Vie 07.06.2002

ESPECTáCULOS  › NORBERTO MINICHILLO Y EL TERCETO, OTRA MANERA DE ENTENDER EL JAZZ

“Este grupo es una anarquía democrática”

Este fin de semana, Minichillo, el pianista Hernán Ríos y el bajista y cantante Norberto Córdoba seguirán poniendo en escena su particular ensamble de jazz, candombe, murga y chacarera. “Algunos cometen la estupidez de transformar al jazz en una música elitista”, define el baterista.

› Por Karina Micheletto

“Si el jazz es la música más importante del mundo, es porque es la más libre, y si es tan libre es porque es de los negros. No de los norteamericanos, que quede claro. Nosotros tomamos esa libertad que tiene para devolverles la pelota a los yanquis, no para aceptar mansamente que nos colonicen. Decimos ‘jazz, sí, pero con lo que somos nosotros’. Con el tango, la chacarera, el candombe, la murga. No con lo que nos quieren vender. Tocamos como hablamos, somos latinoamericanos y tocamos para la gente del pueblo”. Norberto Minichillo se entusiasma, levanta temperatura cuando habla del tema. “Me rompen las pelotas los músicos de jazz argentinos que son ‘oh, yes’, ‘all right’, ‘a ver si pueden bajar la americana’”. Son buenos tipos, pero se convierten en maquetas, porque están pensando siempre en parecerse a otros. Y cometen la estupidez de transformar al jazz en una música elitista, para intelectuales. Yo no toco jazz para eso, sino por amor a los sometidos. Por eso arranqué para otro lugar”, dice el baterista.
Puede decirse de Minichillo que es uno de los músicos de jazz de mayor prestigio de la Argentina y también, probablemente, el más ecléctico. Su método de batería, que integra el lenguaje de la improvisación con el candombe, la murga y la chacarera, recorre desde hace años los conservatorios argentinos, y con él se formaron y se forman músicos de todo el país. Desde hace seis años, Minichillo forma parte de El Terceto, que actualmente se completa con Hernán Ríos en piano y Norberto Córdoba en bajo acústico y voz (antes de Córdoba estuvo el contrabajista Pablo Tozzi, que el año pasado emprendió por su parte el proyecto La Acústica Cuarteto). El Terceto aborda a la manera jazzística los ritmos argentinos y latinoamericanos, logrando que convivan de un modo natural autores como Aníbal Troilo, Antonio Carlos Jobim, Cuchi Leguizamón o Carlos Puebla, entre otros, junto con composiciones propias. El resultado es un grupo con un sello nuevo y personal, impreso en ritmos que no pierden su raíz tradicional. Hoy y mañana, El Terceto actuará en Espacio Urania Giesso (Cochabamba 360, San Telmo). Antes de esta presentación (la primera después de la gira en la que recorrieron, durante marzo, distintas ciudades de México, donde tuvieron tan buena acogida que el próximo paso será editar un disco allí), Minichillo dialogó con Página/12.
–¿Cómo se reacomodó el grupo después del cambio de integrantes?
–Como en todo cambio, se ganan y se pierden cosas. Se pierde el trabajo de cinco o seis años, el relax de conocerse mucho. Y se ganan nuevos aportes. Norbi es un musicazo, con una capacidad de juego y de riesgo increíbles. Esta es una creación colectiva, y lo que importa no es el nombre de cada uno sino el mensaje que damos entre todos. Después, cada uno ocupará el lugar que la gente crea que tiene que ocupar. Es difícil explicarlo acá, porque en la música local hay mucho divismo, salvo honrosas excepciones.
–Pero como el mayor y el de más experiencia usted debe llevar la voz cantante...
–Tengo 61 años, si no tuviera un poco más de experiencia que los de 30 sería un pelotudazo... Pero una cosa es ser el más viejo, el que tiene más experiencia, y otra tener el puesto de jefe. Nosotros rescatamos lo colectivo, no las individualidades. El Terceto es una anarquía democrática, no es que está todo al servicio del viejo profeta. Cuando me tienen que dar, me dan con un caño, yo llevo temas y por ahí me los bochan. Todos aprendemos de todos, y el resultado final es El Terceto. Además, si pensamos que el artista tiene que cumplir una función social, no podemos subirnos al divismo local.
–¿Qué implica para usted esa función social del artista?
–Cuando volvimos de México pensamos mucho en eso, en cómo y por qué seguir haciendo música en la Argentina. Cómo tocar sin ofender en un país devastado. Resolvimos que en cada provincia que vayamos vamos a ofrecer gratis un concierto para hospitales o escuelas. El 14 de junio vamos a Jujuy, después a Santiago del Estero, y ya empezamos a organizarlo así. Esa es para nosotros la función social del artista, no sólo tocar un tema sobre el Che, cosa que también hacemos, sino pasar a la acción, desde el lugar de cada uno, con lo poquito que se pueda. Si no es todo verso, te quedás en el “ay, qué mal que estamos”... ¿Y vos qué carajo hacés, si estamos tan mal? Es algo que resolvimos hacer por nosotros, para sentirnos un poco más dignos. En Capital es más difícil encontrar lugares para tocar, entonces resolvimos tocar para las madres de Plaza de Mayo, una vez por mes o cuando ellas lo dispongan. Y además empezamos a cobrar entradas populares, no más de 7 pesos. Tratamos de llevar lo que creemos a pequeños actos. Una vez leí en una nota que el Chango Farías Gómez decía “mi ideología es mi repertorio”. Me pareció genial. Eso es lo que queremos lograr nosotros. No tener que explicar nada, mostrar lo que somos con lo que hacemos.
–¿Por qué dice que lo que predomina en la música local es el divismo?
–Porque es lo que hay, lamentablemente... Todos encerrados en sus viditas, cuidando una quintita que es cada vez más nimia... Están las excepciones, está León Gieco, por ejemplo. Pero no muchos más. Yo digo, alguien tiene que resignar el ego para dar un poco de amor, ¿no? Otros tipos que rescato son los hermanos Fattoruso y Rubén Rada. La otra vez me lo encontré a Rada, y andaba como pidiendo perdón, porque en el ambiente le habían criticado el último disco. ¿Cómo puede ser? ¿Así que ahora que gana algo de plata lo que hace es malo? Yo le dije “Mirá negro, la última mierda que vos hagas le trae un poco de swing a este país”. Todos los rockeros argentinos aprendieron de Rada, salieron un poco del rock inglés y descubrieron que en el candombe había una cosa funky que podían aprovechar. Yo no hago eso, nunca me olvido de aquellos de quienes aprendí.
–¿Quiénes?
–Atahualpa Yupanqui, Osvaldo Pugliese y Julio Cortázar. Son los tipos que me cambiaron la vida. Modelos que me parece que ahora no hay. Yo a los 20 años era un tipo de la Paternal que andaba tocando por los cabarets, y que su ideal en la vida era ser fiolo. Más que nada quería aprender el amor, esa era la búsqueda, pero cuando empecé a leer a Cortázar él me enseñó que se podía aprender el amor y que se podía ser hombre desde otro lugar. Tuve la suerte de conocerlo, de acompañarlo a su casa, de darle un abrazo. También conocí a Yupanqui. El diablo me dio a esas dos águilas en la vida. Y bueno, haberlos conocido me tiene que haber dejado algo para no ser tan imbécil, ¿no? Es casi una obligación.

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