Vie 14.01.2005

ESPECTáCULOS  › CINE ENTREVISTA A EDUARD FERNANDEZ, UNO DE LOS PROTAGONISTAS DE LA PELICULA ESPAÑOLA EN LA CIUDAD

“Estos personajes no expresan ideología”

El actor español, que acaba de filmar El método Grönholm bajo las órdenes de Marcelo Piñeyro, analiza el entramado de relaciones humanas que presenta la nueva película de Cesc Gay.

› Por Mariano Blejman

Es pequeño, ágil, hasta un poco flexible. Tiene un cierto parecido con el músico Manu Chao, con quien comparte la ciudad de Barcelona, donde vive. Eduard Fernández es un actor español en ascenso en la península ibérica: en la Argentina se lo vio primero en El misterio Galíndez, de Gerardo Herrera, como un militante vasco asesinado por el gobierno de Trujillo. Y pronto se lo verá en la rarísima película El método Grönholm, que Marcelo Piñeyro acaba de terminar de rodar y está posproduciendo en España. Rarísima porque El método Grönholm se filmó en un set cerrado con cinco actores en dos meses, encarnando a personajes –el único argentino es Pablo Echarri– que buscan obtener un puesto multinacional. Fernández llegó al país para apoyar el estreno local de En la ciudad, de Cesc Gay, que cuenta historias cruzadas de la pequeña e hipócrita burguesía catalana, en una Barcelona que parece perdida en el medio de tantas inmigraciones distintas. En conversación con Página/12, Fernández se anima a realizar comparaciones entre los tres films posibles de ver en la Argentina, y admite su deseo de filmar aquí.
–En El misterio Galíndez había un planteo por las reglas del juego de la sociedad, mientras que en El método Grönholm y En la ciudad los protagonistas ni se plantean las reglas.
–La historia de Galíndez es la de un militante vasco que vivía en Estados Unidos y fue raptado por la gente de Trujillo con el amparo del FBI. Pero Galíndez pertenece a una época distinta. Mal que mal, tenía una ideología. En El método... éstos parecen no tenerla, aunque la acción es ideología. Y son como la tropa de la derecha, como dice Piñeyro. Los personajes de En la ciudad, en cambio, no expresan ninguna ideología. El método... plantea el tema de lo que todos están dispuestos a hacer para conseguir lo que quieren. Con Marcelo Piñeyro trabajamos muy bien, y con Echarri también. El método... fue muy raro para todos. Ahora, nadie se plantea cómo pueden ser las reglas del juego.
–¿Y en El misterio Galíndez sí lo había?
–En Galíndez hay un planteo sobre las reglas. Me tocó actuar de un hombre torturado, al que van a matar y quiere morir con dignidad. Tiene una ideología, aunque finalmente parece que lo matan por una cuestión personal de no meterse con el hijo de Trujillo. En El método..., los protagonistas están dispuestos a todo por un lugar en el juego. Eso no se ve desde el principio sino que se va viendo con el tiempo. Es algo activo, no es algo presupuesto. En todos los personajes se observa un poco más, un poco más, un poco más. Allí, mi personaje –Fernando– es un prototipo español que juega a hacerse el fascista. Piensa que todo vale y si no lo hace él lo hará otro. Aún así tiene más anchura, está en una situación personal que te lleva a decir: “Esto es una puta mierda”.
–En En la ciudad, los personajes ocultan su vida privada.
–Es un retrato de los conflictos de la burguesía catalana, que tiene solucionada la parte económica. Hay una cuestión de relaciones humanas que no les permiten mostrarse, ni les permite mirarse como son. No es un retrato generacional, es un lugar social de esos personajes que rondan los 30 años. Hay una cierta estilización en las historias. La cosa es mirarse, atreverse a mirar. Pero son personajes de muchas correcciones. Son burgueses, yo querría ver lo que les pasaba adentro. En la ciudad sirve para ver qué hay adentro de cada uno. Hay una especie de corrección brutal, que provoca un esfuerzo doloroso.
–Algunos dicen que la mirada no miente.
–Mientras más se acerca la cámara, más ganas tengo de quitarme la máscara, decía una actriz. Pero no hay una mirada limpia sino una persona que mira a otra. Nadie puede mirar una mirada limpiamente.
–¿Usted se reconoce en su personaje?
–Por lo general, los personajes me suelen pillar un poquitín. Será porque convivo con ellos. Me gustaría poder hacer el romanticismo del actor que parece chalao y absorbido por su personaje. Pero soy más normal de lo que parezco. Aunque, como decía alguien, “visto de cerca nadie es normal”. Casi siempre tengo la sensación de que tengo algo de cada personaje o desarrollo una parte en mi vida cotidiana. En todos encuentro cierta resonancia.
–¿Y cómo se lleva con la fama?
–Es curioso cuando me encuentro con gente que me conoce. Se acerca gente pensando que cree saber quién soy. Pero no puedo hacerme el que mira para otro lado: si en un momento de pánico, cuando todo el mundo corre hacia uno, se consigue conservar la calma, entonces tienes un problema. En Buenos Aires me siento desconocido, no conozco los códigos todavía. Pero esta ciudad no huele a Sudamérica, es muy parecida a España. Conozco Caracas, Bogotá, México DF... Son ciudades bravas, que dan miedo. Pero no siento eso aquí. Sin embargo, en España tampoco soy hiperfamoso. No hice televisión, que es algo que da una fama inmediata. Pero una vez entré a un supermercado y la cajera me dijo: “Ni se te ocurra ir a la frutería, que te están poniendo verde”. Aunque el público de cine o teatro es más respetuoso. Además, no es tanta la gente que va a ver cine español.

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