ESPECTáCULOS
› JACQUES HAUROGNE CANTA EN BUENOS AIRES
“Elijo las canciones con las que puedo ser yo mismo”
El compositor y cantante bretón presenta un repertorio que rinde homenaje a la mejor tradición de la canción francesa.
› Por Diego Fischerman
Entre las tradiciones europeas y la comedia musical norteamericana, tomando un poco del jazz y otro poco de los valses que de los grandes salones burgueses pasaron a las calles, con un tono que va habitualmente del desencanto a la elegía y del pequeño retrato al relato de historias trágicas o cómicas –o ambas cosas– condensadas en tres minutos, a partir de las primeras décadas del siglo pasado se desarrolló un género en el que la nacionalidad va unida indefectiblemente a la definición: canción francesa. Las hubo políticas, tanto del lado del colaboracionismo como de la Resistencia, las hubo existencialistas y pasatistas, festivas y hasta vanguardistas. Algunos nombres –Leo Ferré, Boris Vian, Jacques Brel, George Brassens, Charles Trenet, Charles Aznavour– alimentan esa tradición de más de medio siglo. Y el bretón Jacques Haurogné, en Buenos Aires casi de paso, le rinde homenaje de manera inmejorable.
Con afinación impecable, sentido del humor, histrionismo y un manejo perfecto de los tiempos teatrales, Haurogné se presenta hoy a las 22, mañana a las 21 y los próximos sábado 20 y domingo 21, en los mismos horarios, en Clásica y Moderna (Callao 892). “Canto las canciones que me hablan a mí; o las que hablan de mí. Esas canciones con las que, mientras las canto, puedo ser yo mismo”, dice a Página/12 este cantante y comediante que hizo el papel de maestro de ceremonias en Fous de folies, dirigido por Alfredo Arias, y, con el mismo director, Concha bonita –que ganó el premio Molière en 2003– y, el año próximo, Mambo místico. “¿Por qué estoy en Buenos Aires? –se pregunta–. Es fácil: porque Alejandra Radano me invitó (ella también será parte de Mambo místico), porque vine en agosto y me encantó, y porque ésta es una ciudad fácil para mí. París tiene algo de difícil. Aquí, en cambio, todo me resulta más fluido. Y, además, culturalmente siento una continuidad, una comodidad natural.”
Haurogné fue considerado por el propio Charles Trenet como su heredero. Con siete discos publicados en Francia, en los que alterna su perfil como intérprete con el de compositor de sus propias canciones y, también, autor de obras para niños, aquí se presenta acompañado por el pianista José Luercho. “Hay algo que une a estas canciones con el tango”, explica. “Esa especie de contradicción entre cierta jovialidad en la superficie y cierta amargura en el fondo. Alguien definió el tango como un drama que se baila. Y sucede un poco lo mismo con estas canciones que, muchas veces con la apariencia de un vals liviano, festivo, que invita a bailar, cuenta una historia de soledad, de abandono o de desengaño.” En su manera de cantar y de entender un espectáculo, Haurogné atribuye una gran importancia a su origen bretón, “al lugar que allí ocupa la danza y al hecho de que en la canción popular hay un juego entre quien canta y las respuestas del público. Y, además, está la relación con el mar”. El cantante, en una larga gira por distintos países de Europa y por el norte de Africa, se dedicó a sacar fotografías de las ventanas de todos los cuartos de hotel en los que estuvo. “Esas ventanas son los lugares en los que se articula la mirada. El mundo aparece allí recortado por la mirada. Y si al abrir una puerta lo que se ve es un camino, al mirar por la ventana lo que se ve es la propia mirada mirando. Cantar es, además de elegir una canción y decidir compartirla con quien va a escucharla, una decisión en cuanto a cuál es el personaje que la cantará. Una canción, además de bella, debe ser creíble. El cantante tiene que poder convencer al otro, como un actor, de que esa canción es su propia vida. Que uno no podría cantar otra cosa que eso que está cantando. Y eso no puede ser algo forzado. Por eso uno tiene que sentir las canciones como parte de uno. Deben ser como esas ventanas en las que se filtra la propia mirada.”