ESPECTáCULOS
Tony, el esposo ejemplar convertido en un asesino
A pesar de contar con dos actores de gran personalidad, como Morgan Freeman y Ashley Judd, “Crimen en primer grado”, el thriller dirigido por Carl Franklin, se vuelve inconsistente.
› Por Horacio Bernades
Mujer bonita, abogada enjundiosa, feliz esposa e inminente madre primeriza, la vida perfecta de Claire Kubik (Ashley Judd) se pone patas arriba en el preciso momento en que parecería alcanzar su cenit. Las tradicionales compras de Navidad junto a su marido Tony (Jim Caviezel) son brutalmente interrumpidas por un operativo del FBI, que los echa cuerpo a tierra entre tropas de élite, voces de mando y armas en mano. En la escena siguiente, Tony ya está en prisión de máxima seguridad bajo secreto militar, y para peor se le ha asignado un abogadito que parecería recién salido de la universidad. No sólo eso: Tony ni siquiera se llama Tony Kubik, y en sus tiempos de marine en El Salvador (pasado que, insólitamente, su esposa desconoce por completo) habría cometido un asesinato en masa contra campesinos inocentes, en medio de la represión antiguerrilla.
De allí en más, la brava abogada tomará el toro por las astas e intentará demostrar la inocencia de Tony. Aunque para ello deba enfrentar –con la única ayuda de su colega, el viejo lobo Charlie Grimes (Morgan Freeman), que conoce la justicia militar al derecho y al revés– las complicidades y ocultamientos de la institución entera. Narrada con fluidez por el alguna vez prometedor Carl Franklin (el de Un paso en falso), Crimen en primer grado combina, como en una coctelera, el thriller paranoico, el film de juicio en ámbito militar, el suspenso matrimonial al estilo La sospecha, la corrección política y hasta el buddy movie en que dos seres opuestos se unen en una causa común. Nunca se sabrá qué llevó a la institución militar a desempolvar un crimen infamante ocurrido en el patio trasero doce años atrás, así como jamás se conocerá a qué se dedica Tony Kubik ni cómo hizo para mantener en secreto su pasado (y, peor aún, su propia naturaleza) frente a su inquisitiva esposa.
Para no hablar de contradicciones aún más flagrantes, como ciertos inapelables testimonios que el remate de la película desdecirá sin siquiera tomar el trabajo de explicarlo. El espectador indulgente encontrará, en el ritmo sostenido, personajes coloridos (el juez militar, más militar que juez; la traviesa hermana menor de Claire) y magníficas actuaciones (sobre todo, de esos dos pilares que son Ashley Judd y Morgan Freeman) buenas excusas para disculpar todo aquello. Pero el desenlace termina haciendo de Crimen en primer grado una nueva y grosera relectura de La sospecha, como aquella aberrante Revelaciones, donde Harrison Ford pasaba de marido ideal a una encarnación del Cuco, sin paradas intermedias.