Vie 22.04.2005

ESPECTáCULOS  › MOBY, SU DISCO “HOTEL”,
LA ACTUALIDAD DE LA ELECTRONICA Y EL
ESTADO DE UN MUNDO LLENO DE FUNDAMENTALISMO

“En una multitud fanática no hay sutileza”

En esta entrevista realizada por su sello, exclusiva para Página/12, el músico que puso otro matiz en la escena dance con Play analiza pasado, presente y futuro.

Hace seis años, Moby pasó de figurita tecno a estrella global con Play, un disco notable que sorprendía por la calidez que su autor había logrado imprimirle a la electrónica. Los samples de antiquísimas grabaciones de gospel mezclados con sonidos de la última tecnología se convirtieron en un estilo, que repitió con menos éxito en 18. La fórmula se había agotado, y el calvo cantante y multiinstrumentista supo reconocerlo: el reciente Hotel plantea un paisaje diferente, sin un solo sample y con la mayoría de las voces grabadas por él. “Cuando empecé a hacer el disco no estaba tratando de hacerlo sin samples, pero de repente estaba terminado y me di cuenta de que no había usado samples”, explicó. “No deja de ser irónico, considerando cuánta gente me ve como un artista puramente basado en los samples. Pero no fue intencional. Es sólo una especie de nota al pie interesante del disco, porque cuando estaba haciéndolo, terminé escribiendo algunos cientos de canciones y muchas de ellas eran muy basadas en samples, pero esas no llegaron al disco. Así que, no es como si hubiera dado vuelta la esquina y renunciado a usar samples. Es sólo que este disco no tiene ninguno.”
–¿Por qué Hotel?
–Por una variedad de razones. Si tuviera que sentarme y enunciar cada una, llevaría un tiempo realmente largo. Ante todo, cuando salgo de gira paso mucho tiempo en hoteles y lo que me fascina de ellos es que, cuando recién entrás a la habitación, invariablemente se siente como si fueras la primera persona en entrar a ese lugar. Sin embargo, en algún lugar de tu cerebro sabés que seis horas antes alguien estaba teniendo sexo en esa cama, que el día anterior alguien cortaba con su novia y antes de eso ellos fueron al baño... Quiero decir, lo más íntimo del ser humano sucede en hoteles, pero aun así se sienten anónimos. Cada 24 horas se limpia el hotel y, sé que esto puede sonar extraño, pero pienso que en algunos sentidos eso es análogo a la condición humana. Pasamos un corto período de tiempo aquí y les damos tanto significado a nuestras acciones y a nuestras emociones y a nuestra identidad, y entonces nos morimos y el mundo se limpia como si nunca hubiéramos estado aquí. Es un pensamiento algo deprimente, pero creo que quizá también hace más precioso el breve tiempo que estamos aquí. Sabemos que en un día, en un mes o en años todo será como si nunca hubiéramos estado.
–¿Hay algún tema dominante que recorre el álbum?
–No sé, es simplemente un disco muy humano y está basado en mí y en mis experiencias. Con suerte eso resonará también en otra gente, pero no es como un disco de Pink Floyd donde hay un concepto dominante.
–¿Cómo diría que se relaciona este disco con el anterior, 18?
–En cierto sentido, es una continuación de algunas de las cosas que comenzaron con 18. Trato de hacer una música cálida, emocional y humana, a la que se pueda responder en un nivel muy humano. Como la hice casi exclusivamente por las mías y no la toqué para demasiada gente cuando estaba haciéndola, por eso sentí que 18 era un tanto más largo que lo que debería haber sido. Algunas de las canciones eran un poco largas. Algunas de las canciones probablemente deberían haber sido lados b. Todavía me gusta 18, pero quizá se hubiera beneficiado por una mano más agresiva en la edición y en el truncado. Creo que Hotel está un poco más en foco.
–¿Cómo lo afectan las críticas de un disco cuando hace el siguiente?
–Cuando hago un disco, es agradable que la gente responda positivamente. Si trabajo un año o dos haciendo un disco, lo publico y los críticos lo destrozan, obviamente es deprimente. No necesariamente hago discos que están dirigidos a los periodistas y los críticos. Si tratara de hacer discos que sólo le gusten a la prensa, creo que haría discos muy cautelosos y... ya hay gente que es muy buena para eso. Hay muchos artistas con carreras enteras sólo haciendo discos para los periodistas. Hicieron grandes discos, pero tienden a ser bastante cautelosos. Quizá ni siquiera le parezcan cautelosos a nadie más, pero cuando veo a un artista cuyo enfoque para hacer un disco es calculado y deliberado... no quiero dar nombres porque muchos de ellos son amigos míos y son buenos en lo que hacen, pero sentís esa clase de cautela crítica. Como si no quisieran hacer nada que pueda ofender al establishment de la crítica.
–El álbum abre y cierra con instrumentales. ¿Hubo una razón específica?
–Hotel Intro, la que abre, y Homeward Angel, que cierra, son dos piezas melódicas de música electrónica medio bucólica sin voces. Me gusta la idea de marcar el tono del disco con un track introductorio. Para continuar con la analogía del hotel, es como entrar al lobby. En buena medida, tus primeras impresiones son las que determinan cómo vas a responder. Tu primera impresión en una cita, cuando entrás a un restaurante, al lobby de un hotel, cuando escuchás un disco o la primera página de un libro, en cierta medida determina cómo vas a responder al resto de la experiencia.
–¿Se imagina un hotel en particular cuando piensa en este disco?
–Soy dueño de un pequeño restaurante llamado Teany, en el Lower East Side de Nueva York, un barrio que solía ser muy, muy peligroso y que ahora está poniéndose burgués rápidamente, pero del modo más extraño: todavía hay muchos alojamientos subsidiados por el gobierno y también yuppies como yo que se mudan al lado. Tengo este pequeño restaurante en Rivington Street y cruzando la calle levantaron un hotel inmenso. La mayoría de los edificios del Lower East Side son viejas viviendas de cuatro o cinco pisos, y construyeron este Rivington Hotel, de 25 pisos. Parece una nave espacial que acaba de aterrizar en el barrio. A mucha gente de ahí no le gusta, pero a mí me encanta porque la naturaleza de Nueva York es el cambio constante. Y el hotel crea una impresionante juxtaposición en la que tenés una vivienda de 130 años justo al lado de este hotel resplandeciente. Vi cómo lo construían y me hice amigo de quienes lo estaban construyendo. Hicimos muchas de las fotos para el disco en ese hotel, así que, hasta cierto punto, ésa es la clase de hotel en la que pienso.
–Uno de los puntos altos es Raining Again. ¿Qué lo motivó a escribir esa canción?
–Bueno, en un sentido levemente más personal, está motivada por la canción Who’ll Stop The Rain, de Creedence Clearwater Revival. Es extraño, y no sé si esto vaya a tener sentido, pero es una especie de híbrido, porque es política y personal al mismo tiempo. Hay que pensar en una canción como Heroes, de David Bowie, que por una parte es muy romántica y personal, pero también hay un subtexto político o de política cultural. No quiero decir que Raining Again sea ni de lejos tan buena como Heroes, pero es mi intento de hacer eso, como mirar a temas muy íntimos, pero enmarcarlo en un contexto político más amplio. Es un poco difícil de explicar porque hay una especie de ambigüedad inherente en eso. Y es difícil dar en el clavo con la ambigüedad.
–Algunas de las canciones parecen tener algo bowiesco. ¿Cuánta influencia tuvo David Bowie en su vida y su música?
–David Bowie es mi músico favorito del siglo XX –él y George Gershwin– y nunca me preparo para hacer canciones que sean homenajes a mis músicos favoritos, pero creo que termino haciéndolo, aun sin intención. Hay una canción llamada Spiders, que en buena medida es un homenaje a Bowie, en lo lírico y lo sonoro. Había escuchado que David Bowie había sufrido un ataque al corazón y –esto podría sonar morboso y espero que no sea así– imaginé qué hubiera sucedido si hubiera muerto. Spiders fue una canción escrita como si Bowie hubiera muerto, aunque ojalá eso no sucediera nunca. Spiders es muy específicamente un homenaje. Y si el resto del disco tiene algo bowiesco, no es intencional, pero uno no puede evitar ser influido por los discos que amó cuando crecía.
–El primer single es Lift Me Up, que parece inspirada en el contexto político. ¿Es así?
–EE. UU. acaba de emerger de un ciclo eleccionario muy doloroso y el país está dividido. El mundo está definitivamente dividido y muchos eruditos están como esperando, tratando de analizar y entender esta división. ¿Es urbano versus rural? ¿Son los de la costa contra los mediterráneos? Desde mi perspectiva, y perdón por ser pretencioso, la gran división del mundo hoy es entre la complejidad y la simplicidad. El mundo es un lugar muy complicado, se mueve muy rápido y está compuesto de trillones de variables diferentes. Algunos estamos relativamente cómodos con ese hecho. Vivimos en grandes ciudades o vivimos en los suburbios y estamos cómodos con el hecho de que el mundo sea complicado, intrincado y con matices. Pero creo que eso es muy amenazador para mucha gente y creo que eso es lo que estimuló el ascenso del fundamentalismo –en el mundo cristiano y en el islámico–, es gente obteniendo mucho confort en esas viejas certezas que nunca fueron realmente certezas, pero que se convirtieron en eso con el paso del tiempo. Y como la elección en EE. UU., en gran medida fue la división entre gente que quiere mantenerse aferrada a verdades simples –incluso si en el fondo sabe que esas verdades ya no tienen relevancia o validez–, y gente que reconoce que el mundo es un lugar complicado y con matices. Entonces, Lift Me Up trata sobre la simplicidad y esa suerte de mentalidad mafiosa. Cuando veo imágenes de miles de fundamentalistas islámicos o cristianos, lo que veo es esa especie de efecto narcótico que ocurre cuando gente que piensa parecido se junta y grita. Ya sean fanáticos del fútbol, cristianos renacidos, republicanos o fundamentalistas islámicos, la respuesta... Todos suenan igual y se ven igual. Una multitud... No hay sutileza en una multitud. Y con una multitud de verdaderos creyentes no importa realmente en qué crean, están atrapados en esa cualidad narcótica de pertenecer a un puñado de individuos con pensamientos parecidos...
–Hace poco grabó bajo el alias Voodoo Child. ¿Fue porque no puede hacer todo lo que quiere bajo el nombre de Moby?
–Mientras hacía Hotel grabé entre doscientas y trescientas canciones, y sólo se puede poner determinada cantidad en un CD, así que tengo un montón de canciones esperando. Y tengo que pensar qué quiero hacer con ellas, así que, o se las doy a otros artistas, o me invento seudónimos o las publico como lados B o bonus CD. Porque tengo un montón de música y odio tener que guardarlas en un estante para que desaparezcan para siempre.
–Usted comenzó en una banda punk. ¿Qué le quedó de aquellos ideales?
–Habiendo crecido y tocado en bandas punk, pienso que lo que me quedó es la creencia inherente de que el status quo usualmente está equivocado –y no hablo de la banda Status Quo–, de que el mainstream siempre es sospechoso y que la cultura mainstream siempre va a ser de concesiones y con carencias. Y que es más importante creer en uno mismo y en lo que uno hace que basar las creencias en la opinión de otra gente.
–¿Y del acid house?
–El espíritu de celebración, eso que ocurría en 1990, ’91 y hasta mediados de los ’90, ver 10 mil personas en éxtasis levantando sus manos por un gran track de house con piano y voces femeninas. Es una experiencia muy profunda y espero que todavía siga influyendo en mí.
–¿La música dance murió?
–Al vivir en Nueva York y estar tan enfocado en mi propia música y toda clase de cosas subordinadas, tengo que decir que estoy un poco falto de contacto con el mundo de la música dance underground. O sea, salgo y la escucho y la disfruto, pero si tengo que decir si el dance murió o está saludable... A mí me gusta lo que escucho. Cuando voy a escuchar los discos que ponen mis amigos DJ, son buenos discos. Así que, en términos de creatividad, parece que hay cosas buenas. Parece que ya no es la megaindustria que era hace seis años, pero está bien. Las cosas cambian.
–¿Cómo ve su futuro?
–Es extraño... Hace muchos años que hago discos y por una parte amo hacer música, grabar, publicar y salir de gira, porque es un proceso excitante. Lo único es que es un trabajo raro en el que la mitad del tiempo estás en casa trabajando intensamente en el disco y entonces es como si pusieras tu vida en pausa y empezás a viajar y a salir de gira. Y cuando volvés tratás de ponerte al día. Es difícil desarrollar una vida hogareña cuando todos los años es interrumpida durante varios meses para salir de gira. No es una mala vida, pero cuanto más crezco, pienso que en algún momento sería agradable tener un poco más de vida doméstica estable y establecida. Quiero hacer música y me encantaría continuar haciendo discos, sólo pienso que sería lindo, quién sabe, quizá dentro de cinco años, parar un poco. Pero hay una gran posibilidad de que en los próximos cinco años haga un disco que no le guste a nadie ¡y que el mercado me haga parar de prepo!

Traducción: Roque Casciero

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