LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Silvia Bacher asegura que los niños y niñas asisten a la “jornada completa” que le brinda la “escuela de las pantallas”. Sobre todo cuando llega el receso escolar.
› Por Silvia Bacher *
En América latina y el Caribe hay aproximadamente 117 millones de niños, niñas y adolescentes en edad de asistir a la educación inicial, primaria y secundaria básica. Sin embargo, según un reciente informe de la Unesco y Unicef, 6,5 millones de ellos no asisten a la escuela y 15,6 millones concurren a ella arrastrando fracasos y señales de desigualdad expresadas en dos o más años de desfase gradoedad o rezago escolar.
Diferentes investigadores coinciden en que una de las claves para mejorar la calidad educativa reside en extender la jornada escolar, sin embargo, de aquellos que concurren la mayoría no supera las cuatro horas a clase.
Más allá de lo que consignen las investigaciones que hablan sobre deserción de las aulas, la jornada escolar completa hoy ofrece cobertura universal a chicos y chicas de todas las edades y condiciones. Las nuevas generaciones asisten –en algunos casos por más de seis horas– a escuelas ubicuas, cuyas clases toman formatos más amigables y menos esforzados que el de la escuela tradicional: son los que ofrecen las escuelas de las pantallas. Escuelas que no descansan ni en verano ni en invierno, ni los fines de semana y ofrecen contraturno desde tempranísima edad.
Según registran diferentes textos, en 1896 el ministro de Instrucción Pública de Francia, sacando su reloj de bolsillo, afirmaba que a esa hora todos los alumnos de quinto grado de su país estaban leyendo el canto sexto de La Eneida. ¿Cuáles son las clases que comparten niñas, niños y jóvenes de todo el país hoy? Para saberlo, más que ver los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios o los diseños curriculares, es oportuno desviar la mirada hacia la grilla del rating televisivo.
En esta escuela acceden (en general sin formación previa ni compañía) a clases abiertas de educación sexual –indudablemente más ligada a la genitalidad que la que propone el Programa nacional de educación sexual–, reciben clases de convivencia –un ejemplo de la currícula podría ser la relación que se da entre los habitantes de la casa de Gran Hermano, donde la denuncia para lograr la eliminación de cada participante está a la orden del día–, o clases de construcción ciudadana –en las cuales las mujeres son consideradas objetos, a los niños se los interpela como consumidores o a los jóvenes se los representa a través de estereotipos en los que la pobreza siempre va entramada con la violencia y las adicciones– y ni qué hablar de las clases de derechos humanos a la hora de mostrar con detalle de filigrana en las noticias hechos aberrantes cometidos contra niñas, niños, mujeres que son repetidos una y otra vez sin decoro ante una audiencia que mira inerme lo que se muestra.
Existe consenso acerca de la urgencia por lograr una mejor calidad educativa. Desde las políticas públicas se pueden enumerar iniciativas, mayor presupuesto, más inversión en infraestructura, más bibliotecas y mucha tecnología. Los datos surgidos del Operativo Nacional de Evaluación que mide los resultados obtenidos en 2010 en comparación con la muestra del 2007, pueden ser un atisbo de cambio. Falta mucho en el sistema educativo formal para que los resultados muestren mejoras sustanciales, pero se está trabajando en ello.
Sin embargo, existe poca conciencia acerca del impacto de las pantallas en las nuevas generaciones. Un relevamiento realizado por la Jefatura de Gabinete de la provincia de Buenos Aires en los 490 registros civiles bonaerenses da cuenta de que uno de los nombres más pedidos para las niñas fue Isabella, popularizado por la protagonista de la serie estadounidense Crepúsculo y por el personaje de la novela Herederos de una venganza, emitida por Canal 13. Desde la misma ficción se desprende que uno de los nombres más elegidos para los varones es el del villano Benicio. Embarazada de cinco meses, una famosa modelo aseguraba que los nombres “que nos sugirieron los chicos ¡son todos de dibujitos animados!”.
A pesar de los datos del informe de Unesco, que señala que el 40 por ciento de los niños en Latinoamérica no cursa preescolar, la realidad da cuenta de la asistencia a la escuela pantalla. Llega el receso escolar y la jornada completa es impartida por las pantallas. Y los chicos dicen presente.
¿Padres, educadores y productores somos conscientes de que la comunicación es un derecho, un bien social, un espacio público por el cual circulan los más jóvenes? Como sociedad afrontamos desafíos que nos obligan a conectar igualdad estimulando el pensamiento y la mirada crítica desde todas las escuelas.
* Periodista. Autora de Tatuados por los medios.
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