ESPECTáCULOS
• SUBNOTA › HABLAN LAS DIRECTORAS VIRGINIE DESPENTES Y CORALIE TRINH THI
“Quisimos hacer una película de guerra”
Si hay algo que Baise-moi, una película escrita y dirigida por mujeres, ha logrado desde su estreno parisino, en junio de 2000, es no sólo agitar las aguas de la polémica sino profundizar un debate en torno a los modos de representación en el cine. Para Marco Müller, el director del Festival Internacional de Locarno 2000 (donde Página/12 vio la película), su elección de Baise-moi para la competencia oficial permitía revisar los conceptos alrededor del cine de violencia y de sexo explícito, a partir de una mirada de mujer. “Elegí Baise-moi para la competencia mucho antes del escándalo de la censura en Francia, porque la película me parece que, a su manera, produce una pequeña revolución copernicana”, afirmó Müller en la conferencia de prensa que siguió a la proyección del film en Locarno.
Versión de la novela homónima que ya en 1994 había llamado la atención por la crudeza de su lenguaje, Baise-moi fue llevada al cine por su propia autora, Virginie Despentes (hoy 31 años), en colaboración con Coralie Trinh Thi, una conocida actriz porno. Ninguna tenía experiencia previa en la realización, pero con una pequeña cámara de video digital y sin artificios –un poco a la manera de los daneses del Dogma– se lanzaron a filmar el viaje salvaje de Nadine y Manu, dos chicas mucho más peligrosas, por cierto, que Thelma y Louise, con quienes la crítica internacional las ha comparado más de una vez.
Después de sufrir una violación que la película expone explícitamente en toda su violencia, las dos amigas (interpretadas por Raffaëla Anderson y Karen Bach, actrices provenientes del porno hard) se embarcan en un raid mortal, en una suerte de road-movie sangrienta, en la que caen acribillados no sólo hombres –previamente “consumidos” sexualmente por Nadine y Manu– sino también mujeres, como si la película quisiera escapar deliberadamente a todo encasillamiento y a todo punto de vista moral. No hay complacencia alguna en la película, ni para las víctimas (que por otra parte no son expuestas como tales, sino en todo caso como seres borrosos y no precisamente agradables) ni tampoco para las protagonistas, cuyo único motor parece un odio indeterminado, la voluntad de acometer una venganza ciega, que excede al episodio de la violación. En este sentido, se diría que aquello que impresiona de la película no son precisamente sus escenas de sexo sino más bien su violencia indiscriminada, acometida al ritmo de una implacable banda de sonido punk.
“De hecho, es un film punk, no pretendíamos hacer otra cosa”, explicó Despentes en Locarno, rodeada por sus actrices y su co-realizadora. Ante la consabida pregunta de si consideraban haber hecho un film porno, la primera en responder fue Rafaëlla Anderson, que interpreta a Nadine: “Una película porno tiene una vocación masturbatoria. No es éste el caso. ¿O es que alguien puede excitarse con una escena de violación como la de Baisemoi? Si hay escenas de sexo explícito en la película es porque queríamos evitar todas esas contorsiones ridículas que se hacen habitualmente para evitar mostrar el acto sexual”.
Para Despentes, la cosa es aún más clara: “Baise-moi es un film de guerra. Hay violencia ahí afuera y la película responde a esa violencia. La violencia sexual es violencia social. La explotación sexual es explotación social. Durante años, el cine se ha apropiado de nuestra imagen y de nuestra sexualidad como mujeres y con Baise-moi queremos revertir la situación”. Con respecto a la censura, para Despentes (que antes de dedicarse al cine y a las letras hizo un poco de todo, desde atender un porno-shop hasta una casa de masajes) tampoco hay dudas: “No es una casualidad que la prohibición, la calificación X, haya caído sobre nuestra película. Somos todas mujeres, ellas tres vienen del porno y yo no salí de una escuela de cine, precisamente. Mientras las chicas estemos en cuatro patas, en tren de chupar lo que sea, somos todas simpáticas, pero si renunciamos a este pequeño juego se enfurecen. En las películas tradicionales las chicas son forzadas, pero siempre de manera que parezcaalgo divertido. Y no hay nada divertido en ser una chica. Por eso era importante empezar la película con una violación y con un asunto de prostitución. Y reivindicar también nuestro derecho, como mujeres, de filmar esa escena y de filmarla de esa manera, sin buscar la sensualidad. Llegó el momento de llamar a las cosas por su nombre”.
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