LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Para Corina Verminetti corren épocas en las que es sencillo mostrarse y, sin embargo, cuesta encontrarse entre las personas, para afirmar que lo importante, en definitiva, es ser con el otro.
› Por Corina Verminetti *
La web 2.0 ha permitido a muchos –en mayor o menor medida– visibilizarnos y observar cómo tantos otros hacen lo mismo. Cada vez que nos escribimos o involucramos en historias ajenas dejamos huellas en la red. ¿Marcas como indicios de quiénes somos o apariencias de un personaje que procuramos componer?
Guy Debord, autor de la Sociedad del espectáculo, sostenía que la historia de la vida social se podía entender como la declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer. En las sociedades conectadas, los cuerpos elegirían para ser, aparecer de manera espectacular. Una puesta en escena cercana a lo superficial. Se habría sustituido la belleza –como búsqueda del sentido profundo– por la espectacularidad.
En La intimidad como espectáculo, Paula Sibilia cuenta cómo esa intimidad antiguamente protegida y resguardada con recato ahora se muestra sin pudores. El hombre privado que construía su subjetividad de manera introspectiva, hoy lo hace orientado a los demás. El concepto de extimidad define en este marco el hacer público lo íntimo. Estas subjetividades tienen en cuenta al otro, pero en función de sí mismas. Un mundo para el Show del Yo, algo así como “Aparezco, luego existo” en época de estar para encantar y sin forzar demasiado a reflexiones profundas.
Entonces, esas huellas que dejamos en la red, ¿son de quienes somos realmente o modos de supervivencia para agradar en estos tiempos de amores líquidos y miedos sólidos que describe Zygmunt Bauman? El temor a la soledad, por ejemplo, hace que muchas veces creamos en el supuesto éxito al que conlleva ser vistos o aplaudidos. Un fracaso asegurado por no entender que nadie es “grande” ante los ojos de quienes no miramos primero. Ni se hace “fuerte” con vínculos efímeros.
La personalidad –como conjunto de características sociales, psicológicas y físicas– define nuestra forma propia y exclusiva de ser. La misma es el resultado del temperamento (herencia biológica) y el carácter (comportamientos adquiridos en interacción con el medio). Hoy ese medio pareciera invitar –principalmente– a mostrarse por el aplauso individual, a sonreír porque nos están filmando o a filmarnos para hacer reír. Si esto es así, el entorno nos determinaría y nuestro carácter devendría en personalidad. Una transición que Debord intentó describir cuando sostuvo que el espectáculo, a diferencia de la vida social efectiva, somete a los hombres.
Bajo el imperio de las subjetividades alter-dirigidas, dice Sibilia, lo que se es debe verse. Las obras hoy en día quedan en un segundo plano. Ya no importaría demasiado si lo que se expone es extraordinario, lo hace extraordinario el salir en pantallas. Entonces, ¿somos como nos exhibimos en la web o construimos nuestra personalidad a través de ella para embelesar?
Si ahora las subjetividades se edifican siguiendo el modelo del espectáculo, podríamos pensar que dejamos de parecernos cada vez que iniciamos sesión. Podríamos... Creo que en el mundo virtual ocurre lo mismo que en el real. Comunicar no nos cambia, nos muestra. ¿Por qué motivo el aparato psíquico se desactivaría en la red o al navegar dejarían de funcionar los niveles consciente, preconsciente e inconsciente? Participar en la 2.0 no provoca la despersonalización. Los posteos y comentarios son índices de nuestras motivaciones con la gramática propia de nuevas prácticas sociales.
Más allá del deseo natural de reconocimiento, en tiempos de exacerbadas subjetividades y en los que visibilizarse es más importante que el legado, me inquieta que por parecer espectaculares dejemos de ser inmensos. Una grandeza que sólo se alcanza si alternáramos el “ansiado” protagónico con los demás actores. Porque la comunicación, esa búsqueda de lugares comunes, supone un tejido de redes donde lo bueno, bello y verdadero está en solidez de la trama y no en el show unipersonal.
Paradójicamente, en épocas en las que mostrarse es más sencillo, a veces cuesta encontrarse. ¿Será que no nos buscamos?
El otro que me construye también me responsabiliza y compromete desde el amor. Porque para Ser, el Yo no alcanza. Apenas nos da existencia. La cuestión, en cualquier tiempo y lugar, es Ser con el Otro...
* Licenciada en Relaciones Públicas. Especialista en Comunicación. Docente UNLZ. Coordinadora académica de Instituciones Adscriptas al ISER. @corinavermi
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