Mié 13.04.2005

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA A ALICIA ZANCA, ACTRIZ Y DIRECTORA

“Shakespeare era más moderno que nosotros”

Alicia Zanca enumera las claves para facilitar una puesta de William Shakespeare. La semana próxima, estrena Sueños de una noche de verano en la Martín Coronado del San Martín.

› Por Julián Gorodischer

Alicia Zanca quiere “hacer entender”. Se lo propuso por primera vez con una puesta acrobática de Romeo y Julieta (2002, Teatro Regio); allí donde Laura Novoa y Pablo Rago se trepaban sobre telas flotantes, subían por un palo chino, pronunciaban un Shakespeare en castellano neutro que facilitaba la trama bajo consigna: “Que la nena se interese en los clásicos”. ¿Así de simple? Alicia Zanca, la directora que está a punto de volver a la arena con Sueño de una noche de verano (protagonizada por Paola Krum y Joaquín Furriel en el Teatro San Martín), enumera las claves para facilitar: respetar el cuentito, salirse del “tú”, podar hasta que queden dos horas de puesta y poblar el elenco de actores de TV para convocar a una masa de adolescentes a punto de iniciarse en la comedia de encuentros y desencuentros. Aquí, ocurre entre Titania (reina de las hadas) y Oberón (rey de los duendes) y entre los enamorados que se pierden en el bosque (Hermia, Helena, Lisandro y Demetrio) para quedar hechizados y cambiar de objeto de deseo: no volverán a ser los mismos. “Quise que mi hija –dice Zanca– y otras chicas de su edad no se quedaran afuera. Que se llene el teatro de gente joven para escuchar un tono más poético que la jerga de los mensajitos de texto del celular.”
Este es el modelo de pedagogía según Alicia Zanca: una ardua tarea de divulgación que se resume en una ficha biográfica. “Yo soy de Barracas al sur –dice– y quiero que el teatro llegue a la gente.” ¿Las herramientas? Una traducción directa del inglés que le quita arcaísmos a la obra. Y un relato despojado que, sin pudor, articula una compleja trama concebida en tres niveles de acción simultánea: el de los duendes y las hadas, el de los amantes y el de los artesanos que representarán una obra en la boda real. El hechizo, en el texto, es central: moldea el deseo, redirecciona el gusto de los amantes, inaugura “una tierra en el bosque” en el que la mujer más bella (Hermia) es rechazada y la descreída (Helena) de pronto enamora. Por influjo de los duendes, los amantes reordenarán un mundo caótico, liberarán sus deseos hasta llegar a contar lo que más interesa a Alicia Zanca: cómo es posible, todavía, consumar una boda, un encuentro...
–Si algo tiene para decir Sueño... hoy es que es posible una boda entre un hombre y una mujer –dice la directora– sólo si se respeta lo genérico: el unisex hizo una invasión en la que la mujer tomó el rol del hombre. Apolo ordena y Venus aporta lo estético: si recuperamos esto, se produce el casamiento. La mujer tiene que mantener su condición y el hombre la suya, al menos para los que creemos que el encuentro es necesario.
–¿Por qué se instaló en este rol de facilitadora de textos clásicos?
–A los trece años me tocaron el timbre de mi casa y un vendedor me dejó a Shakespeare y a Chejov. Nunca los vino a buscar y yo los escondí abajo de la cama. Los empecé a leer y fue mi literatura cotidiana. No sabía que sería actriz, pero empecé a leer apasionadamente a Romeo y Julieta. Hay que sacarle el acartonamiento para que los jóvenes puedan ver alguna señal de lo nuevo: no ropa antigua, sino un vestuario sugerente, con líneas que remitan a la actualidad: transparencias, gasa, brillitos. La imagen debe acercar la comprensión, no distanciarla.
–¿Acercar a Sueño... es enfatizar claves de lectura sobre las drogas y el sexo?
–El sexo es muy importante: aquí el rey de los duendes hechiza a la reina de las hadas, Titania, para enamorarla de un asno (N. de la R.: es una forma de presionarla para que le devuelva un niño a quien ambos, por separado, quieren criar). Y los mortales, también bajo el hechizo en el bosque, desatan toda suerte de pasiones. Yo improviso con los actores y les digo: primero recreen la formalidad de una ciudad, y en el bosque hagan de cuenta que se fumaron una pipa hindú para ingresar a un mundo erótico. La puesta está jugada: esa flor podría estar refiriéndose al éxtasis. En ese bosque, los enamorados ingresan en mayo, comen unos frutos y no salen vírgenes.
–¿Tratando de ampliar el acceso incluyó técnicas de teatro aéreo para los duendes y las hadas?
–Las apliqué en Romeo y Julieta para mostrar a Julieta como un ángel: pero luego iba descendiendo para salirse de la mirada de los otros sobre ella. Tenía que dar a los personajes una actividad que los chicos reconocieran como propia. Subiendo por una tela o un palo chino, Pablo Rago o Laura Novoa recuperaban algo de la vitalidad de un chico de 14 años. Y en Sueño... uso los vuelos con arneses para representar el mundo de las hadas y los duendes. Había que distanciar a los seres superiores del de los enamorados. La idea surge cuando empiezo a no dormir de noche, a imaginar de madrugada.
–Tal vez el recurso más polémico sea la conversión del lenguaje poético al neutro, ¿no se pierde demasiado del valor del texto?
–Necesito un lenguaje neutro, al que no quito lo básico, pero lo hago más accesible. No atenta contra lo poético: se adapta directamente del inglés para que no haya una reminiscencia española. Lo que desaparece es la cosa erudita al punto de no entender o los vicios de la mala traducción. Shakespeare es mucho más procaz de lo que nos llega; la traducción lo deserotiza. No puedo decirle a un adolescente que “es como si...”. Ellos saben cómo es la vida y tengo que ponerme a la altura de la gente. Si Titania duerme con el asno, se sabe que va a tener una relación sexual (N. de la R.: el asno se presenta en escena con un pito gigante y Titania clava su mirada ahí abajo). Si Romeo y Julieta vienen de hacer el amor, no los voy a vestir; se están levantando de una primera noche de bodas.
–¿Ese nuevo lenguaje toma elementos del habla televisiva?
–Más que televisivo, es un lenguaje transgedido que llega del campo cibernético, de los mensajes de texto, que expanden una jerga rudimentaria. Mi hija me hace preguntas de palabras que no conoce y yo no lo puedo creer. Son términos básicos que ya no se escuchan en la calle. Es cierto que convoco, además, a algunos actores de TV, pero no hay que tener prejuicios. Algunos hicieron un tránsito por el teatro; otros tienen una falta de particularización en el decir. Les hago hincapié en no hablar de corrido, en valorar algunas palabras por encima de otras.
–¿Más condiciones para llegarle al adolescente?
–Nunca hay que opacar el cuento: tiene que llegar clarito. Si empezás con algo raro, se les va la concentración. Eso lo he aprendido de mis maestros, que me han dicho que era lo más importante. La obra de Shakespeare dura cuatro horas y yo no quería que se me fuera a más de dos horas y cuarto. Hay textos que son muy importantes, y otros que se podían podar.
–¿Qué diría Harold Bloom de una puesta semejante?
–Se enojaría porque él no cree que se esté hablando de lo instintivo o lo animal en la metáfora del bosque. Pero, cuando uno lee el texto, todos los personajes en algún momento dicen que quieren ser animales. Yo creo que Shakespeare ha sido más moderno que nosotros: con un público popular comiendo y tomando; nunca ha pretendido ser erudito. El límite es no transgredir al autor. Hay que tratar de comprender qué quiso decir. Yo no puedo contar en Sueño... un problema de poder entre gobernantes. Esta obra habla de cuatro bodas y es fundamental hacer esa lectura desde la acción.
–¿Sus puestas acercan la brecha entre los clásicos y Floricienta?
–Son experiencias muy diferentes, pero Cris Morena va a venir a ver la obra, como un acto de solidaridad entre mujeres. Ella es una mujer que hace las cosas que le gustan y por eso el público va. Se ve una empatía entre el escenario y la persona: es una gran productora, viaja mucho, tiene una visión moderna. ¿Quebrar estamentos fijos? Una hace de todo, por qué no meterse con ese autor tan popular en su época, por qué ponernos acartonados y tener un prejuicio tan raro. A Shakespeare lo ha hecho hasta Disney en El Rey León.
–¿Siente una afinidad con el modelo de adaptación de Disney?
–Alguien, ahí, está pensando bien las cosas. Mis hijos lo vieron de chicos y comprendieron algo importante. Mi estética no es la de Disney pero comparto el objetivo: tengo un gran afecto por lo popular, soy una persona de barrio y mi sonidito va por ahí. No soy ni de la alta sociedad ni renuncio a mis orígenes. Uno responde a uno. Y además, ¿por qué complicar las cosas?

Sueño de una noche de verano, en versión de Alicia Zanca, se estrena el próximo miércoles 20 de abril en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín.

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