Mié 18.08.2004

ESPECTáCULOS • SUBNOTA

La música más abstracta

En 1732, Johann Sebastian Bach terminó la primera serie de preludios y fugas en cada una de las escalas posibles dentro del sistema temperado. Estaba, en ese entonces, al servicio del duque Leopoldo de Köthen. Allí no se hacían cantatas, por lo que el compositor se dedicaba, casi exclusivamente, a la música de cámara. El manuscrito de lo que la historia convertiría en el monumento de la música absoluta –y de la propia idea de música pura– estaba encabezado por la leyenda El clave bien temperado o preludios y fugas a lo largo de todos los tonos y semitonos, respetando tanto la tercera mayor, o Do, Re, Mi, como la tercera menor, o Re, Mi, Fa. Para beneficio y práctica de los jóvenes músicos, deseosos de aprender, y también para la diversión particular de aquellos verdaderamente avanzados en sus estudios. Copiado y compuesto por Johann Sebastian Bach, actualmente Kapellmeister para el duque de Anhalt-Köthen y director de su música de cámara. Año 1732. La discusión acerca de los usos e instrumental previstos para la obra no está saldada. La palabra clave no se refiere necesariamente a ese instrumento sino a cualquiera de teclado usual en la época –clave, clavicordio u órgano–. Hay varias versiones recomendables en disco y dos de ellas, la de Colin Tilney y la de Robert Levin, alternan entre estos diversos instrumentos. Entre los que decidieron registrar el ciclo completo en piano, Glenn Gould, personal, arbitrario y para muchos genial, ofrece una de las lecturas de referencia. Andras Schiff propone una interpretación meticulosa y de gran riqueza en el fraseo. Barenboim, de quien hasta ahora se ha editado sólo el Primer libro, ocupa un lugar privilegiado entre ellos. Más allá de la cuestión de los instrumentos, lo que sí puede asegurarse es que no se trataba de lo que hoy se concibe como una obra de concierto. Es más: difícilmente a alguien se le hubiera ocurrido, en ese entonces, tocar todos los 24 preludios y fugas seguidos –a los que luego se agregaron otros 24, considerados por su primer editor, Almitkol, como segundo libro del Clave bien temperado–. Hay un malentendido más y es el que surge de la concepción de que esta obra, al ser didáctica, no sería suficientemente artística (suficientemente pura y abstracta). Esta es, obviamente, una concepción moderna. En la primera mitad del siglo XVIII, todas las obras eran utilitarias y, sencillamente, el compositor ponía en ellas –y sobre todo en las didácticas– el máximo de su capacidad artística.

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