LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Roberto Olivieri Pinto reflexiona sobre la credibilidad y la responsabilidad de las empresas de comunicación a partir de un spot recientemente difundido por el diario Clarín en conmemoración de su 70 aniversario.
› Por Roberto Olivieri Pinto *
Por estos días, Clarín difundió un spot, con motivo de conmemorarse sus 70 años de existencia, que nos brinda la posibilidad de volver sobre un debate que trasciende al diario en cuestión y se extiende a los medios de comunicación en su conjunto.
Sin dudas, siempre es una buena noticia que un eslabón de la industria informativa perdure en el tiempo por ser un espacio de trabajo, expresión y formación periodística. Sin embargo, la pieza publicitaria expone algo más que un gesto celebratorio que nos permite reflexionar en torno de dos conceptos, muchas veces invisibilizados, que están íntimamente relacionados con la actividad comunicacional: la credibilidad y la responsabilidad.
La saga del comercial en cuestión realiza un recorrido por distintos acontecimientos que dejaron su huella en la memoria de los argentinos, desde la muerte de Yabrán hasta la llegada del hombre a la Luna, entre otros ejemplos. Cada caso es contrastado con el imaginario popular que, según el propio spot, no cree ni que el empresario haya fallecido ni que el aterrizaje lunar haya sido cierto. La conclusión a la que invita el recurso creativo es que el lector goza de plena autonomía en relación con lo que el diario le dice o le informa. Para que no queden dudas, el mensaje cierra con la frase: “Porque el diario no hace lo que quiere con vos, vos hacés lo que querés con el diario”.
Claramente no necesitábamos, y esto corre a título personal, que Clarín (o La Nación, Infobae, este diario o cualquier otro) nos dé la tranquilidad de saber que los lectores podemos “hacer lo que queremos con el diario”. Podemos envolver huevos o usarlos para proteger el piso cuando pintamos y también no creer en lo que dicen sus páginas, pero el problema no está en esa porción de poder que tenemos, sino en las posibles consecuencias de las decisiones editoriales que toman los medios.
En este sentido, lo que no dice el spot es qué ocurre en relación con la credibilidad de las empresas comunicacionales (en baja durante los últimos años). Lo que queda de manifiesto es la relativización de la responsabilidad de un medio de comunicación en las sociedades actuales exactamente en el mismo movimiento en el que se le otorga la libertad de elegir al lector, como si fueran dos caras de la misma moneda donde al mirar una no se puede ver la otra.
¿Que el lector pueda decidir qué hacer con la información que recibe significa que el medio puede decir lo que quiera? “Dijimos que Yabrán había muerto pero vos pensás que está vivo”, señala el spot. ¿Y la verdad? La dificultad que conlleva este tipo de discursos es el riesgo de acostumbrarnos a un fenómeno de desresponsabilización de los medios, enmascarado en formatos comunicacionales aggiornados y disimulado gracias a la mencionada ofrenda de libertad que realiza el medio con sus lectores.
Sin dejar de mencionar que ciertamente el spot esconde la defensa del diario a las acusaciones que en el último tiempo lo colocaron en un lugar desestabilizador, contrapunto que no se pretende saldar en este artículo, una relectura de la pieza publicitaria nos da una excelente oportunidad para volver a poner el foco en las intencionalidades de un sistema comunicacional predominantemente comercial, sus regulaciones y autorregulaciones.
Los códigos de ética han quedado obsoletos a la par de la explosión en la circulación de información y contenidos a escala mundial cuyo volumen ha crecido en magnitud y poder sobre la base de una lógica de búsqueda de rentabilidades (económicas y simbólicas) en el corto plazo. Cuando vale todo, y los marcos son tan extensos, se alivianan las cargas de los empresarios de los medios de comunicación más acostumbrados a ejercer sus derechos que a responder por sus obligaciones. Relegando a un segundo plano el derecho a la información de la ciudadanía.
¿Cuál es el margen que le queda al lector para elegir si desde los medios se pueden alentar fantasmas de corridas bancarias, por ejemplo, o vehiculizar operaciones tendenciosas que responden a intereses particulares? Creer o no creer, podrían responderme con razón. Pero ese pacto no exime al medio de su responsabilidad.
Debemos ser cuidadosos frente a la celebración del “podés hacer lo que quieras” como conquista ciudadana. Sin dudas, la existencia de audiencias críticas es saludable para cualquier sociedad, pero que su defensa no nos impida seguir exigiendo la consolidación de instituciones –públicas y privadas–, cada vez más confiables y responsables en la búsqueda de lograr prácticas comunicacionales más democráticas y participativas tanto en lo que respecta al acceso como a la producción de información.
* Docente de la UBA.
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