se le negaba desde que la convertibilidad se hizo pedazos. El Personal Fest sirvió para volver a poner en el mapa de las giras de los artistas anglo a la ciudad: debido al éxito de convocatoria y a la profusión de sponsors (que son los que, hoy por hoy, aportan la mayor parte de los recursos), seguramente ahora experiencias como la del viernes y sábado serán más frecuentes. Pero, más allá de toda especulación futura, lo más importante del Personal Fest pasó por la música. El viernes, en el escenario principal, Primal Scream había vencido al frío de la noche a fuerza de cyberpunk chirriante, PJ Harvey había mostrado sus dotes de hechicera y The Mars Volta había rockeado como pocas bandas pueden hacerlo hoy en día. El sábado hubo menos guitarras asesinas (aunque sí imaginativas), más pop del bueno (Blondie, Gustavo Cerati), buenas canciones basadas en el house con Rinôçérôse, y, sobre todo, la confirmación del gran momento que disfruta Morrissey desde la publicación de You Are the Quarry, su álbum de regreso tras siete años de silencio discográfico. Pero la multiplicidad de escenarios del club Ciudad de Buenos Aires le permitió al Personal Fest poder contar con lujos como la hipnótica actuación de Death In Vegas y el logrado juego con el folklore balcánico que propuso Goran Bregovic, por ejemplo.
Los problemas de sonido (bajo y confuso) y la pobreza de las luces que hubo el viernes fueron solucionados para el segundo día. Sin embargo, Morrissey debió luchar durante todo su show contra un retorno inexistente. “No escucho nada, supongo que debo estar ladrando como un perro viejo”, se quejó el ex líder de The Smiths. Nada que ver: cantó fenómeno, recuperó montones de hits y atrapó al público con un magnetismo que no lo abandona. Todo un veterano en las artes de la provocación, este icono de la sexualidad difusa salió a escena vestido como un sacerdote, aunque uno elegante que compra el traje negro en Armani. Desde el comienzo, con ese temazo llamado First of the Gang (de su último disco), plantó su rock con ADN británico, con esas reflexiones que lo distinguen como el mejor letrista de su generación, y esas melodías marca registrada que fluyen desde su garganta y se posan gráciles sobre las guitarras. Momentos altos del show: Bigmouth Strikes Again, Everyday Is Like Sunday y The More you Ignore me. El Moz, que se rió de los “Morrissey, Morrissey” tribuneros, sólo perdió su buen humor al final, cuando ya no pudo soportar no escucharse y dejó un par de canciones sin terminar. Pero sus comentarios fueron muy graciosos: “Mi último disco vendió muy bien en Montevideo, muy bien en Santiago de Chile y sólo vendió una copia en Buenos Aires”, bromeó, para que la multitud chillara contra los países vecinos. Y más tarde apuntó y pegó: “Me pregunto quién va a salvarnos de George W. Bush”.
Antes, Blondie también dio muestras de su veteranía en eso de encantar a las audiencias: varios temas pegados entre sí, a pura energía, el consabido repaso por los hits (Atomic, Rapture, Call me, Maria) y muestras de su último y buen álbum The Curse of Blondie. La banda más exitosa de las que salieron del CBGB neoyorquino se sostiene en la batería de Clem Burke y en la guitarra de Chris Stein, pero las miradas se dirigen hacia Deborah Harry. La rubia no parece tener 58 años: canta mejor que en el momento en que el grupo era número 1 y todavía emana magnetismo sexual. “Blondie está buenísimo”, se había despedido Gustavo Cerati del Personal Fest. Pero el show del ex Soda mereció un calificativo similar: entregó versiones diferentes (en varios casos, mejores que las de los discos) de canciones como Tu cicatriz en mí o El rito (pese a la batería fuera de tempo), y cerró con un clásico como Primavera cero. Cerati fue, además, el que mejor sonido y mejor propuesta visual tuvo en todo el Personal Fest.
No todo pasó por el escenario principal, claro. Sobre todo porque Goran Bregovic tuvo público propio, al que no le interesó que Morrisseyestuviera a cien metros. El músico de los Balcanes apenas canta y toca la guitarra, pero oficia como maestro de ceremonias y director de orquesta (gitana) en shows que pasan de la algarabía total al recogimiento más hondo. En ese lugar, más temprano, Death In Vegas había mostrado un set compuesto únicamente por temas instrumentales nuevos, una suerte de ametralladora de cyberpsicodelia. A pocos pasos de allí se podía bailar con DJs que hacen una religión del bombo en negra o disfrutar de las canciones con tinte jazzero de Nancy Wilson, o dejarse tentar por la oferta de marketing directo de las bellas promotoras, o perderse en un escenario sin saber quién toca, para que la música sorprenda. Pero con la seguridad de que no había que caminar demasiado para encontrarse con artistas como Morrissey o Blondie, como en otros tiempos.

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A los 58 años, Deborah Harry canta mejor que a los 30.

Morrissey mostró todo su magnetismo.
 
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