Dom 11.07.2004

ESPECTáCULOS • SUBNOTA

Troilo según los andoneonistas

- Carlos Galván: “De chico yo vivía en un hotel de la calle Sarmiento que quedaba a la vuelta de la casa de Pichuco, y Alfredo Gobbi también. Nos juntábamos a la tarde, íbamos al famoso cabaret Empire a escucharlo, y también íbamos a los baños turcos juntos. Cuando grabó el primer long play de Tango for export le pedí ver la grabación, me acuerdo del impacto que me causó aquella orquesta gigante en el estudio. Troilo era un tipo fuera de serie, demasiado bueno, había que ver la forma en que trataba a un chico como yo al que veía con entusiasmo de tocar el bandoneón. El siempre tenía palabras de aliento, pero las palabras que dijo me las guardo. Tuve la suerte de que Lorenzo Miguel me regalara un bandoneón que había sido de Pichuco. Desde aquella vez lo tengo siempre conmigo, y es el que toco actualmente”.

- Emilio Balcarce: “Troilo quedó en el recuerdo como uno de los más grandes intérpretes de nuestra música popular. Desde que comenzó con su orquesta, cuando yo era un chico que tendría 18 o 19 años, captó mi atención. Era evidente que su música era superadora de las cosas clásicas. Para mí fue uno de los más grandes. Como director, autor y ejecutante de bandoneón fue impecable, con un sentido y un gusto musical únicos. Tuve contacto con él cuando hice algunos arreglos para interpretar con orquestas, como con El último organito y La bordona. Trabajé de una manera muy cómoda con él, iba a su casa, cambiábamos ideas con respecto a la forma de encarar el arreglo y todo salía muy libremente. Eso sí: era exigente en el ensayo, por eso la suya fue una orquesta impecable”.

- Raúl Garello: “La cita de Troilo, su nombre, su música, su marca, su condición de director, es cotidiana en los músicos, y especialmente en los bandoneonistas. Pichuco fue el eje del tango del siglo XX. Porque fue receptivo y contendiente de todo lo que sucedió en la primera mitad de siglo, las influencias criollas, el decarismo y los demás estilos, él los recibió con grandeza y bonhomía. Y a la vez recicló y recreó todas esas influencias, promovió a partir de su orquesta a los vanguardistas contemporáneos que ocuparon la otra mitad del siglo, hasta nuestros días. Me refiero concretamente a Argentino Galván, Julio Plaza y Astor Piazzolla. A los dos meses de fallecer Pichuco su viuda Zita me entregó un bandoneón suyo. Lo guardo como un tesoro, y después de 29 años lo voy a donar a la Academia Nacional del Tango, para que otros bandoneonistas también puedan tocarlo”.

- Néstor Marconi: “Es muy difícil agregar algo a todo lo que se ha dicho de Aníbal Troilo. No voy a inventar nada, pero quiero subrayar algo que muy pocas veces se dice. Además de todas las cosas que Troilo dejó musicalmente con su composiciones, o las orquestas distintas con las que fue evolucionando siempre, una de las tantas cosas que guardo de él es que era uno de los instrumentistas que más cuidaba el instrumento. No necesitaba maltratar su bandoneón, como dicen algunos zapar para que saliera un sonido fuerte o bueno. El gordo era tan musical, y su sonido era tan natural, que no hacía falta ninguna aparatosidad ni malabarismo arriba del escenario. En esa época uno veía a otros que hacían contorsiones, se despeinaban, transpiraban como locos. El gordo, en cambio, era la sutileza, simplemente se sentaba y tocaba. Pero uno cerraba los ojos y su sonido era el más increíble”.

Producción y textos: Karina Micheletto

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