Alfredo querido. Es casi imposible hablar de vos sin sentir orgullo, emoción y vitalidad. ¿Cómo hacerlo con sencillez, con humor, con humanidad? Como vos te expresabas y sentías. Sos y serás siempre nuestro máximo referente. El verdadero compromiso por nuestro oficio, tu inigualable calidad artística, tu calidez humana, el amor por tus colegas y compañeros. Tantas cosas nos dejás... Y una de las que más me gustan de vos: esa sufriente obsesión porque esos textos clásicos, poéticos, intrincados, furiosos y elevados, sean entendidos y disfrutados por cualquier simple mortal. Pero también nos dejaste un gran problema: te llevaste toda la grandeza y toda la humildad que un actor pueda tener. El resto de todos nosotros ojalá llegue a tocar la puerta de esos conceptos alguna vez. Descansá en paz. Que nosotros no vamos a hacerlo, intentando vislumbrar, cada vez que Dios nos lo conceda, ese camino de gracia que nos dejaste, la responsabilidad, la pasión, el respeto, la dedicación y el amor por nuestra profesión. Y recordando a tu amado Lorca te digo: “Tardará mucho tiempo en nacer un andaluz (¡un argentino!) tan claro y tan rico de aventuras”. Y sólo te repito hoy, lo que me transmitías cada maravillosa noche compartida en “tu” Teatro San Martín, antes de salir a escena, mirándome a los ojos, entregándome tu corazón, llenándome de fe, antes de arrojarnos al abismo de cada nueva función: “Buen viaje”.

* Actor.