Jue 26.08.2004

ESPECTáCULOS • SUBNOTA  › OPINION

Los mundos de Doña Flora y Doña María

Por Oscar Barney Finn

La coincidencia de dos puestas en muy breve tiempo me obligó a compartir los huracanados mundos de Doña Flora y Doña María. Poco tienen que ver La medium del italiano Gian Carlo Menotti y Las de Barranco de Gregorio de Laferrère, pero sus protagonistas se acercan más de lo que podía suponer. Las dos luchan contra la adversidad de la vida, sostienen una casa y someten a sus hijas. Son mujeres fuertes a las que las circunstancias les adjudicaron el doble rol “padre-madre”, y sobreviven alejándose de los sentimientos, atormentadas por fuerzas o presencias que están más allá y deslizándose hacia la destrucción. Así como Doña Flora fue un personaje mítico en la dramaturgia de Menotti, doña María lo fue para Laferrère, y cuando uno las enfrenta para ponerlas en pie en un escenario sabe que la tarea es por lo menos intensa.
En mi recuerdo hay varias María Barranco. Desde una irrecuperable película de Olinda Bozán hasta la pintoresca de Cecilio Madanes con Gloria Ferrandiz. Pero la más cercana es la de la querida Eva Franco en la puesta de Rodolfo Graziano, también en el Teatro Cervantes, a comienzos de los ochenta. Pero imaginarla desde la realidad de hoy adquiere otras posibles miradas para volver a darle vida. Quizá lo más notable en su relectura fue la vigencia de su contenido y reconocer, como dice David Viñas en un excelente estudio, la mejor obra de Laferrère en donde “este rezagado gentleman del ochenta” se distancia de su medio para sumergirse en el medio pelo y lo guarango.
La obra sigue siendo una aguda y profunda pintura del deterioro de un grupo familiar y de una mujer que trata de sobrevivir en la miseria en un momento clave del país. Quizá desde la primera lectura creí que, a pesar de estar escrita en 1908, prefería ubicar la acción de esta versión en el Centenario (1910) para que toda esa realidad social fuera un elemento determinante para la puesta. Así, todo lo que sucede en esa ciudad eufórica que festeja el Centenario bajo el estado de sitio, condiciona la vida de esa casa. Donde ni siquiera se puede vivir de las apariencias, porque la miseria avanza y la sumerge, mientras Doña María reclama su lugar en una sociedad que prenuncia futuros cambios sociales y donde las viudas de viejos capitanes y olvidadas batallas no tendrán lugar ante el aluvión inmigratorio.

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