ESPECTáCULOS
› BAFICI: TRES DIRECTORES ARGENTINOS HABLAN DE SUS FILMS Y SUS EXPECTATIVAS
Soñadores en busca de imágenes interiores
Inés de Oliveira Cézar con Como pasan las horas, Ezequiel Acuña con Como un avión estrellado y Ernesto Baca con Samoa están presentes en la séptima edición del festival porteño y cuentan en qué se parecen y en qué difieren sus films.
› Por Mariano Blejman
El VII Bafici avanza con sus imagenes cotidianas. En el mare magnum de propuestas, en la “Competencia Argentina”, se encuentra una película abierta a la polémica, que dará que hablar durante todo el año. Sin embargo, Inés de Oliveira Cézar, directora de Como pasan las horas, cuenta en su film una historia de final cerrado. Definitivamente cerrado. Todo comienza con una conversación amigable pero tirante de una pareja que vive en alguna casa de campo. El hombre se despierta, desayuna junto a su mujer y su pequeño hijo para salir de viaje a la playa. La mujer, en cambio, va a visitar a su madre, para luego llevársela a una casa de campo. El resto es difícil de describir: con silencios pausados, transcurre una especie de monólogo interior compartido entre padre e hijo, producto de las conversaciones que ambos tienen camino al mar. Así es como pasan las horas. Sin acento en el Como, el título de la película se convierte en una afirmación narrativa, aunque la trama demuestra que el título incorpora una pregunta en lo conceptual. La afirmación “Como pasan las horas” es también: ¿Cómo pasan las horas? ¿Así pasan las horas? ¿Así pasan siempre, o sólo les pasa así a estos personajes? ¿Cómo se puede medir el paso del tiempo en el cuerpo de los protagonistas? “Este Bafici también es una forma de pasar el tiempo, de no sentirnos tan solos”, dice la directora Inés Oliveira Cézar en entrevista con Página/12.
El film tuvo su estreno mundial en la Berlinale de febrero pasado, cerró en marzo la sección “Vitrina argentina” del Festival de Mar del Plata y ahora acaba de pasarse en la sección de “Competencia Argentina” del Bafici. ¿De dónde sale un film tan preocupado por hacer hablar los silencios? “Sale de mi cuerpo, más que de mi cabeza”, cuenta Oliveira Cézar. “Es evidente que mi mente está implicada en estos conceptos, pero todo surge más que nada de imágenes. Vi una peli de Jean-Luc Godard hace poco y me quedé pensando en el tema de la muerte. Godard dice que la muerte es lo posible de lo imposible, lo imposible de lo posible, aunque yo soy otro.”
“La historia de la película no remite a una vivencia en particular. Cuando empecé no sabía que se iba a transformar en una película, eso me permitió desarrollar el guión con total libertad.” Trabajó el material con el dramaturgo Daniel Veronese durante 2003 y 2004. Es intensa la relación que construye el padre con su hijo, en ese viaje hacia el mar que hacen ambos. “Durante tres meses trabajamos con los actores Agustín Alcoba, de cinco años, y Guillermo Arengo (el papá), que se juntaban a jugar.” Pero durante el rodaje en Monte Hermoso, según puede apreciarse en el film, Oliveira Cézar creó las condiciones adecuadas para que ellos volvieran a redescubrirse. “Dejábamos la cámara prendida, para no forzar las conversaciones. No hubiésemos podido filmar sin la cámara High Definition. No hubiese tenido presupuesto para hacerla.” En otro nivel, la relación madre e hija transcurre entre la madurez de la hija que se siente cambiada y los últimos días de su madre. “Creo que la niñez y la vejez transmiten un estado de felicidad similares. Mientras uno es adulto está más ocupado, dedicándose a vivir.” ¿Por qué poner el foco ahí? “Los adultos sufren de sobreadaptación a la supervivencia.”
El vuelo de Acuña
Después de Nadar solo, Ezequiel Acuña llega a este Bafici con Como un avión estrellado. Esta vez, el film centra su mirada en la historia de Nico (Ignacio Rogers), un adolescente que trabaja en una farmacia junto a su hermano –a falta de padres– y que se enamora de Luchi (la chilena Manuela Martelli de B-Happy y Machuca), además de tener que lidiar con las aventuras de su amigo Santi (Santiago Pedrero). ¿Cuál fue la evolución con respecto a su primera película? Ezequiel Acuña habla con este diario de las similitudes y diferencias con su ópera prima. “Hay una continuidad en lo adolescente, en la edad de los protagonistas. Pero el lenguaje es más realista y menos onírico, la puesta en escena cuestiona la omnipresencia que tenía antes la cámara.” Acuña cree que “el corte, el ritmo y los conflictos son diferentes”. Es cierto que Nadar solo tenía una única línea argumental, mientras que este film tiene al menos tres. Con un guión más clásico desde lo formal, Acuña sigue evaluando cómo puede transcurrir la adolescencia. “Me interesa mucho esta etapa de antes de los 30 años. En Como un avión... hay descubrimiento paralelo de los actores: como actores y también como personas.” Ignacio Rogers está en 5º año, lo cual permite a Acuña no mentir en la edad de los personajes. “Se observa esa forma de caminar, esa etapa de crecimiento sin dominio total de las manos, hablando de costado, con una voz no del todo definida.”
Acuña acepta que Nadar solo era una autobiografía, mientras que aquí las experiencias personales se mezclan con otras ajenas. Pero sí, la historia de Santiago y su “preocupación” por los medicamentos psiquiátricos se encuentra cerca de la historia personal del director. “También conocía esa situación de los padres que desaparecen por algún motivo de la vida de alguien, y un hijo se junta con sus amigos, como si quisiera vivir la vida de su papá.” ¿Por qué eligió a una actriz chilena para la trama? “Vi a Manuela Martelli en B-Happy, me pareció que era muy expresiva, tenía una cosa estética y un poder visual importante”, dice Acuña. Sin embargo, el director no cree que tenga –por eso– un lugar especial en el mercado chileno. “No fue ésa mi intención”, aclara.
Sobre el cine independiente, Acuña cree que “está muerto, desde el punto de vista del proceso de producción. La primera película se hace como se puede, para la segunda –si les va bien con la primera– se consigue más fondos, ingresan en industria. Filmar, entonces, se está encareciendo, está todo desproporcionado”. Sobre todo, en un extraño contexto donde parece más negocio filmar que estrenar. “Se corre el riesgo de perder autenticidad, la publicidad maneja mucho dinero, y aparece en el mercado una cosa más mercenaria. Me gusta el camino de Lisandro Alonso. Creo que, salvo él, se perdió cierta pureza artística iniciática.”
(Como un avión estrellado se da el miércoles 20 a las 22.15 en Hoyts 9; jueves 21 a las 21 en Hoyts 6.)
El viaje de Baca
Los 70 minutos de Samoa, de Ernesto Baca, dentro de la “Competencia Argentina” (que va junto a Monobloc de Luis Ortega, posproduciéndose en estos momentos en Brasil, para llegar al estreno) es tal vez la apuesta más riesgosa de la sección. Porque se trata de imágenes ininterrumpidas que se suceden una detrás de otra, conversando entre sí, logrando que incluso los “seres humanos” filmados funcionen como imágenes decorativas, o figurativas, o vaya uno a saber exactamente qué. “Tardé un año aproximadamente en rodar, pero el montaje está hecho durante el rodaje. Digamos que empecé el proceso al revés.” Pero ¿de qué trata Samoa? Una mano que enciende una cámara Súper 8, imágenes de una vieja película que muestra una expedición, una respiración de una mujer, carente de una estructura narrativa convencional. Algunos sugieren que Samoa es para ver a altas horas de la noche, en condiciones muy particulares de ánimo y lucidez. “Es cierto que la película condiciona por su estructura, pero también los niños pueden verla y la pueden entender. El resto es un prejuicio desde lo narrativo.” Su interés por el ¿cine arte?, ¿cine de vanguardia?, surgió del contacto que hizo con Claudio Caldini en sus estudios. “Encontré que había otros canales alternativos”, dice el director, que había hecho Cabeza de palo unos años atrás. “Es obvio que no me siento dentro del fenómeno de cine independiente argentino, el cual también adquiere algunas características de cliché, al repetir temáticas y estéticas”, cuenta a este diario. Las imágenes de Samoa provienen casualmente del año que Baca vivió en San Telmo, junto a Laura Amor y Gadea Quintana; “estuvimos mucho tiempo viviendo en un mismo lugar. Ellas me regalaron un diario de viaje de un samoano del 1900”, cuenta en referencia a la isla de Samoa, que queda en el Pacífico Sur. “Me impactó la idea de este jefe que quería ver cómo vivíamos nosotros, los ‘civilizados’...” Así es como se emprendió este viaje, eminentemente sepia.
Para Baca, su cine sigue un modelo bressoniano donde “el discurso no tiene que ver con la descripción sino que es una especie de alineamiento transversal. La imagen tiene un relato más poético, que produce la misma resonancia, el mismo efecto”. La idea de Baca es “rescatar lo instantáneo”, esa imagen fresca que surge sin la necesidad de maquillar a los actores, una total despreocupación sobre “ese salvajismo, que juega a favor de la historia. Porque Samoa es un viaje a ese lugar que todos soñamos”.
Samoa se da el martes 19 a las 20.45 en Hoyts 10; miércoles 20 a las 16.00 en Hoyts 6 y jueves 21 a las 19.00 en Hoyts 6.