Lun 11.07.2005

ESPECTáCULOS  › JAVIER RAMA, DIRECTOR DE LOS MACOCOS, HABLA DE “SUPER CRISOL (OPEN 24 HORAS)”, EL NUEVO ESPECTACULO DEL GRUPO

“Discriminar es algo congénito en los porteños”

La banda teatral que en noviembre cumplirá 20 años de actuación vuelve con un musical que desarrolla una intriga de corte policial en un supermercado chino. “Nuestro objetivo es desarmar asuntos serios para después rearmarlos desde el humor”, dice Rama.

› Por Hilda Cabrera

Ingresó último en el grupo Los Macocos y, según dice, para desordenarse. “Nuestro slogan del comienzo era Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen”, sostiene hoy Angel Rama, director de esta banda de teatro que cumple en noviembre los veinte años de su creación, que en realidad comenzó a festejar desde “recuentos” del tipo Macocos: algunos grandes éxitos 85/95. Ahora es el turno de Super Crisol (Open 24 horas), musical que desarrolla una intriga de corte policial desencadenada por un crimen, tragedia que no apaga la chispa característica del equipo. Esta puesta, que se verá a partir de este miércoles en el Teatro Alvear (Corrientes 1659), no será la única: el cumpleaños será celebrado con una performance que completarán con artistas invitados, especialmente aquellos que participaron de sus obras.
“Parafraseando al tango, uno puede decir que veinte años no es nada, pero en ese tiempo crecimos juntos y atravesamos muchos ejes hasta alcanzar este estadio actual de socios, hermanos y amigos”, puntualiza Rama, aludiendo a los actores Daniel Casablanca, Martín Salazar, Marcelo Xicarts y Gabriel Wolf. “Aquella consigna de romper con ciertos cánones de la época nos fue acercando a los cómicos rioplatenses, a una tradición que nosotros, de alguna manera y con orgullo y cariño, encarnamos.” El director condensa parte de esa tradición en los humoristas Juan Verdaguer, Pepe Arias, José Marrone, Pepe Biondi y los uruguayos de La Tuerca, “gente fantástica y con un humor que no envejece”. Esa identificación, aunque reelaborada, es uno de los muchos atractivos de La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi, donde el equipo se adueña con sello propio de un teatro popular que –en opinión de Rama– arrancó con la familia Podestá y fue en general castigado por la crítica, que lo consideró burdo y poco serio, cuando en realidad era expresión de una época y de determinados sectores de la sociedad.
–Una sociedad de mezclas, donde la cultura de los inmigrantes influía y mucho. ¿Qué sucede con esta otra inmigración retratada en Super Crisol...?
–A comienzos del siglo XX, el conventillo era un lugar de cruce de inmigrantes. Ahora, imaginamos que ese lugar simbólico es el supermercado, un templo donde se encuentran o desencuentran distintas culturas, la de un chino, por ejemplo, un centroeuropeo, que en Crisol... es un rumano, la de un boliviano y paraguayo. Hasta el argentino que aparece en el espectáculo tiene un rol de extranjero en su propio país. Este es un argentino discriminador, codicioso y arrogante, inductor de todos los males.
–¿Para contrarrestar la parodia sobre los otros personajes?
–Lo nuestro es humor y no intención de victimizar a quienes llegan al país con ganas de trabajar.
–¿Por qué ese acento en el tema de la discriminación?
–Discriminar es algo congénito, especialmente en el porteño, al que tampoco victimizamos, porque finalmente todos los personajes tienen en la obra “razones” para ser malvados: son títeres del sistema y su discriminación es “sistémica”.
–¿Lo es también la de los inspectores en busca del asesino?
–Ellos representan a los Macocos, como los científicos en Continente viril o los presentadores en ...Marrapodi. Forman parte de la trama y son sus observadores. Este recurso permite a los actores desdoblarse.
–¿Se asignan roles de acuerdo con los aspectos más llamativos de cada actor?
–En el primer esquema de la historia de Macocos, Daniel aparecía como el más gracioso, Martín el más elocuente y seductor, Marcelo era el serio y Gabriel el tonto. Eso era algo así como el clown de cada uno. En cierta forma esos “signos” perduran pero modificados. A veces el cambio es drástico y buscamos directamente el contraste. Lo definitorio es que el personaje les resulte atractivo y lo encarnen con placer.
–¿Existe una relación entre crimen y supermercado?
–No, pero pensamos en la gran cantidad de supermercados que se fueron abriendo y en la multiplicación de la criminalidad. La sociedad argentina está hoy impregnada de términos y de realidades que identifican y muestran a culpables y testigos, víctimas y victimarios. No diría que a partir de Cromañón sino de antes, pero en este momento los temas de la responsabilidad y la culpa le dan un nuevo sesgo a la vida social. Aquel “crisol de razas”, como se lo llamó, tan importante a comienzos del siglo XX, se fue fracturando durante los ’90 y ahora la marginalidad y la violencia tienen una presencia muy fuerte en nuestra vida social. En Super Crisol... no aspiramos a pintar el gran mundo sino un universo chiquito. Del conventillo de los años ’30 pasamos a esta Babilonia o conventillo productivo del supermercado, al que acude gente con necesidades concretas y donde se precariza el trabajo. Quiero aclarar que, a pesar de esta reflexión sombría, el espectáculo es gracioso, porque nuestro objetivo es desarmar asuntos serios para después rearmarlos desde el humor.
–¿Otro símbolo de precarización sería la cajera?
–Ella es la puerta de entrada y salida, la que tiene contacto con el cliente y uno de los personajes más victimizados.
–Otro tanto pasa con los que son empujados a la riña, aunque parezcan más fuertes...
–Nos pareció interesante mostrar ese aspecto. Los mostramos a la manera de una riña de gallos y con cantantes y bailarines haciendo de espectadores o de “coro” teatral. Colabora en esto la música de Kevin Johansen y la dirección musical de Pedro Onetto. La coreografía de María Ucedo (del grupo El Descueve) nos relaciona con la actividad física de impacto, más allá de que nos damos el gusto de parodiar las comedias musicales argentinas.
–Sin embargo, en ese “crisol de razas” algunos le escapan a la pelea...
–Sí, la familia china que emigró con un abuelo que imparte moral. Un actor chino nos asesoró sobre el mundo del inmigrante chino, acercándonos palabras y ayudándonos a descubrir las expectativas de esta gente. Le marcamos entonaciones a Daniel Casablanca, que hace de señor Wang, dueño del supermercado. Nos empapamos de historia, una práctica que cumplimos siempre con todas nuestras obras. Para la puesta de Androcles y el león leímos muchísimo sobre Roma, y sobre la Antártida para Continente viril. En Crisol... nos metimos también con el idioma guaraní, y a partir de un glosario armamos algunos chistes. Lo que más rezuma el espectáculo es la discriminación, que se da en la Argentina y en muchos otros países. El extranjero produce en general fastidio o miedo porque se lo ve como una amenaza. Yo soy hijo de inmigrantes españoles y viví de cerca el ser gallego en la Argentina. Mis hermanos nacieron en España y todos regresaron allá. Uno de ellos me recuerda siempre que aquí le decían “el gallego” y desde que se radicó en Galicia lo llaman “el argentino”. De alguna manera, él vive un destierro.
–¿En qué modifica las producciones de Los Macocos la introducción de la música y las canciones?
–Nos ayuda a elaborar un final rutilante, de comedia musical a lo grande. Siempre nos gustó cerrar nuestros espectáculos con todas las voces, pero lo hacíamos en pequeña escala. El elenco más numeroso fue hasta ahora el de Androcles y el león. En Crisol... la mayoría de las canciones son cantadas por el elenco y solamente algunas por Los Macocos, como el tango emblemático que entona Martín Salazar. El humor de Super Crisol es fuerte, “bravo” y la música lo equilibra. Nos lleva a terminar a tutta luce.

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