Mié 13.02.2013

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Imagen y razón

Marta Riskin denuncia el intento de manipular subjetividades a través del miedo que, a falta de otros recursos, se intenta como estratagema política utilizando los medios de comunicación.

› Por Marta Riskin *

Desde Rosario

“Mientras el hombre esté afectado por la imagen de una cosa, considerará esa
cosa como presente, aunque no exista...”

Después del fin del mundo maya, los internautas distraídos pueden haber tropezado con otros anuncios amenazantes. Tal vez con el aviso destellante y omnipresente que anuncia “El fin de la Argentina”.

El pronóstico, periódicamente actualizado desde 2011, es acompañado con ofertas financieras, amenazas de crisis griegas, consejos para la desobediencia fiscal y advertencias acerca de los resultados que acarrean los subsidios al transporte.

Ya no llama la atención que la construcción argumental de su discurso utilice consignas sin fundamento y fuentes de información poco relevantes.

Tampoco que se limite a ofrecer el refugio de productos financieros sin una sola propuesta productiva. Ni siquiera sorprende que el alegato insista en pronósticos apocalípticos, con un refrito iconográfico de casi todos los mensajes históricos emitidos por las corporaciones, para garantizarse la continuidad del actual diseño del mundo global.

Importa, en cambio, que sobre algunos sectores de la ciudadanía cumplan con el objetivo subterráneo del verdadero negocio: provocar miedo.

“Tanto más frecuentemente se impone una imagen a nuestra consideración, cuanto mayor es el número de imágenes a las que está unida.”

Las factorías de mensajes publicitarios, con o sin Barba, son entrenadas acerca de predisposiciones, permeabilidad y hábitos culturales de vastas audiencias, y siguen operando sobre hábitos de interpretación y reflejos condicionados.

Si bien la reiteración de mandatos para la manipulación de subjetividades (“Tengo miedo”, “Hay miedo”, “Metió miedo”) es idónea para instalar imágenes mentales e incrementar la intolerancia a la incertidumbre, también exhibe las sugestivas semejanzas de estilo, vocabulario y estructura narrativa, que acaban por revelar su común usina ideológica.

Así, el diligente emprendedor de referencia carece de propuestas políticas, pero plantea medidas semejantes a las que, en Europa, al decir de Habermas, “debilitan la capacidad económica e incrementan el desempleo”, y su discurso, inmune a obvias contradicciones, es sumamente sensible al ritmo y a la repercusión visual y emocional de cada palabra.

El formato combina la retórica individualista con el abandono ciudadano de responsabilidades y la tácita delegación del Estado en manos de las corporaciones.

Apenas una sugerencia más clara le permitiría la construcción de un horizonte electoral, sobre la base de públicos permeables al marketing social. Incluso hasta el timbre y la cadencia de su voz evocan otros aspirantes a gerentes de la Nación que pedalean por análogas bicisendas.

La estrategia más eficaz para neutralizarlos continúa siendo la sanción social.

Por supuesto, “... si todos los hombres pudiesen fácilmente ser conducidos por medio de la razón y conocer la suma utilidad y necesidad del Estado, no habría nadie que no detestase los engaños sino que todos, con gran deseo de llegar a este fin, a saber, la conservación de la República, estarían sujetos a los pactos en todo y guardarían sobre todas las cosas la fe, superior cimiento de las repúblicas”.

Hasta que alcancemos esa naturaleza de la razón, de la que todos los humanos y no sólo los argentinos carecemos, es preciso proseguir aprendiendo unos de otros y ayudándonos a reflexionar mutuamente.

Cabe destacar que las intrigas de quienes deshonran la comunicación pública, no sólo pretenden provocar desconfianza en el futuro democrático sobre sus audiencias habituales.

Ante la notable ausencia de candidatos propios, gestionan la profundización de las diferencias, los distanciamientos potenciales y el desconcierto de los indecisos.

Asimismo intentan generar divisiones en las filas progresistas para que, aun cuando sus operaciones de terrorismo mediático sean neutralizadas, se confunda a víctimas con victimarios.

El ejemplo paradigmático es la insistencia mediática en adjudicar la representación global de la “clase media” a la oposición, negando la filiación declarada por las mayorías que adhieren al Gobierno, implantando enfrentamientos y apostando a que los propios sectores progresistas cedan porciones de su electorado.

Nunca existió tanta conciencia popular acerca de la influencia de los medios masivos de comunicación.

La educación y la experiencia en desarticular engaños abren la posibilidad de diseñar una contraofensiva comunicacional que impida las falsas polarizaciones e incluya a nuevos participantes en el debate político.

Tenemos los contenidos, los frutos y las obras.

Trabajemos sobre las formas.

Todas las citas en itálica pertenecen al Tratado teológico político de Baruch Spinoza (1632-1677).

* Antropóloga. Universidad Nacional de Rosario.

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