Miércoles, 24 de junio de 2015 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Daniel Rosso utiliza el texto de la obra para ejemplificar la metodología expuesta por Eco a la realidad nacional y a la mentira de que Axel Kicillof ganaba 400 mil pesos como director de YPF.
Por Daniel Rosso *
Domani es una publicación que nunca saldrá a la calle. No hace falta. Los órdenes sociales, políticos y económicos funcionan en base al secreto. Hay en ellos información clandestina. Domani, en contacto con esos secretos, les ahorra a los dirigentes la crítica, la descalificación y la vergüenza. Porque en Domani se escribe, pero no se publica.
De esto trata Número Cero, la nueva novela de Umberto Eco.
Domani es un actor económico (se beneficia no develando “los secretos”), pero no es un actor político porque no formula las denuncias públicamente. No busca producir cambios en las agendas ni en los estilos de gobierno. Pero esta es su única diferencia: en lo demás funciona igual que cualquier medio hegemónico.
Colonna, el redactor jefe del periódico, dicta clases sobre cómo darle forma de verdad a lo que no lo es. O como hacer invisible la opinión escondiéndola dentro del estilo de la objetividad. En Número Cero el periodismo es el conjunto de técnicas para simular la verdad. La objetividad es la ficción con la que se transmite la opinión sin aviso ni identificación. En ese mundo el engaño es la única certeza.
Eco parodia y exagera. Así, su forma de escritura contribuye al contenido: la verdad ha estallado, la escritura ya no requiere de la exactitud. No necesita ajustarse ni a verdades ni a verosímiles. La libertad total en la escritura coexiste con la única verdad: el engaño.
En Domani contar una vida es difamarla, quitarle legitimidad, restarle capacidad de intervención. Ello se logra difundiendo datos inofensivos. Por ejemplo, contando que el protagonista bebe en exceso o come con palitos chinos. Y luego asociando esos hechos inconexos para sugerir un vínculo que el medio esboza pero que sólo produce el lector en recepción.
La novela transcurre en abril de 1992 en Italia, ese país siempre un poco excesivo en el que Berlusconi protagonizaba la intersección de las tres esferas: economía concentrada, medios concentrados y política subordinada a las dos anteriores. Eco convivió con ese laboratorio extremo y en él estudió las tácticas de ocultamiento en las tres esferas entrelazadas. Allí pudo ver, una vez más, como los grandes medios –y específicamente la televisión– operaban para ocultar los secretos del poder: las múltiples y oscuras relaciones entre la ejecución política y los intereses de los grandes conglomerados económicos.
En otro libro A paso de cangrejo. Artículos, reflexiones y decepciones 2000-2006, Eco decía: “Si es cierto, como lo es, que los medios que aún no están bajo control de Berlusconi sólo llegan a los ya convencidos, y la mayor parte de la opinión pública está expuesta a los medios sometidos, no queda más remedio que suplantar a los medios”. Luego agregaba “el régimen mediático de Berlusconi... sabe que se gestiona el consenso controlando los medios de información de mayor difusión. El problema es que se puede instauran un régimen mediático “in positivo”, que da la impresión que lo dice todo. Basta saber cómo decirlo”.
En la novela, Colonna, jefe de redacción de Domani, explica cómo darles forma de verdad a los discursos que buscan triturar un consenso. Son las mismas o similares técnicas a las que recurrieron los medios de Berlusconi para mantener su consenso. O las que utilizan los medios hegemónicos en nuestro país para debilitar el consenso gubernamental.
Umberto Eco describe, tanto en la novela como en su libro de ensayos, prácticas periodísticas similares a las que llevaron al gobierno argentino y a un conglomerado de organizaciones sociales, culturales y políticas a impulsar y promulgar la ley de servicios de comunicación audiovisual: la existencia de medios concentrados con escala para producir o desmoronar consensos, con capacidad para sustraerle legitimidad a los dirigentes no alineados con el poder económico, y con aptitud para situarse como “los jefes de recursos humanos” de las democracias impulsando o destruyendo candidatos.
Esas prácticas periodísticas en nuestro país, lejos de la producción de la verdad, lideran operaciones permanentes para erosionar consensos, deslegitimar políticas, ocultar y desacreditar el funcionamiento de las empresas estatales y destruir candidatos.
Y para ello utilizan técnicas que intentan transformar en verdad hechos que no lo son. Por ejemplo, que el ministro Axel Kicillof ganaba 400 mil pesos como director de YPF.
Lo dice Umberto Eco: “... no queda más remedio que suplantar a los medios”. O, agregamos, menos drástico, aplicar a fondo una ley promulgada por un consenso político amplio para mejorar la calidad de la democracia.
* Sociólogo y periodista.
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