Mar 04.06.2002

ESPECTáCULOS

“Aún me sorprende el hecho de que tuve que cantar para no morirme”

Violeta Parra ofrecerá hoy un homenaje “a la resistencia del pueblo argentino”, junto a León Gieco, Víctor Heredia, su hija y su nieto.

› Por Silvina Friera

Autora, intérprete y divulgadora de canciones y ritmos chilenos y latinoamericanos, Isabel Parra camina por la vida con la libertad que le confiere un puñado de canciones que fueron construyendo una trinchera de resistencia contra el dolor del exilio. “Para no morirme tuve que cantar. Con mi canto ayudé a mucha gente a levantarse, a que no se sepultaran en la depresión. Esta comunión de palabras y sonidos contribuyó a que no me sintiera tan sola y me permitió descubrir que éramos muchos los que estábamos en las mismas condiciones”, confesó ayer la hija de Violeta Parra en una entrevista con Página/12. Esas canciones, que ella define como “las estrellas que me guían”, formarán parte de un proceso de catarsis colectiva cuando Parra se suba hoy a las 20.30 al escenario del teatro Alvear (Corrientes 1659) para cantar en solidaridad con el pueblo argentino. “Los argentinos demuestran una genuina creatividad para reclamar por todo lo que les robaron. Lo que más me sorprende es que muchas personas, que por sus historias personales nunca antes salieron a las calles, conscientes del atropello que padecen, se lanzan sin miedo a construir todos juntos otro destino. El pueblo argentino es admirable por su capacidad de resistencia”, subraya Parra, que invitó a León Gieco, uno de los amigos que conserva de su exilio en Buenos Aires, para que la acompañe en esta ocasión.
“No es nada del otro mundo, no es una idea espectacular, simplemente es un gesto que necesitaba hacer para retribuir todo lo que recibí de los argentinos”, minimiza la cantante la razón por la que decidió ofrecerle al público argentino un recorrido esencial por las canciones más entrañables de su madre, Violeta, y parte del repertorio de su último disco Colores, grabado en el estudio Ojalá (en La Habana), de su amigo Silvio Rodríguez. Según Parra, la participación del cantautor cubano la ayudó a “colorear el disco”. Integrante de una familia de músicos que, desde el abuelo profesor de música, transmite de generación en generación un legado cultural poblado de ritmos, sonidos y canciones, Parra empezó a cantar con su madre cuando tenía 13 años. “La música es una cuestión familiar que no está establecida en los códigos, sino que sucede como algo casi natural. Mi mamá tocaba la guitarra y yo cantaba con ella. Ahora canto con mi hija, Tita, que también trabajó conmigo desde pequeña, y mi nieto Antar, que me acompañarán en el Alvear”, anticipa la autora y cantante, fundadora, junto con su hermano Angel, de la mítica peña folklórica de los Parra. Además de su hija y su nieto, está confirmada la participación de Víctor Heredia y, probablemente, Nito Mestre.
La nostalgia y la resistencia, como antídoto frente a las heridas lacerantes del exilio, se reflejaron en discos como Tu voluntad más fuerte que el destierro y Como una historia. Después de 14 años en París, Parra vivió en Buenos Aires entre 1985 y 1987, hasta que pudo cruzar la frontera y regresar definitivamente a Chile. “Los golpes de Estado cambian los paisajes sociales, los contornos de la gente y transforman los sueños en pesadillas”, compara Parra la similitud del terror de las dictaduras de los ‘70 en Chile y Argentina. “Me encontré con los escombros de los argentinos, que recién empezaban a vivir en democracia y, de algún modo, me anticipé a lo que iba a encontrar en Chile. Fue un momento difícil para mí porque sentía que veía los despojos de los lugares por donde he pasado”, recuerda la cantante, que admite que tiene un desorden de sensaciones y emociones, y que está disfrutando de Buenos Aires como si recién la conociera. Luego de la antología editada en seis discos por el sello Warner, que permite trazar las coordenadas artísticas de Parra en Chile París y Buenos Aires, la cantante está a punto de editar un nuevo material que recopila poesías de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral,Federico García Lorca y Góngora, entre otros poetas, musicalizados por Paco Ibáñez.
–¿Cómo modificó su carrera y sus canciones la experiencia del exilio?
–Es ambiguo lo que me sucedió con el exilio, porque son viajes que llegan sin que una los tenga planificados. Si no hubiera estado exiliada, mi experiencia de vida habría sido completamente diferente, al igual que mis canciones. En otras circunstancias, los viajes que no se planifican son entretenidos e inesperados. En cambio los viajes forzados son extrañísimos, nadie está preparado para atravesar sin traumas ese dolor de sentirte arrancado de cuajo de tu tierra. Sin embargo, con el tiempo aprendí que es una forma de estar situada en el mundo, hacerse cargo y afrontar esa situación con mi canto. Esto también es una contradicción, porque se supondría que el canto tiene que acompañar a la gente y servirle para divertirse, uniendo la música y la placidez con momentos de reflexión. Todavía me llama la atención el hecho de que yo tuve que cantar para no morirme. Transformé el canto en mi almohada, mi compañía y mi bastión. Eso me permitió que mi vida fuera más reconfortante.
–¿Ser la hija de Violeta fue una mochila pesada?
–La gente supone que la mochila es pesada cuando se pronuncia el apellido Parra. Yo creo que nunca me pesó, he sido libre y pude hacer mi carrera. Cuando te enseñan a ser libre y a pelear por tus cosas, la mochila se aliviana enormemente porque estás preparada para todo. Aunque podría haberlo sido porque mi madre fue una artista extraordinaria, fenomenal, única. No es mi rival sino todo lo contrario, dejó tanta obra viva que tampoco parece que estuviera muerta. Tenemos una fundación que lleva su nombre, que trabaja recopilando y difundiendo su obra musical y plástica, con el fin de crear una atmósfera de conocimiento alrededor de ella. De ella recibí todos mis conocimientos musicales. Empecé a cantar con ella cuando era muy pequeña. Ella me dio todos los espacios, las herramientas y posibilidades para que yo hiciera mi camino. Sin ella yo no estaría aquí, cantando todavía.

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