ESPECTáCULOS
› “CASEROS, EN LA CARCEL”, DOCUMENTAL DE JULIO RAFFO
Memoria de los años de plomo
› Por Mariano Blejman
Caseros, en la cárcel, de Julio Raffo, cuenta en 75 minutos historias de varios años de encierros por motivos políticos. La dictadura militar argentina fue una increíble generadora de dramas, muchos de los cuales llegan al cine o al documental con un “delay” de dos décadas, o tres. Con el solo referente de Trelew de Mariana Arruti en el mundo documental, el caso de los presos políticos no había sido del todo tratado en referencia a los presos que permanecieron en Buenos Aires, en el tortuoso penal de Caseros, que todavía está en vías de extinción desde hace tres años. La cuestión es que la cárcel todavía sigue ahí. Un fuerte trabajo de montaje permitió al realizador Julio Raffo (abogado de profesión) organizar los testimonios por tema. Con lo cual la estructura del relato ganó en dinamismo y homogeneidad, y se presentará hoy por primera vez en el VII Bafici, dentro de la sección “Territorios en tensión”. Estas memorias de la cárcel se enriquecieron, como si los testimonios fueran uno solo. Y en ese sentido también se asemeja al trabajo de Trelew, donde también los testimonios se entrelazaron. Buena parte del material de archivo proviene del Museo del Cine, al mando de David “Coco” Blaustein desde hace unos cuantos años.
La cárcel de Caseros se inauguró el 23 de abril de 1979, por el ministro Alberto Rodríguez Varela, durante el reinado de Videla. Su estructura arquitectónica se inspiró en la mítica Alcatraz que 15 años antes había sido cerrada por “inhumana”. Hubo 1029 presos políticos desde el ’79 hasta el ’85 (más de un año después de haber recuperado la democracia). Casi todos habían sido detenidos durante el gobierno de Isabel. El propio Raffo calcula que había un 60 por ciento de presos montoneros, mientras que el resto era del ERP-PRT. Claro que con el tiempo la memoria puede volverse difusa. Es cierto que las historias de los presos políticos de la dictadura no habían sido analizadas hasta ahora, y en ese sentido el trabajo realizado por Raffo y producido por el Centro de Estudios y Producción Audiovisual de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora funciona como un epitafio de un acontecimiento que todavía no desapareció. Es curioso: tantas cosas desaparecieron de este país en los últimos treinta años, pero la cárcel –a la que quieren demoler por cuestiones de seguridad– no la pueden bajar por cuestiones técnicas. Por ello, se convierte en un espacio de memoria perenne.
La cárcel tenía 1360 celdas, 140 centrales, donde pasaban encerrados 23 horas por día. Los presos que ingresaron al edificio poco antes de que terminaran de desmantelarlo (ahora ya no están las rejas, por ejemplo) evocan el pasado recorriendo el pasillo, la enfermería, el patio, las celdas, la capilla. Con asombrosa cotidianidad hablan de la vida cotidiana adentro, de cómo funcionaban los interrogatorios, de cómo era la comunicación cuando no podían comunicarse. Fue, digamos, un campo de detención “legal”, para los presos que no podían sacarse de encima.
Hablan en el film Manuel Gaggero, Marcelo Vesentini, Julio Mogordoy, Pedro Avalos, Alberto Pizzinini, Carlos Kunkel, Hernán Invernizzi, Hugo Soriani, Ernesto Villanueva, Juan Carlos Dante Gullo, Alberto Piccinini, Valentín Mastrángelo y Martín Jaime, entre otros. Unos treinta años después intentan convivir con su pasado. Y fue, justamente con Caseros... que volvieron por primera vez, ahora convertidos en taxistas, periodistas, diputados. Las secuelas quedan, siguen estando presentes más allá de la ausencia de barrotes. Raffo llegó a filmar después de conocer las historias de esos días setentistas, por dichos de un amigo. Esa convivencia cercana con la muerte tenía una cierta vocación enloquecedora. Y de hecho dos de los presos (Jorge Toledo y Eduardo Schiavone) se suicidaron debido al sadismo destructivo con el que se convivía.
Caseros, en la cárcel se da hoy a las 21 en Hoyts 6, el lunes 18 a las 14.30 en Hoyts 6; y el viernes 22 a las 19.30 en Hoyts 7 .