ESPECTáCULOS
› EL PROFESOR JIRAFALES, DE GIRA EN ARGENTINA
“El éxito de ‘El Chavo’ es una obra de la gracia de Dios”
Su verdadero nombre es Rubén Aguirre, aunque el mexicano admite que sólo se lo conoce por su personaje en el ciclo de Roberto Gómez Bolaños, con quien admite haber discutido mucho por lo que llama “un chantaje sentimental”.
› Por Emanuel Respighi
Aunque el nombre de Rubén Aguirre no le dice nada a nadie, no es descabellado decir que es uno de los actores mexicanos más conocidos de la historia. Para entender esa afirmación, basta con señalar que se trata del actor que durante un cuarto de siglo –desde 1970 hasta 1995, año en que se grabó el último capítulo– interpretó al recordado Profesor Jirafales, el enorme maestro de escuela de El Chavo, el ciclo creado por Roberto Gómez Bolaños. Sin embargo, Aguirre reconoce que la condición por la que es reconocido en todo el mundo, el famoso latiguillo “¡Ta ta ta tá!” que espetaba su personaje cuando se enojaba, no es de su autoría. “Se lo robé a un profesor de mi niñez”, reconoce, con una sonrisa pícara, a Página/12. “Se llamaba Celayo Rodríguez”, detalla. “Era un viejecito que tuve cuando tenía 7 años. Cada tanto, cuando se enojaba, hacía el ¡Ta ta ta tá!. Yo lo exagero un poco, pero juro que lo hacía así de ridículo.”
Aunque El show de El Chavo sigue siendo uno de los ciclos de mayor público de Telefé (diariamente promedia los 17 puntos), el arribo de Aguirre obedece a una gira que el actor está realizando por el país en el marco del espectáculo multidisciplinar Maravillas. Chicos 2005, que hoy y mañana, a las 16, se presenta en el teatro Broadway (Corrientes 1150). ¿Qué es lo que hará Aguirre en este espectáculo? “Voy a ser al profesor Jirafales, por supuesto. ¿O usted cree que la gente va a pagar la entrada para ver a Rubén Aguirre?”, pregunta, conociendo el magnetismo que despierta su histórico personaje. “Es un Jirafales que evolucionó en el tiempo: ahora tiene barriga, el pelo está canoso y tiene muchas arrugas...”, bromea.
–Dada la vigencia de El show de El Chavo en la TV de América latina, ¿le resultó imposible alejarse del personaje del profesor Jirafales?
–Es que la gente ni siquiera sabe mi nombre real. Cuando me ven por la calle, en cualquier país, me gritan “Profesor Jirafales”. La gente me muestra mucho afecto. No sólo los argentinos, sino también los paraguayos, bolivianos, chilenos, uruguayos... Vine en los setenta y fue un furor, vine en los ochenta y lo mismo, vine en los noventa y el afecto no finalizaba. Y ahora vengo en el siglo XXI y me siguen halagando.
–¿En México le pasa lo mismo?
–En México también recibo el mismo afecto. Aunque, a decir verdad, tal vez por el hecho de vivir en México, el calor de la gente se hace sentir un poco menos que en el resto del mundo.
–¿Por qué cree que pese al paso del tiempo El Chavo continúa vigente?
–Saber por qué El Chavo continúa vigente entre las preferencias del público es como tener la llave del éxito. Es más fácil explicar un fracaso que un éxito. A esta altura de mi vida, después de haber analizado el programa durante muchos años, la explicación más racional que he encontrado es que el éxito de El Chavo es fruto de la gracia de Dios. Es un don que nos cayó del cielo sin merecerlo.
–¿Por qué “sin merecerlo”?
–Pues, porque yo conozco a muchos actores muy buenos que no les ha caído este éxito. Y son iguales o mejores actores que los que hacíamos El Chavo.
–Quizá la diferencia es que un buen programa no sólo se hace con buenos actores.
–La única respuesta que encuentro, aun sabiendo que parece un poco presumido, es que El Chavo es lo que es porque se trata de un programa muy bueno. Y cuando las cosas son buenas tienen éxito y triunfan. El Chavo es un buen programa a todo nivel: tiene guiones exactos, una excelente dirección, un tipo de humor muy especial, un excelente cuadro de relaciones entre los personajes y un buen elenco... El programa tiene mucha calidad, lo que le permitió sobresalir. Los ciclos que no tienen calidad no perduran. Pueden ser éxitos momentáneos, pero no históricos.
–¿Una de las claves del éxito de El Chavo puede ser que además de hacer reír conlleva una reflexión sobre la realidad?
–Puede ser. En ese sentido, para ser franco, yo discutí mucho con Roberto (Gómez Bolaños) sobre lo que llamo “chantaje sentimental” de El Chavo. Yo no estaba de acuerdo con el estremecimiento del público a través de El Chavo. La veta melancólica y pobre de El Chavo se me hacía muy forzada. Roberto me hizo dar cuenta de que yo estaba equivocado. No me parecía muy válido que en un programa de risa se trate de chantajear a la gente.
–La palabra chantaje suena fuerte...
–Es fuerte, pero eso es, ¿o no? A ver: las moralejas que deja El Chavo me parecían excelentes. En el programa siempre había mensajes a favor del estudio, de la limpieza, de la honestidad, de la familia... A lo que me refiero con “chantaje sentimental” es a eso de que en determinadas situaciones El Chavo se iba de la vecindad con el palito y su poca ropa harapienta. No hay que confundir moraleja con cierto sentimentalismo cursi que tenía el programa.
–Existe el mito de que Roberto Gómez Bolaños era muy autoritario. ¿Era realmente así?
–Los actores teníamos un buen diálogo con Roberto. Lo que sí es cierto es que no se grababa nada que no estuviese escrito o ensayado. Todos teníamos libertad para acercar ideas, pero teníamos que consultárselas a él. Se podía hacer todo lo que uno quería siempre y cuando se lo consultase previamente. Si en el guión figuraba que a mí me den una cachetada que me daba vuelta la cara, y a mí se me ocurría tirarme al piso, Roberto inmediatamente cortaba la escena. Pero no por autoritario, sino para que todos supieran lo que íbamos a hacer previamente. Ese es el éxito de un buen programa. Yo veo en otros ciclos que cada quien dice y hace lo que se le da su gana, tratando de ser más chistoso que otro. Todos quieren sobresalir. En El Chavo había conciencia de equipo, cada uno cumplía con su rol. No había nada de improvisación.
–¿Cuáles fueron las verdaderas razones de la finalización de El Chavo?
–Roberto se sentía muy cómodo haciendo “El Chompira” porque era un personaje de su edad. Pero ya no podía hacer de niño. El era muy inteligente y en su momento lo dijo: yo no voy a permitir que El Chavo decline. Roberto no permitió que nos vieran a nosotros viejos. Yo soy el único descarado que anda por aquí porque un profesor puede ser de cualquier edad.
–¿Se preguntó alguna vez qué hubiera sido de usted sin El Chavo?
–Me lo he preguntado muchas veces... y cada vez que lo hago me pongo a temblar (risas).