Dom 20.02.2005

ESPECTáCULOS  › EL OSO DE ORO FUE PARA U-CARMEN EKHAYELITSHA

Carmen ganó la Berlinale cantando en lengua xhosa

Sorpresivo triunfo de un musical sudafricano. El film argentino Un año sin amor, de Anahí Berneri, se llevó el premio Teddy a la mejor película de temática gay/lésbica.

Por Luciano Monteagudo
Desde Berlin

Con un silencio casi sepulcral, apenas quebrado por algunos tímidos silbidos, la prensa acreditada en Berlín (por tradición, mucho más respetuosa a la hora de recibir la noticia de los premios que las de Cannes, Venecia y San Sebastián) recibió ayer la sorpresa del Oso de Oro, el premio mayor de la Berlinale, a la producción sudafricana U-Carmen eKhayelitsha. Dirigida por el británico Marc Dornford-May, la película es una adaptación de una adaptación, un juego de cajas chinas en las que el cine parece quedar en último término. A partir de la trajinada ópera Carmen, de Georges Bizet, tantas veces llevada a la pantalla, la compañía sudafricana de teatro llamada Dimpho Di Kopane, con sede en Cape Town, creó un show musical que se convirtió en uno de los mayores éxitos de la temporada teatral londinense de 2001. A partir de ese espectáculo, íntegramente hablado y cantado en lengua xhosa, el inglés Dornford-May decidió volver a sacarle el jugo a la rebelde Carmen (ahora resucitada en las calles de una ciudad actual sudafricana) y rodar la versión cinematográfica, que es la que acaba de consagrarse ayer en el Berlinale Palast, con el Oso de Oro.
Si esa decisión del jurado presidido por el realizador alemán radicado en Hollywood Roland Emmerich fue considerada por algunos medios como una concesión al exotismo o, en todo caso, un fallo “políticamente correcto” (en una programación que les dedicó un espacio inusual a los temas africanos, particularmente al genocidio de Ruanda), no menos controvertido fue el doble premio a una de las tres películas alemanas en concurso. Es muy atendible que el Oso de Plata a la mejor actriz haya sido para Julia Jentsch, la sensible protagonista de Sophie Scholl: los últimos días, porque es ella quien lleva todo el peso de un film dedicado a la memoria de una estudiante universitaria de Munich que en 1943 fue ejecutada por oponerse al régimen nazi. Pero que por esa misma película, el jurado –que integraba también la actriz alemana Franka Potente, la de Corre, Lola, corre– el realizador Marc Rothemund se haya asegurado el Oso de Plata al mejor director parece, por lo menos, una exageración para un film que está construido con una simple estética televisiva de plano y contraplano.
La injusticia es aún más patente cuando se comprueba que en el palmarés de la Berlinale está completamente ausente una de las películas que más hizo por elevar el nivel de la competencia oficial, El sol, del ruso Aleksandr Sokurov, sin duda uno de los más grandes creadores del cine contemporáneo. El único realizador que tuvo esta Berlinale a su altura fue el taiwanés Tsai Ming-liang (el director de El río y The Hole, entre otras obras maestras), quien se llevó por lo menos algunos consuelos. La imaginación y la riqueza formal y conceptual de su nueva película, La nube errante, fue reconocida por el jurado paralelo de la crítica internacional, que le otorgó el premio Fipresci. Y el jurado oficial le entregó dos premios, uno al mejor guión y otro el Alfred Bauer Preis, el mismo que ganó aquí en Berlín La ciénaga, en el 2001, y que está dedicado a aquellos films capaces de “llevar al cine hacia nuevas direcciones”.
Los franceses, que llegaron a la Berlinale con una embajada numerosa (cuatro películas en competencia, entre ellas Les temps qui changent, dirigida por André Téchiné y protagonizada nada menos que por Gérard Depardieu y Catherine Deneuve), se fueron casi con las manos vacías. Apenas un premio para la música de De ba- ttre mon coeur s’est arrete, un correcto film noir de Jacques Audiard, y la decepción de no haber visto recompensada la labor de Michel Bouquet como mejor actor por su exigente composición del ex presidente François Mitterrand en Le promeneur du Champ de Mars, un film que a su vez determinó un brusco cambio de dirección en la obra del marsellés Robert Guédiguian.
Finalmente, y fuera de los premios oficiales, la película argentina Un año sin amor, Opera prima de Anahí Berneri, producida por Daniel Burman y Diego Dubcovski (el mismo equipo de El abrazo partido, que el año pasado se volvió de Berlín con dos Osos de Plata), ganó el llamado Teddy, el premio de un jurado paralelo dedicado a evaluar los films con temática gay. La película de Berneri, que a partir del 10 de marzo participará de la competencia del Festival de Mar del Plata, narra la búsqueda –no sólo de afecto sino también de un lugar en el mundo– de un muchacho portador de HIV. Este premio le abrirá sin duda nuevas puertas a Un año sin amor, particularmente si se tiene en cuenta que este mismo Teddy fue a parar, en ocasiones anteriores, a manos de Pedro Almodóvar (por La ley del deseo), a Todd Haynes (por Poison) y a François Ozon (por Gotas de agua sobre piedras ardientes), entre otros directores de prestigio internacional.

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