ESPECTáCULOS
› EN EL BACKSTAGE DE “HISTORIAS DE SEXO DE GENTE
COMUN”: LOS TRUCOS, LOS LIMITES, LA FALSA INTIMIDAD
Los secretos del sexo en el formato casi familiar
Una visita a la grabación de Historias de sexo de gente común sirve para desentrañar la intimidad de una escena de sexo televisivo. ¿Cambiaron las imágenes diseñadas para calentar?
› Por Julián Gorodischer
Sólo el novato podría asociar el sexo a la alcoba. ¡Eso no va más! Dos amantes tirados entre sábanas son una imagen que ha circulado demasiado, tanto que el director reclama un traslado. “Hacia la ducha...”, ordena Diego Palacio, de Historias de sexo de gente común, este día en que se abren las puertas de una intimidad sexual. Esta es la crónica de manos que bajan a la entrepierna para tapar una bombacha, de granitos en la cola que ahora sugieren más que la piel lisa y de una conclusión reveladora: se transformaron las imágenes de la calentura. En el set de Historias de sexo... (que comenzó ayer su segunda temporada, Telefé, a las 23), Jazmín Stuart, Nicolás Pauls, técnicos y creativos aseguran que el encanto de los cuerpos perfectos ¡ya fue! Lo que llega es el sexo de parados bajo la ducha (la escena que convoca), la extinción de las sábanas, el boom de lo poco, lo pequeño, lo alterado y el pasaje al primer plano de la cola masculina. “Es salirse del machismo y ampliar el abanico –dice Palacio–, es cumplir con un cupo de colas de varones en proporción directa a la cantidad de tetas.”
La visita al set de Historias de sexo... elimina algunas dudas. ¿Y ahora qué calienta más? Una teoría del desnudo post-Víctor Maytland (director argen-porno, con feos y gorditas, en fondo de Delta) habría abierto las puertas a la diversidad, decretada la crisis de la rubia siliconada y el musculoso de bulto extra-large. Se instalan otros fetiches: curitas, celulitis y rollos en el abdomen convierten a los films de Maytland en un objeto de deseo no aspiracional, como si fuera una vendetta del espectador que se desahoga. Esos ecos repercuten, esta vez, en Historias de sexo..., menos proclive a la belleza que a la autenticidad. “Ojo, porque me salieron unos granos en el glúteo derecho: me senté en el pasto arriba de un cardo –el que ingresa es Nicolás Pauls, protagonista de esta escena–. ¡Todo mal!” ¡Bravo! La mera mirada eufórica del director responde a otro dilema de la cobertura. Sí, la imperfección calienta más. “Y si lo dice Víctor Maytland, con toda esa experiencia detrás, debe tener razón –sigue Pauls–. ¿Qué opino del nuevo boom de desnudos masculinos? ¿Que si están cambiando los objetos de deseo...? Lo único que sé es que hasta que Marley no me dé el premio al mejor culo, no paro...”
Baño público
Jazmín Stuart se saca la remera, el corpiño, el pantalón... Nico Pauls se baja el calzoncillo por debajo de la cola... Ella gime bajito, se tienta, tartamudea, contiene una risa que la ahoga... El se arrodilla para practicarle sexo oral, pero en realidad le pega un mordiscón (es que si ella se riera, espontánea, daría natural). El mirón exige un tour guiado hasta que le reconstruyan el hábitat de la escena sexual. A ver... ¿Cómo se encuadra a estos dos que se desvelan por parecer auténticos? El grano, la risa, la sorpresa, el agua de la ducha que moja la lente: siempre ayudan. “Por aquí –dice Gisella Romano, asistente de arte– vas viendo velas de color naranja... fuente de luz y clima romántico. Ni carnal ni pasional, esto es sexo previo a una propuesta de convivencia... Y los colgantes dan la idea de que es un ambiente femenino, incitan a los besos, las caricias... Y, como verás, ¡muchos espejos! –sigue–. Ratonea a la gente que el personaje se reconozca a sí mismo en el clímax erótico.”
Jazmín Stuart (Carla) se convertirá de mosquita muerta a comehombres, con serias dudas como actriz de cómo lograr el tono justo del orgasmo. ¿Cómo se lo actúa? “Nunca vi uno actuado que sea fiel a la experiencia –asume-. Se intenta excitar con grandilocuencia, agrandando para protegerse y que no se filtre algo íntimo. Mi estrategia es hacerlo como puedo, y limpiando después lo que sobra: hay que transitar una y otra vez la situación hasta dejar sólo lo orgánico, quitando gestos y sonidos innecesarios.” Ella, que en el 2004 saturó los mohínes del arrobamiento, el sufrimiento de la engañada (por su marido, Juan Gil Navarro) y a la que espera un año de sexo bajo la ducha, en el auto, en la cocina o la pileta, entiende que sólo el cine va más allá de la pasión así nomás, de esa mitología asociada al sexo televisado que se resume en la pregunta: ¿Estaban cogiendo en serio? De los hitos sexuales catódicos del 2003 (Florencia Peña y Damián de Santo, en Disputas) y del 2004 (Juan Gil Navarro con un travesti, en Historias de sexo...) se espera apenas que transmitan una realidad colada en la ficción, y por eso los rankings de favoritas siempre apuntan a grandes momentos del cine. “La aspiración de todo actor –dice Jazmín Stuart– es hacerlo como en la escena sexual de Atame, con Antonio Banderas y Victoria Abril. Ella le pide que espere para acabar, a él le duele el cuerpo, sienten placer y dolor a la vez, están acalorados y cambiando de posición: es una imagen incómoda, torpe, bellísima.”
Secretos y mentiras
Ella se coloca el protector de mamas... El le tapa la bombacha con la mano izquierda... Ella va bajando cada vez más el volumen del gemido y dice que le molesta el agua en la cara... El pellizca y provoca una carcajada. Así sigue la escena sexual, bajo la mirada de aquel que quiere que le digan los truquitos para hacerla creíble. Aseguran, actores y técnicos, que el protector de tetas (un parche de color piel) es esencial para que ella luzca cómoda. “Para que la actriz no esté pensando que se le van a ver en cámara”, acota Diego Palacio. Lo que mejor cotiza, en escenas sexuales de TV, es la doble bombacha. “La actriz se la saca tranquila porque no se está quedando en bolas, y el plano se va hacia las rodillas”, sigue el director de Historias de sexo...
Los recursos no terminan ahí. Una palanca con el brazo del hombre a la mujer (como si intentara asfixiarla suavemente) consigue que queden tapadas las tetas; la mano dirigida al exterior del muslo cubre el pubis (cuando no hay bombacha); el agua fría ayuda a escenas hiperquinéticas; el vapor nubla la nitidez de las siluetas imperfectas; la cortina de baño es un recurso para no mostrar de más “aunque algo trillado” –dice un cameraman–; una actitud inesperada (palmada en nalgas, pellizco o mordiscón leve) ayuda a la sorpresa... La técnica se impone a los actores que perjuran que no se les mueve ni un pelito. “Es más, ¡es tan incómodo y desagradable el sudor ajeno no elegido!”, dice la Stuart, entre ahogos y pequeñas toses que provocan los besos y el agua de la ducha sobre la cara. Lo esencial, dicen todos en el set de grabación, todavía no fue dicho: la escena ideal debería concentrar en una sola las fantasías promedio de muchas más personas. “Por eso pensamos fantasías tipo –enumera Palacio–: la frígida que sólo goza con otra mujer o, como la escena que abrió el ciclo 2005, una polaroid de un tipo con dos mujeres en la cama.”
Cuando se les pide un listado de lo mejor de la TV sexual, técnicos y actores coinciden (ver recuadro): Nacha y la Fonzi en Disputas, la travesti Mariana Aria y el viejo en Tumberos, Lupe (Sebastián Pajoni) con tres marineros en Resistiré. Lo que se grabará después, en la misma serie alternativa, podría interesar un poco más: la escena sexual de la noche prevé que Nicolás Mateo (ex Nadar solo y Verano del 98) desvirgue a un casado infiel poco asumido en el interior de un auto. Se lo verá en el octavo capítulo de la temporada 2005 e incluye una fellatio de Nico Mateo al galán, y después una penetración que se resolverá en dos pasos: “Esfumado y a las piernas de uno atrás del otro”, indica el director. Que sirva apenas como indicador: ya no queda bien que un programa se limite a la del misionero entre un hombre y una mujer. Si el director destacara una escenita del 2004, nombraría la de Juan Gil Navarro con un travesti “por intensa, por sugestiva...”. “Era una actriz, no había contacto, pero se sentía la tensión del acercamiento”, recuerda el actor. Pero a los dos que se están secando, Stuart y Pauls, les importa poco quedar relegados al alicaído rubro de “pareja heterosexual”, casi estable. La incomodidad post-escena sexual en TV, entre dos que no están enamorados, es casi tan real como en la vida. Hay alguien que está mirando los desnudos con la excusa de contarlo después... Y la actriz, a esta altura, luce algo desmotivada: “Te podés correr de una vez... ¡por favor!”.
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