Sáb 03.01.2004

ESPECTáCULOS • SUBNOTA  › UNA EXPLOSION QUE HABLA DE PROPUESTAS ATRACTIVAS

El momento del jazz argentino

Algunos, de manera optimista, hablan de una explosión. Otros de un renacimiento. Lo cierto es que el jazz ha ocupado un lugar de importancia en la escena musical porteña y la verificación no es sólo cuantitativa sino que, además de los innumerables clubes, bares, restaurantes y, cada tanto, teatros que programan músicas cercanas a ese género, y de un notable recambio generacional, en los últimos tiempos han aparecido, más que nuevos músicos, nuevas músicas. Si hace unos diez años, cuando empezó a surgir una camada de músicos solventes técnicamente (muchos de ellos formados en academias como la Berklee de Boston) la tónica eran las largas zapadas sobre temas clásicos y las vueltas del perro alrededor del mismo hard bop de siempre, hoy el panorama es totalmente distinto. Varios de los músicos que ocupan un lugar central son compositores y la mayoría de lo que se escucha muestra una búsqueda (y también el hallazgo) de lenguajes propios y originales. Están los que atribuyen el fenómeno, exclusivamente, a la crisis. La parte buena de la gigantesca devaluación y de la virtual imposibilidad de las actuaciones de extranjeros habría sido la falta de competencia desleal para los músicos locales. El público, al no poder escuchar sus músicos preferidos (todos extranjeros), se habría conformado con lo que tenía a disposición. Puede ser cierto en parte pero, salvo que se le suponga a los oyentes una ingenuidad –y una sordera– de proporciones, nada hace suponer una falta de discriminación de esa magnitud (toda la música sonaría más o menos igual y la elección se trataría tan solo de una cuestión de snobismo y oportunidad). Resulta difícil pensar que aquel que hoy disfruta con Ernesto Jodos, con el grupo de Mariano Otero, con el de Luis Nacht, con el extraordinario pianista Francisco Lovuolo, con Escalandrum o con el Quinteto Urbano dejaría automáticamente de hacerlo el día que volvieran a estas costas Keith Jarrett, Dave Holland o Pat Metheny. Más bien se trata de que estos músicos tienen propuestas interesantes para ofrecer y que los oyentes de jazz tienen buenos motivos para salir de sus casas. Otra causa es la inteligente actividad discográfica independiente y, en particular, la del sello BAU que nuclea a gran parte de los músicos más importantes del momento y ha logrado instalar su estética (que en realidad es una suma de estéticas bien diferenciadas) como un referente ineludible en la materia. Tres de las expresiones musicales más interesantes, por otra parte, rondan (más cerca o más lejos) los afortunadamente difusos límites del jazz. Por un lado, el trío Aca Seca, que grabó en 2003 su primer CD, mostró un camino posible (y seductor) en que el folklore y la modernidad resultan aliados verosímiles. Adrián Iaies, con sus improvisaciones jazzísticas sobre standards argentinos (que incluyen a Charly García o Fito Páez) siguió convocando un público más amplio que el del jazz propiamente dicho. Finalmente, Puente Celeste (y varios de sus integrantes, como Alejandro Franov, Marcelo Moguilevsky o Santiago Vázquez, como solistas o con otros grupos) sigue apostando a un lenguaje creativo, en que la improvisación funciona como mapa de ruta de aventuras en donde, todavía, el riesgo estético aparece como valor.

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