ESPECTáCULOS • SUBNOTA
› Por Lito Cruz *
Digo Alfredo Alcón y me lleno de recuerdos, imágenes y de toda la trayectoria de un hombre cómo él, desde mi adolescencia. Yo tengo 73 años y él siempre me llevó diez. Y me los sigue llevando. Nunca lo pude alcanzar, ni en los años ni en nada.
Aparecen dos cosas que todos también dirán. Una es el humor tan irónico sobre la vida y el teatro; llamaba la atención. O al menos, a mí me la llamaba, porque era un humor inesperado de una persona que uno nunca se imaginó que tenía semejante ironía sobre la vida y la muerte. Alfredo siempre fue un referente, pero él decía: “No importan las cosas externas”. Lo que pasa es que él las tenía todas: era su cuerpo, su voz, su inteligencia, su emoción, su temperamento. Pero un día me dijo: “El único talento que tengo yo es que trabajo. Dedico mi vida a aquello para lo cual he elegido mi vida”. Lo dio con el ejemplo, cuando últimamente salía de su casa, se levantaba de la cama, iba al teatro, hacía Final de partida y volvía a la cama, ya enfermo. Creo que sabía que le quedaba muy poco y hasta último momento hizo su tarea. Es un ejemplo enorme.
Lo importante de trabajar con Alfredo era lo que él comunicaba: tranquilidad, seguridad, confianza, ningún comentario crítico. Y eso daba una fe y una confianza enorme. La vez que más me impactó trabajar con él fue en Con el alma, de Gerardo Vallejo. Estábamos los dos a caballo en las sierras de Tucumán y él venía haciendo el Quijote de la Mancha desde España hasta las sierras argentinas, buscando su tumba. Y yo hacía de Martín Fierro que venía de las pampas argentinas también buscando su tumba. Y nunca encontramos ninguna tumba porque ellos no la tienen, estábamos condenados a vivir eternamente en los libros. Y nos reíamos mucho. “Nosotros la vamos a tener, esa es la diferencia”, le dije yo. Y él me respondió: “¡No! Tal vez estemos en el celuloide”.
Hubo algo que contó él: su padre murió cuando Alfredo tenía seis años. Y él un día, cuando tenía cuatro, vio que había una Luna llena enorme a través de la ventana. Y le dijo: “Papi, alcanzame la Luna, quiero tenerla”. Su viejo subió a una escalera e hizo como que le daba la Luna. Pero alguien se rió y él se frustró. Y un día me dijo: “Yo creo que sigo durante toda mi vida buscando esa Luna”.
Hoy es un día de llantos en la Argentina porque Alfredo trascendió las barreras del actor. Cada familia lo va a recordar como si se hubiera ido un amigo, un pariente, alguien muy querido de la familia. Eso lo tiene poca gente. Y eso trascendió su carrera como actor.
* Actor.
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