Sáb 16.07.2005

ESPECTáCULOS • SUBNOTA  › EL ESPIRITU DEL FILM Y LA REALIDAD COTIDIANA

Acerca de “Derecho de familia”

Por J. G.

–¿Por qué contar una vida de abogado?
D.B.: –De la vida de abogado me fascina ese entrar y salir de terribles dramas cotidianos ajenos y no quedarse con esa carga, muy parecido a lo que pasa con un terapeuta. Pero si él le pifia y presenta una hora tarde un escrito, capaz que alguien pierde la casa o entra cinco años a Devoto en vez de seis meses. Y me interesa hablar de la realidad jurídica y la realidad real: a veces no se entiende que esa división impide que vivamos en un Estado totalitario.
–¿Cómo se elige una historia y no otra?
D.B.: –Yo no creo en la inspiración; hay tópicos e ideas que uno quiere trabajar y de pronto toman cuerpo inesperadamente. Tiene que ver, al igual que El abrazo partido, con la construcción de la paternidad y qué pasa cuando nuestros padres empiezan a ser más grandes y terminamos de develar todos los misterios que los rodean. Y sobre todo cuando esos procesos son simultáneos al nacimiento de nuestros hijos, que es el misterio absoluto.
–En la promoción de Derecho de familia, se habla de “empezar a ver la decadencia de los padres”...
D.B.: –¿Dije decadencia? Yo no dije decadencia... ¿O sí? Pero es el momento del retorno, cuando pegan la vuelta y ya no necesitan cubrirse el rostro. O quizá nosotros no necesitemos construir imágenes idílicas de ellos porque ya somos padres...
–¿Y si no somos padres?
D.B.: –No sé cómo es... No soy Tomás Abraham... no reflexiono sobre temas filosóficos en abstracto. Yo cuento historias desde lo personal sobre el momento en que uno se convierte en padre y los padres de uno se van transformando en otra cosa.
–Este padre por lo menos está presente, a diferencia del de El abrazo partido.
D.B.: –Eso me parece una idea predeterminada: no jugar con la ausencia sino con relaciones presentes que son mucho más difíciles, pero más interesantes también. No es un padre protector. Las tres películas tienen en común la construcción de lo paterno y de lo filial con relación a la identidad.
D.H.: –Todos los personajes se unen en la mirada de Burman, con algún aspecto autobiográfico. Si tengo que mencionar diferencias, éste es un tipo más establecido que no está tratando de escapar de nada y que quiere seguir construyendo en una dirección.
–¿Y qué nuevas imágenes de ciudad aparecerán en Derecho de familia?
D.B.: –Es una ciudad que no es ni Puerto Madero ni la Florida de los cartoneros. Es la ciudad de la Plaza Lavalle, de la Facultad de Derecho, en la que vivimos muchos que no por eso tenemos menos compromiso social. Es una ciudad vinculada a lo estatal, porque nos guste o no, estamos vinculados al Estado diferenciado del gobierno. Yo soy orgullosamente parte del Estado y la cultura argentinos, pueda o no pertenecer a un gobierno.
–Otra vez, una familia incompleta.
D.B.: –Todas las familias son incompletas, y de otro modo sería aburridísimo. Yo estoy feliz de haber tenido una familia completa, pero narrativamente es como en Los Ingalls: hace falta que Mary se quede ciega, que la menor sea violada; algo tiene que pasar.

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