Mié 25.05.2005

ESPECTáCULOS  › UN RECORRIDO POR LA MAÑANA DE LOS CANALES DE AIRE

Recetas, pediatras y payasos

Mix de géneros, mujeres chismosas, humor ramplón y pedagogía para principiantes conviven en la franja de 9 a 12, en la mañana redescubierta por tres de los canales de aire.

› Por Julián Gorodischer

A las 9 empieza el griterío: las conductoras de la mañana hablan fuerte y rápido tomando préstamos de formatos conocidos. Está la diva rubia de diván (Paula Trappani, en Buenos días Argentina, por Telefé), la torpe simpática (Maby Wells en De 9 a 12, por Canal 9) contra el capocómico de living (Jorge Guinzburg, en Mañanas informales por Canal 13). Todos cultivan una pedagogía para principiantes que se preocupa por enseñar a hacerlo desde cero. Son las 9.10 y en los tres canales se alecciona sobre cómo comprar barato, cómo recuperar a un ex y cómo cocinar sencillo ahora que la conductora se reivindica como inútil (en herencia de Mariana de casa, con Mariana Fabbiani) y la ecónoma evolucionó en chef metrosexual (Telefé), o gordita con tonada paraguaya y voz de pito (ex Utilísima, ahora Canal 13), o charlatana en racconto perpetuo de la peripecia sexual (Canal 9). El más divertido es el metrosexual (así se lo presenta) que cocina junto a la Trappani. Nunca abandona la semántica sexual: lubrica la sartén, desnuda la cebolla, corta el chorizo colorado, arma la tortilla... Y la risita maníaca, de fondo, no lo abandona.
Los programas de la mañana son híbridos que se parecen al concurso de preguntas y respuestas, al ciclo de cocina, al magazine y al karaoke, pero en Buenos días..., de pronto, domina el tono del talk show escandaloso, cuando la diva de living (levemente extraviada, en continuo desplazamiento desde el sofá a la escalera) atiende por teléfono a una paciente. Aquí, como en ningún otro horario de la tele, ingresa la historia de vida (el caso) respondiendo al interrogante, esa pregunta que exige llamaditos y mails hasta que el envío se termine. “A ver contame, contame, cómo lo sorprendiste, contame exactamente, qué hiciste... ¿y cuando te vio la otra qué cara puso?, ¿y la cara de él?... (pucherito... risa)..., ¿y te convenció de volver?”, guía la Trappani, rapidito para llenar el cupo de drama de la mañana. La que llama está respondiendo sobre Infidelidad, sólo por un rato porque luego llega el tiempo del consejo femenino sobre el mismo tópico, aquí con el status de qualité que darían las citas a Wagner y Goethe a cargo del panelista Jorge Dorio.
A las 10, es tiempo –en los tres canales– de que aparezca un elemento disonante, un cambio de tono (virando al desafinado) que marca distancia con el magazine de las tardes. El mañanero concibe la irrupción de un payaso mala onda (en el 13), una vaca y un gaucho (en el 9) o un licenciado loco para que humillen al plantel haciendo chistes bobos o invadan el primer plano para desencajar la imagen. El humor físico se ensaña con Maby (bajo acoso del gaucho) pero no con la Trappani, que mira desde afuera las locuritas del licenciado (bombas de humo, tropiezos o empujones). El payaso del 13, en tanto, invita a los chicos a planes impropios para la madrugada. Pero, entre todos, Maby Wells es la que mejor se entiende con el slapstick comedy: pega la cachetada a un borracho, persigue a la vaca, tartamudea las noticias, ríe y mira al off; entorpece la labor en la cocina, bardea con la cocinera, recuerda noches salvajes perdidas y se gana el liderazgo de la franja (con un promedio de seis puntos de rating), consciente de cuánto cotiza por estos días el decontracté y la carnalidad para humanizar al famoso. En el mismo plan, Ernestina Pais, coequiper de Guinzburg, dice que nunca cocinó un arroz, y recibe, orgullosa, el mote que le otorga el conductor: ¡Burra!, grita Guinzburg. Para ser queridos –saben– insisten en su imperfección, se separan del mito de la eficiencia, se declaran cultores del valor no aspiracional que marca la diferencia. “Soy un ser superior gracias a mi altura: aprendí a peinarme sin mirarme en el espejo, no me agarro del pasamanos...”, crece Guinzburg en cada monólogo cómico. Sólo Buenos días..., mantiene el aire clásico: voces impostadas de locutor, entrevistas a figuras del canal en fidelidad al autoaviso: la mañana es el espacio dedicado a la promoción. La chica que conduce a la mañana, en todos los canales, es una de 30, autorreferencial, gustosa de ventilar la vida privada (los levantes de Maby), proclive a la carcajada sonora y el subrayado del blooper propio y/o ajeno (Ernestina Pais), más afín a las señoras Utilísima con poca o ninguna opinión propia (Paula Trappani) regida por las leyes del enigma, esa pregunta mítica que es único sostén y destino del programa matinal. Importado de la radio, impuesto como columna principal, el enigma versará sobre infieles, ociosos o sexópatas. Y acumula una variedad de casos sin llegar a conclusiones, nunca. Las chicas de la mañana, que se encargan de leer las respuestas ante cámara, son el resabio tardío de la era reality: el último espacio que la TV reservó a la gente común. Es el acto insuficiente de justicia con los comunes: Pais, Wells y Trappani se hacen cargo de los restos tardíos de historias de vida, eso sí, al modo de la tele: recortados, monotemáticos y efectistas. El enigma, a las 11.45, se enuncia apurado, nervioso... en medio del palabrerío de pediatras enfáticos o decoradoras. Y es el único modo de neutralizar el drama personal, aquí convertido en motivo para seguir haciendo bulla, sin importarles que del otro lado se oiga, en ese instante: mi marido me engañó... no me animo a salir de mi propia casa... estoy sola...

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