La finísima directora belga Marion Hänsel se hace esperar, pero cuando llega todo se convierte en una dulce conversación sobre el lugar de la mujer en el mundo del cine. O, mejor dicho, sobre el lugar del hombre en el mundo de la mujer. Hänsel es jurado de la sección “La mujer y el cine” del XX Festival de Cine de Mar del Plata, donde se están proyectando Señal de salida, de Nina Kusturica; Hermanos, de la dinamarquesa Susanne Bier; Héctor, de Gracia Querejeta; Diosa de la misericordia, de Ann Hui Dao Ming, y Doce sillas, de la alemana Ulrike Ottinger, entre muchas otras. Pero, además, la obra de Hänsel se ve en Mar del Plata en forma de retrospectiva. “Encontré en el rol de jurado la excusa perfecta para ver películas sin dedicarme a otra cosa”, confiesa a Página/12. Hänsel logra que su público descubra la radicalidad y falta de concesiones para abordar el sufrimiento humano. Su retrospectiva muestra un sinfín de géneros, estilos y tonos expresivos, proponiendo una reflexión sobre la esencial soledad humana.
“No hago películas para hombres o para mujeres. Hay films fuertes que tienen un lugar en el festival. Pensar que se trata de ‘mujeres’ niega la posibilidad de hablar para todo el mundo. Además de hablar sobre mujeres tenemos cosas más interesantes para decir.” En su retrospectiva se exhiben Las nupcias bárbaras (1987), El maestro (1989), Así en la tierra como en el cielo (1991), Entre el diablo y el profundo mar azul (1994) y Nubes: cartas a mi hijo (2001). Existe una histórica contradicción entre aquellos que programan secciones de mujeres: la posibilidad de convertir a un espacio que quiere abrir caminos en un ghetto.
De todos modos, para Hänsel la solución para el género es crear un festival de “género”, pero para hombres. “Me perturba un poco. Cuando estrené mis películas en Europa, los críticos decían: ‘Un magnífico film de género’. Hay que terminar con esta cuestión de alguna manera.” Según Hänsel, el cupo de “funcionarios femeninos” en el Estado belga es del 50 por ciento, mientras en la Argentina es el 30 por ciento. Es curioso que en Estados Unidos se preocupan por las minorías de negros, de homosexuales, “pero no por las mujeres... ¡que son mayoría!”, dice.
–Cuando filma, ¿piensa en su rol de mujer?
–Obviamente, no. Soy mujer, pero mi responsabilidad es por el sujeto. Soy un ciudadano de la Tierra. Además, mi mirada es de un país liberado en ese aspecto. No hay lucha de sexos en Bélgica, entonces mi rol no hace a esa diferencia. No es lo mismo para las mujeres de la India, de Sudamérica o de Africa, donde tienen que luchar por su lugar. Filmo sobre la falta de amor, la ausencia de reconocimiento, la falta de agua en el planeta.