En mi primer espectáculo, Emociones simples, en 1992, me interesaba contar que se trataba de Nuevo Circo; quienes lo vieran, no encontrarían animales, ni redobles en las partes peligrosas, ni un presentador para hilvanar los distintos números, ni payasos parodiando escenas, ni el espectáculo se desarrollaría bajo una carpa o una pista circular. La intención era que el artista brindara su habilidad en función de una emoción, y no para que lo admirasen. Luego descubrí que existían en otras partes del mundo compañías que estaban emparentadas con este género en el que yo me enrolaba sin carnet. Hoy, definir el género me importa poco. Trabajo con artistas muy preparados técnicamente, pero, además, entrenados en danza y teatro. Comparto procesos creativos con ellos y con Teresa Duggan, maestra y coreógrafa, convoco a escenógrafos, vestuaristas e iluminadores. Me gusta sacarles el jugo a elementos sencillos: cajas de cartón, sogas, talco, valijas, telas, escaleras. Mi trabajo se nutre de la danza contemporánea, del teatro, de las artes plásticas; de la arquitectura y la literatura tomo atmósferas; quiero que la gente participe con sus sentidos. Como director de una escuela de circo me interesa brindar un espacio para que la gente se abra, anime, proyecte, suelte, exprese y divierta.

* Director de la escuela La Arena.