Vie 12.11.2004

ESPECTáCULOS  › LA TERAPIA DEL PLACER

Una crónica de la insatisfacción

El film del francés Jean-Pierre Sinapi aborda el sexo con humor y mucha acidez.

› Por Horacio Bernades

“Deberías haberlo imaginado, los intelectuales y coger son dos cosas que no suelen llevarse bien”, escupe el hombre. Una chica acaba de contarle que, cuando estaban por pasar a mayores, un psicólogo salió corriendo de su casa entre estornudos, protestando porque ella no le avisó que tenía un gato. Y el curasesos le tiene una alergia espantosa a los mininos. A la hora de ir a la cama, al ocasional interlocutor de la dama tampoco se le dan bien las cosas. Claro que en su caso no es cuestión de alergias, sino de algo bastante más insoluble. Está confinado a una silla de ruedas en un hospital, inmovilizado de caderas para abajo, y los cuatro años de abstinencia se le están haciendo intolerables. De algo así como el derecho de los internos a desfogar sus apetitos habla el film francés La terapia del placer. En su momento, Nationale 7 (tal el título original de la película) supo ser favorita del público en festivales tan importantes como los de Berlín y San Sebastián. Por éstos se edita en la Argentina, en VHS y DVD.
Parte de la colección Primer Tour del Cine Francés en Argentina (cinco títulos de ese origen, hasta ahora inéditos en el país, que el sello SBP acaba de lanzar en video) aunque se base en un episodio sucedido en realidad, La terapia del placer no tiene el tono airado y testimonial que el cine de Hollywood suele darle a esta clase de historias. Por el contrario, la película dirigida por Jean-Pierre Sinapi trata el asunto con espíritu amable y hasta burlón, sin permitir que la empatía con los sufridos pacientes derive en el alegato. Hasta le ahorra al espectador el bendito cartel de “Basada en hechos reales”, utilizando esta condición no como modo de legitimarse a sí misma sino como sorpresa final, cuando abruptamente los actores abandonan sus máscaras y son reemplazados por los personajes reales, que aparecen en fotos.
El título original de la película, Nationale 7, está relacionado con cierta autopista francesa, que tiene la peculiaridad de que a su vera acampan las prostitutas, en casas o burdeles rodantes. Hasta allí irá a parar la buena de Julie, terapista física que parece ser la única en comprender que la necesidad de René no es ninguna broma. En verdad, sólo ella, en todo el centro de salud, puede llegar a tener algún diálogo con el hombre, cuya miopatía diabética ha hecho de él un resentido intratable. Ex militante marxista (una foto del viejo Karl adorna su cuarto, cerca de un retrato de Stalin, a quien se ve colgado cabeza abajo), a René no lo hace precisamente feliz tener por compañeros a pacientes espásticos o minusválidos cerebrales. “¿Qué hago en medio de estos extraterrestres?”, se desespera el hombre, que deberá llegar cerca del suicidio para que Julie finalmente se suba a su auto y parta en busca de alguna trabajadora del sexo, para calmarle la ansiedad que manifiesta. Claro que subirlo en silla de ruedas al trailer y colocarle el preservativo será otro asunto muy distinto...
Con mucho acierto, a partir de la situación de René (que tiene las paredes llenas de culos y tetas) Sinapi trabaja también la insatisfacción de los “normales”. La terapista física no es fea pero sí retraída. Cuando concreta con alguien, éste resulta ser aquel psicólogo alérgico. Una robusta enfermera se muestra muy orgullosa de su perfecto matrimonio de diez años, pero finalmente resultará no ser tan así. Al mismo tiempo, otros pacientes tienen otras sexualidades y sus propias demandas. “No conforme con ser discapacitado, musulmán y homosexual, ¿ahora quiere convertirse al catolicismo?”, le rezonga el cura del lugar a Rabah (el conocido actor árabe-francés Saïd Taghmaoaoui). Pero a la larga no tendrá problemas en darle el gusto al muchacho, que terminará bautizado la noche del 31 de diciembre (de 1999, porque Nationale 7 no se filmó precisamente ayer) y de la mano de su novio. Filmada en digital (lo cual le da un aire cercano al documental televisivo) y con un micrófono que tiende a colgar sobre el campo visual cuando no lo llaman (por culpa de un error de formateo en la edición en video), La terapia del placer se beneficia tanto de su tono gentil como de la escasa gentileza de René, a quien el inefable Olivier Gourmet (actor favorito de los hermanos Dardenne) sabe dotar de una hiperagresiva acidez, sin dejar de resultar menos humano y conmovedor cuando ruega y exige satisfacción urgente. O cuando encabeza una marcha de reclamo, con todo el mundo en silla de ruedas, pancartas y banderas rojas, y Ay, Carmela atronando en la banda sonora.

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