ESPECTáCULOS
› EL DOCUMENTALISTA RODRIGO VAZQUEZ HABLA SOBRE CONDOR, EL EJE DEL MAL, SU ULTIMO FILM
“Es difícil demostrar los crímenes de los EE.UU.”
El argentino residente en Londres cuenta de qué modo trabajó su film sobre el Plan Cóndor. Entrevistó a represores, investigó las redes de conexión entre las dictaduras latinoamericanas y la responsabilidad de los Estados Unidos en los asesinatos y desapariciones que sufrió la región durante los años ’70 y ’80.
› Por Mariano Blejman
“Desde el punto de vista político-militar la Operación Cóndor fue un éxito total”, desafía el documentalista argentino Rodrigo Vázquez, que llegó desde Londres, su habitual lugar de residencia –aunque viene de rodar en El Salvador–, para comenzar un documental sobre la intimidad del presidente Néstor Kirchner. Su anterior film, Cóndor, el eje del mal, habla sobre la red de las dictaduras latinoamericanas amparada por Estados Unidos, responsable de asesinatos y desapariciones durante los ’70 y ’80.
Cóndor... se vio por primera vez en La Semana de la Crítica del Festival de Cannes en 2003 y se emitió en Canal 5 de Francia el 11 de septiembre de ese año, a treinta años del golpe a Salvador Allende en Chile, pero todavía no se estrenó en Argentina. Está negociando con HBO latina. El trabajo está basado en el flamante libro Operación Cóndor de John Dinges, periodista norteamericano. Dinges entrevista a muchos de los asesores extranjeros que trabajaron junto a militares sudamericanos. Varios aparecen en la película de Vázquez.
–Usted viene de El Salvador, donde los militares también fueron asesorados por estadounidenses. ¿Encontró conexiones?
–Estuve en El Salvador haciendo un documental para Discovery sobre ese proceso terrible que los enfrentó durante los ’80 y ’90. En el ’92, cuando llegaron a un acuerdo de paz, hicieron un pacto de no publicar las memorias por 10 años. Pero la década se cumplió y sin embargo no hay mucho escrito. Cuando los entrevistamos empezaron a hablar. Pero aquí no se sabe que en El Salvador siguieron operando los militares de la dictadura durante la democracia alfonsinista.
–¿Fue la continuación de Operación Cóndor?
–No sé, pero habiendo hecho Cóndor... fue interesante ver cómo siguió en El Salvador. Entrevisté a un represor argentino, Carlos Lobo; todavía tiene una AK47 en su casa. Durante la democracia tenían un sistema de intercambio por embajada, para hacer operaciones en la selva salvadoreña. Yo lo entrevisté hace dos años. En ese momento me contó que estaba por viajar a Israel para entrenar gente contra el terrorismo en Palestina.
–Todos los temas están conectados: El Salvador, el Cóndor, Israel.
–Filmé en Palestina también un documental, The Killing Zone, que se emitió nueve veces en la televisión de Palestina. Creo que Israel necesita un enemigo, porque también son un rejunte de tribus, de raíces, de idiomas, de etnias. Fui a una demolición de una parte de un muro en Israel y estaba la organización Rabinos por la Paz. Los soldados israelíes les pegaban a sus propios rabinos.
–¿Cuál es su percepción sobre la Operación Cóndor?
–La izquierda argentina no tenía un cabal conocimiento de lo que se venía realmente, en materia de represión. O por arrogancia, o por falta de contacto con la realidad. En parte, por eso fue un éxito la represión. Ahora, si esto no se conoce más tiene que ver con la censura que existe en Estados Unidos. Además, ahora nadie puede reportar desde el lugar. Cada vez que vuelvo a Palestina –es cada vez más difícil– los chicos que filmé fueron asesinados por francotiradores. Hay una chica, Aiman, que jugaba con una muñeca en mi documental y ahora está muerta. Me vuelve loco que tipos como Lobo no estén presos sino entrenando israelíes.
–En su trabajo hablan muchos ex represores, contactos de inteligencia en Estados Unidos. ¿Qué argumento usó para que hablaran?
–Les dije que estaba de moda su discurso de la guerra contra el terrorismo. Les decía que ellos reivindicaban hace 25 años lo mismo que ahora está argumentando Bush. Empecé el documental en 2000, cuando el juez chileno Juan Guzmán visitó la Villa Grimaldi en Chile, una zona al norte, escenario de múltiples matanzas durante la dictadura de Pinochet. En esa visita judicial me hacía pasar por policía chileno, sin emitir palabra. Pero después del 11 de septiembre todo fue más fácil.
–¿Cómo eran los interrogatorios?
–El juez y su gente los trataban de manera especial. Como si estuviesen haciendo las entrevistas de manera incómoda. Aprendí de ellos la forma de abordarlos. Los contenían emocionalmente, eran cuidadosos. Les preguntaban: “¿A cuántos metros estaban cuando les disparaban?”, y después de la respuesta decían: “Bueno, ya está”. Muchos soldados no habían hablado antes e hicieron catarsis, se pusieron a llorar.
–¿Y después qué sucedió?
–Después del 11 de septiembre de 2001, convencí a sus abogados. Muchas veces me pedían preguntas por escrito. Nosotros buscamos su jerga para ver cómo se formulaban, leímos manuales de inteligencia, usamos preguntas cientificistas. Uno de los norteamericanos que había entrevistado el periodista John Dinges en New Jersey, que estuvo operando para el ejército en Chile, Argentina, Panamá; lo conoció a Noriega, a Videla, a Massera y a Agosti. Ellos dicen que era una estrategia para librar a América latina del comunismo, que fue simplemente un trabajo patriótico. El discurso es: “Si los indios se excedían, no era problema nuestro”.
–¿Y sobre Argentina qué decían?
–Hablé con un asesor norteamericano del Batallón 601, que decía que la clave para acabar con el ERP y Montoneros era infiltrarlos. Entonces los servicios argentinos seleccionaron gente y trajeron a dos tipos de pelo corto, con los que era imposible infiltrar guerrilleros. Las consecuencias son terribles, pero el comentario era patéticamente gracioso.
–¿Nunca hubo una demanda judicial contra Estados Unidos?
–En Paraguay se hizo algo sobre Kissinger. Pero a jueces como Guzmán en Chile o Rodolfo Canicoba Corral en Argentina, cuando enviaron pedidos al Departamento de Estado norteamericano, nunca les devolvieron nada. Además es difícil demostrar sus crímenes. Dicen que sólo entrenaron gente. Por eso es necesario escucharlos hablar. Que digan por qué lo hicieron de modo oculto. Si fue por cobardía de asumir los hechos, por miedo a la crítica cristiana. Ellos sabían que no utilizaban métodos cristianos, tenían miedo a las críticas del Papa. Ahora, andan sueltos.
–¿Qué relación encuentra entre Israel y Operación Cóndor?
–Es extraño. Venía de un homenaje en Israel a los judíos desaparecidos en Argentina. Había filmado a una familia palestina expulsada de ese lugar cuando se conformó Israel. Sentía un conflicto tremendo. Era un homenaje real, viciado de inmoralidad. En una manifestación para evitar que destruyeran casas palestinas, la activista Rachel Corrie fue atropellada por un bulldozer israelí. Una sobreviviente del campo de concentración de Auswchitz, con marcas del campo de concentración nazi, decía que había que matarla. No entiendo bien.
–¿Cómo era la relación de Israel con Argentina en la dictadura?
–Una comisión en Israel investiga la venta de armas de ese país a la Argentina durante la dictadura. Eso sucedía mientras los judíos eran secuestrados y un solo rabino organizó un circuito para sacar su gente de Argentina, a través del Uruguay. Pero pasan cosas curiosas. Filmando Cóndor... contaron que el nazi Hans-Ulrich Rudel, quien había sido un gran piloto durante la Segunda Guerra y fue condecorado por Perón y Stroessner cuando se instaló en el país, durante la dictadura militar sacaba gente por Paraguay a través de una red ilegal. Eso cuenta Jorge Carrettoni, amigo de Rudel. En El Salvador pasa otra cosa: un responsable de la Masacre de los Jesuitas es ahora representante de Texaco.
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