ESPECTáCULOS
› PAGINA/12 PUBLICARA MAÑANA EL HISTORICO DISCO DE PORSUIGIECO
Que veinticinco años no es nada
A un cuarto de siglo de su edición, este diario ofrece mañana a sus lectores un disco memorable, producto de una reunión de talentos que derivó en una experiencia irrepetible. La edición incluye como bonus track la canción “El fantasma de Canterville”, eliminada por el Comfer de la edición original.
Por Claudio Kleiman
Como tantas historias trascendentes, la de Porsuigieco comienza casi por casualidad. Sui Generis, es decir, Charly García y Nito Mestre, León Gieco y Raúl Porchetto tenían varias cosas en común: eran amigos, pertenecían a la “segunda generación” del rock nacional y además cultivaban una afinidad por cierto sonido primordialmente acústico, que los llevaba a compartir recitales frecuentemente, junto a una serie de intérpretes enrolados en la misma corriente como Miguel y Eugenio, Gabriela, y otros.
Este tipo de sonido se había difundido internacionalmente de la mano de grupos como The Band y especialmente, Crosby, Stills, Nash & Young, cuya actuación en el Festival de Woodstock (y la consiguiente película) obró de disparador para una generación de músicos que descubrió y adoptó las guitarras acústicas. Estas representaban una manera cálida y directa de transmitir el mensaje de la canción, un poco como reacción a la distorsión excesiva y las zapadas interminables que se habían popularizado a fines de los 60.
En 1974, Charly, Nito, Raúl y León se reunieron en el pequeño departamento que Gieco compartía en la calle Corrientes con su mujer, Alicia, con la idea de formar una editorial y luchar de esa manera contra los contratos leoninos de las compañías grabadoras y sus editoriales asociadas, que se quedaban con un porcentaje importante de regalías y poseían además los derechos de los temas de por vida. Claro que tratándose de quienes se trataba, la idea de la editorial fue rápidamente olvidada y reemplazada por una guitarreada espontánea, donde el ensamble espontáneo de las voces y la buena onda que se generó de inmediato derivó en la idea de un recital conjunto.
Sui Generis ya estaba recorriendo la etapa final de su carrera, mientras que Gieco había lanzado su segundo LP. Porchetto era el menos conocido de los cuatro –solo tenía en la calle su álbum debut, Cristo rock–, pero además de la amistad que lo unía a los otros también había tenido que ver con el “descubrimiento” de Charly. Este había participado como invitado en las sesiones de “Cristo rock” (que fue su primera grabación como profesional). Allí, durante algún alto en el trabajo, sus canciones fueron escuchadas por el productor Jorge Alvarez, a quien no le pasó inadvertido el talento del flaco pianista.
Fue justamente de García la idea del nombre grupal, “Porsuigieco y su banda de avestruces domadas”, una suerte de guiño cómplice al grupo de acompañamiento de Gieco en esa época, llamado “La banda de caballos cansados”. La idea era cobijarse bajo un nombre casi anónimo, y hacer las cosas en pequeña escala. Programaron un recital en el Auditorio Kraft, y salieron ellos mismos a pegar los afiches, con sendos baldes de engrudo. León recuerda con ternura como se encontraron frente al bar La Paz, y se dividieron en parejas Charly y Raúl, por un lado, Gieco y Nito por el otro para cubrir con la pegatina ambos lados de Corrientes. Con esa pequeña promoción, el recital fue todo un éxito, a tal punto que quedó gente afuera. La experiencia les dio el ímpetu para subirse a un micro y realizar una pequeña gira que abarcó las ciudades de Tandil, Mar del Plata y Bahía Blanca.
La gira provoca en sus protagonistas aún al día de hoy evocaciones entre divertidas y nostálgicas. Porchetto tiene una imagen del micro avanzando por la carretera con uno de los parlantes, que habían conseguido conectar vaya a saber cómo, emitiendo música a todo volumen y ellos cantando encima. Por su parte, Gieco evoca que la bebida obligada era el vino mistela frío, que bebían en una bota de cuero español. También recuerda que el grupo en gira (al que se había sumado María Rosa Yorio, en ese entonces mujer de Charly, más amigos y asistentes), se había convertido en una especie de tribu de gitanos, y la experiencia tenía similaridades conJoe Cocker y su banda de “Perros rabiosos e ingleses”, popularizado a través de la película homónima. Incluso viajaban con un perro, que introducían subrepticiamente en los hoteles escondido en un bolso, el que luego solía pasearse tranquilamente sobre el escenario o bajar a la platea.
Poco después de la gira, el grupo ingresó en los estudios Music-Hall para grabar lo que sería su único LP. Pero no duraron mucho allí: el dueño de la compañía, Néstor Celasco, envió un par de “espías” para ver si encontraban huellas de sustancias “non sanctas” las que, por supuesto, fueron halladas. Pero en lugar de una reprimenda, quizá consciente de su inutilidad, decidió enviarlos a otro estudio, para no verse comprometido. Así fue que la mayor parte de “Porsuigieco” se grabó finalmente en el Estudio Phonalex, ubicado en la calle Dragones (que inspiraría el tema de Gieco “Los chacareros de Dragones”, editado en su 3º LP). El lugar disponía de condiciones técnicas inferiores a las de Music-Hall (sólo cuatro canales), pero tenía una cierta intimidad que favoreció el clima de la grabación.
Para dotar al grupo de un sonido más “profesional que las simples guitarras acústicas y piano con que se acompañaban en vivo fueron convocados algunos de los mejores músicos de la época: entre otros, participaron Oscar Moro en batería, Rinaldo Rafanelli en bajo, Pino Marrone (guitarrista de Crucis), Juan Rodríguez, Leo Sujatovich, José Luis Fernández y Gonzalo Farrugia. Para su tema, “Las puertas de Acuario”, Porchetto invitó a los integrantes de su grupo, Reino De Munt, que incluía al guitarrista Gustavo Bazterrica (futuro integrante de La Máquina de hacer Pájaros).
Cada uno de los principales compositores contribuyó con algunas gemas de su cosecha; León, curiosamente, aportó el momento más rocanrolero del disco con “La mamá de Jimmy”, además de “Viejo, solo y borracho” y una canción que se convertiría en uno de sus grandes clásicos: “La colina de la vida”. También una “remake” de “Todos los caballos blancos” -originalmente incluido en su primer LP–, en una versión más lenta, ideal para las armonizaciones vocales que eran el fuerte del grupo.
Charly sacó de la galera (o mejor dicho del archivo) dos canciones de las primerísimas épocas de Sui Generis, “Quiero ver, quiero ser, quiero entrar” –que se convertía en el vehículo para el lucimiento de María Rosa Yorio–, y “Tu alma te mira hoy”. Nito Mestre hacía su debut como compositor con “Fucsia”, mientras que “Burbujas musicales” es exactamente eso: la grabación de la efervescencia de una tableta de Redoxon, procesada con efectos.
Porchetto contribuyó con “Las puertas de acuario”, donde en una parte va cantando dos letras simultáneamente (una por cada canal), y “Mujer del bosque” compuesta a último momento para reemplazar otra que ¡le habían borrado por error! Raúl recuerda que la letra la terminó en el colectivo 44, viajando con Charly hacia el estudio.
Pero hubo otro tema compuesto de urgencia: “Antes de gira”, una bella canción de García, fue grabada de apuro para reemplazar “El fantasma de Canterville”, también de Charly. Ya corría el siniestro 1976, y comenzaba la exigencia de mandar las letras al Comfer. Cuando volvieron (nadie recuerda a ciencia cierta si por exigencia de la censura o por autocensura del dueño de la grabadora), llegó la orden de que “El fantasma de Canterville” que contenía frases como “he muerto muchas veces acribillado en la ciudad/pero es mejor ser muerto que número que viene y va”, no podía ser incluida.
Sin embargo, una pequeña partida de discos que ya estaba fabricada alcanzó a ver la calle (sin ninguna mención en el arte de tapa) con ese tema, antes de ser sustituida por la versión definitiva. Justamente de una de esas placas fue tomada la versión de “El fantasma de Canterville” queahora se edita por primera vez de manera “oficial” en el CD que sale con la edición de mañana de Página/12. Además de los valores artísticos de la canción, una joya de García que Gieco haría suya por derecho propio, la restitución de “El fantasma de Canterville” al álbum al que pertenece es prácticamente un hecho de “reparación histórica”.
Porsuigieco fue una experiencia única dentro del rock nacional, producto tanto del momento histórico como de las circunstancias personales que atravesaban sus integrantes. Si bien se abría una época terrible en la Argentina, y algunas de las letras dan cuenta de esa realidad, tanto la existencia del grupo como la grabación del LP coincidió con el período democrático (1973-1976) y la música con esas cristalinas melodías folk entonadas por cuidadas armonías vocales remite a cierto clima de inocencia tan singular como irrepetible.
Un clima que también transmitía el comentario queel autor de esta nota publicó en el N5 de la revista Expreso Imaginario, de diciembre de 1976. Allí decía: “Eso es lo que transmite este disco: un sentimiento alegre, calmo, melodioso, bellas canciones para escuchar y saborear lentamente. No hay gritos, no hay solos, no hay divos. Porque este LP pretende algo más importante: comunicar sentimientos. Y lo logra”. Y agregaba una clave para descubrir el “tesoro escondido”: “Algunos pocos afortunados se encontrarán con una sorpresa en la banda 4 del lado 2”. Luego de 25 años, ahora esos afortunados dejarán de ser unos pocos.
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