Jue 07.07.2005

ESPECTáCULOS  › CLAUDE CHABROL HABLA DE “LA DAMA DE HONOR”,
SU PELICULA NUMERO 54

“Para mí la familia es un fraude”

Prolífico como pocos, con La dama de honor Chabrol ha logrado superar las 53 de Alfred Hitchcock, uno de sus maestros confesos. “Primero, trato de introducir al espectador en la cotidianidad y, después, que no se sienta cómodo en esa cotidianidad”, dice el legendario director de La ceremonia.

› Por Horacio Bernades

“Perdón por la demora”, se excusa monsieur Chabrol, que llega a la entrevista con más de media de hora de retraso. Luce un gran entusiasmo, y esos famosos ojitos pícaros le bailan más que nunca. Hay razones para tanta exultación. “Vengo de comer unas ‘angulas al pil pil’ que estaban magníficas”, aclara el hombre de anteojos y prominente nariz. Para un gourmand de su porte (pocas cosas más célebres que las comilonas chabrolianas, dentro y fuera de la pantalla), la ciudad vasca de San Sebastián es como un coto de caza privado, que el cazador de delicias culinarias se ocupa de expoliar hasta la última angula. De hecho, se rumorea que Chabrol va a San Sebastián no tanto a presentar películas o hablar de ellas como a disfrutar de la cocina donostiarra, famosa en el mundo entero.
Tan cierto no debe ser, porque llegado a San Sebastián para presentar su última película, La dama de honor (que hoy se estrena en Argentina), el creador de El bello Sergio, El carnicero y Gracias por el chocolate demuestra la mejor predisposición, tanto en la conferencia de prensa como durante la entrevista con Página/12. Festivo, del mejor ánimo y dueño de una curiosidad que lo lleva a clavar en cada interlocutor su mirada bailarina, Chabrol suele estallar en una risa loca, que irrumpe en medio de la conversación de modo tan imprevisto como la aparición de un cadáver en el closet, una figura frecuente en su último cine. En su película más reciente, La dama de honor –opus 54 en una carrera que ya va para el medio siglo– quien es sin duda el máximo adaptador de novelas policiales a la pantalla vuelve a trasplantar a Francia la obra de la inglesísima Ruth Rendell, como ya había hecho en La ceremonia.
Sumamente prolífico y de producción casi tan regular como la de Woody Allen, con La dama de honor Chabrol ha logrado superar las 53 de Alfred Hitchcock, uno de sus maestros confesos. Y ya tiene la número 55 (eso sin contar su abundante producción para televisión) lista para salir. ¿Se verá La comédie du pouvoir, título chabroliano por excelencia, en la próxima edición de San Sebastián, al final de este verano boreal? Seguramente. No se va a andar perdiendo Chabrol angulas, mariscos y degustaciones varias, teniendo la mejor excusa para hacerlo.
–Siendo Hitchcock uno de sus máximos referentes, en La dama de honor usted parecería darse el gusto de fusionar dos de sus películas. La idea del pacto asesino, que en este caso celebran los amantes, evoca inevitablemente las premisas de Festín diabólico (La soga) y Extraños en un tren, también conocida como Pacto siniestro.
–(Chabrol pone primero una cara que hace sospechar que la pregunta debe haber sido un perfecto disparate; luego contesta un poco más en serio.) Mmmhhh... déjeme pensar... No creo que sean películas muy parecidas. En La soga, la idea del crimen perfecto les sirve a los protagonistas –que por lo demás son claramente una pareja homosexual– para expresar su ilusión de superioridad enfermiza con respecto al resto de los mortales. En mi película se trata de un pacto amoroso –loco pero amoroso– entre un muchacho y una chica, que lo que vendría a refrendar es justamente ese amour fou entre ambos. En cuanto a Extraños en un tren... la propuesta de intercambiar crímenes se parece, es verdad, pero en la película de Hitchcock hay un componente malsano que no reconozco en la mía.
–Pero Senta, la protagonista de La dama de honor, muy bien de la cabeza no está...
–Puede ser que sea extremadamente peligrosa, pero lo seguro es que no tiene un gramo de perversidad. La perversidad es otra cosa. Ella es un ser absolutamente puro. Vive en su propio mundo, sí, pero ese mundo es coherente y transparente. No tiene dobleces, no es inmoral, no la guía el sinsentido.
–¿Lo que usted quiere decir es que más dudosa es la moral de la familia de Philippe, el protagonista?
–Mire, la familia... La familia es uno de los mayores fraudes que existen.
–¿Se refiere a la familia de Philippe?
–¡No, me refiero a la familia en general, a todas las familias, a la idea misma de familia! (Aquí Chabrol estalla en una de esas risotadas que hacen temer por su salud, o por la del interlocutor.) Es de por sí un concepto tremendo, al menos en su versión tradicional. Cuando da forma a una estructura social, se vuelve algo atroz.
–Corroborando sus palabras, en su obra cinematográfica usted no se caracteriza por su piedad hacia las familias. Más aún si son burguesas...
–Ah, ¿lo notó? (Nueva risotada.)
–En sus películas, toda reunión familiar suele ocultar alguna perversidad, y en eso los rituales, las comidas, ocupan un lugar esencial.
–Sin embargo, habrá notado que la familia de Philippe no es burguesa.
–No, efectivamente. Son pequeños burgueses de provincia, a diferencia de los de La ceremonia o La flor del mal, para poner dos ejemplos cercanos. ¿Qué pasó que cambió de clase social?
–Estaba un poco aburrido de andar siempre en los mismos ambientes y no quería repetirme, así que me propuse cambiar un poco de aires. En el caso de Senta, incluso, se hace difícil determinar a qué clase social pertenece. Es una especie de desclasada que vive en un palazzo campestre semiderruido y bastante abandonado. Tal vez ella esté más allá de las clases ...
–Como suele estarlo la locura. Volviendo a la familia de Philippe, no serán burgueses pero tienen secretos para esconder.
–Sí, pasan cosas con la hermana menor de Philippe que terminan llevando a la familia entera a la comisaría. Hasta la madre parece querer abandonar la familia, cuando se pone de novia y está a punto de mudarse.
–A su vez, la relación entre Philippe y su mamá tiene un alto contenido erótico. De hecho, usted filma la primera escena entre ellos como si se tratara de un encuentro sexual.
–Tal cual. Primero los filmo a ellos en la cocina. Hablan de nimiedades, pero Philippe mira a su mamá como se mira a un objeto de deseo. De allí corto a un busto que tienen en su jardín, y a partir de ese momento Philippe se vinculará con el busto de una manera totalmente fetichista. Tal vez haya quien interprete esa figura como proyección de lo que la mamá representa para Philippe, pero conviene no olvidar que él la encuentra enormemente parecida a Senta. En las películas hay que tratar de que los mensajes no sean unidireccionales, detesto los símbolos en cine. Aunque pensándolo bien, en La dama de honor me permití incluir uno...
–¿Cuál es?
–La caca en la que se resbala un policía, sobre el final de la película. (Nueva risotada, aún más loca que las anteriores.)
–Usted hablaba de la manera en que introduce el busto, que ocasiona en el espectador una mezcla de extrañeza e inquietud, como si hubiera algo larvado allí. Esta forma de mostrar o sugerir es uno de los elementos claves de su estilo, como puede constatarse en La dama de honor.
–Trato de introducir al espectador en la cotidianidad, y trato también de que no se sienta cómodo en esa cotidianidad. Para eso, creo algunas “molestias” visuales: un personaje que se para delante de un televisor y no deja ver; una madre y su hijo que se comportan como amantes; un busto fotografiado de tal manera que parecería rodearlo una aureola casi religiosa...
–En La ceremonia, que también estaba basada en una novela de Ruth Rendell, se generaba entre las protagonistas un tipo de vínculo que losespecialistas describen como folie-à-deux. ¿No sucede lo mismo entre Philippe y Senta?
–Se atraen porque son polos opuestos: Philippe es la razón; Senta, la pasión. Una arrastra al otro, nada los retiene. La diferencia con La ceremonia es que aquí asistimos al surgimiento de la folie-à-deux, su momento inicial.
–Cuando Philippe conoce a Senta, usted señala mediante un lento travelling el impacto que ella le produce.
–Sí, pero también me permito un truquito, que consiste en vestir a Senta con un vestido bastante horrible. Además hice que la actriz, Laura Smet, tuviera la actitud de una vaca, para que a partir de ese momento el espectador se fascine cada vez más con ella.

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