LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Leonardo González asegura que es imposible hablar de pluralismo cuando el mapa de medios está en manos de pocos empresarios y empresas, existe monopolio de la información y esos medios ejercen censura sobre aquel que piensa distinto
› Por Leonardo González *
Las nuevas autoridades de Radio y Televisión Argentina SA (RTA) han puesto al aire de sus respectivos medios (Radio Nacional, TV Pública y más de cincuenta emisoras de radio nacionales en todo el territorio argentino) un spot al que llamaron “ceder la palabra”. El mismo trabaja sobre la idea de hacer oír todas las voces, achicar la grieta, de diálogo, tolerancia, reconciliación, de estar todos juntos... pero llama la atención su particular idea de pluralidad: ahistórica, cínica o pueril, ya que en esos canales se hicieron listas negras y se habla de tolerar las diferencias en vez de incorporarlas en su conflictividad histórica.
El titular de los medios públicos, Hernán Lombardi, se pasea por todos los medios de comunicación hablando de una gestión transparente, con todas las voces y sin censura. Este relato que incansablemente repite, junto a los que manejan las corporaciones periodísticas, es más de lo mismo. Toman como ejemplo la BBC o la Televisión Española, algo dicho en muchas ocasiones, pero la mayoría de las veces ni siquiera conocido en profundidad.
Es imposible hablar de pluralismo cuando el mapa de medios de comunicación en Argentina está en manos de pocos empresarios y empresas. Cuando existe un monopolio de la información y cuando esos medios ejercen una terrible censura sobre el pensamiento de aquel que piensa distinto.
Lo más cínico de esta situación, de estos spot y de quienes se prestan a este juego, es que durante estos meses de gestión conservadora se han echado y censurado periodistas de los medios públicos, por el solo motivo de haber ejercido su profesión allí mismo en anteriores gobiernos. Mientras, paradójicamente, pregonan la idea de que la TV Pública tiene que ser un espacio plural, en supuesta contraposición con lo que habría sido durante el kirchnerismo un sitio “de una única voz”.
Debemos denunciar el hostigamiento, la persecución y la censura. Llevamos décadas defendiendo la libertad de expresión, instalando en la agenda pública un debate sobre el rol de los medios y la participación de nuevas voces. Hoy se constituyen listas negras en democracia. Se despide por pensar distinto. Hechos repudiables, que nos recuerdan los tiempos a los que no queremos volver. Hablan de diálogo, de reconciliación, concepto aplicado por el menemismo para referirse nada más y nada menos que a sus políticas, sus actores y los medios, frente a la feroz decisión del indulto. Hablan de grieta, un discurso salvaje instalado por el periodista Jorge Lanata con la única finalidad de perjudicar al gobierno anterior. Todos son conceptos que ellos vaciaron de contenido con la sola excusa de avanzar sobre las políticas, los debates y los espacios que habíamos recuperado para el pueblo.
Por último, vale destacar que la TV Pública es la que debe dar voz a aquellos que no la tienen. Es allí, donde la idea de pluralidad puede ser pensada: en el marco de un sistema de medios, no solo de un medio. Programas como 678 ponían voz e imágenes a aquellos que no tenían espacio en los medios privados. Proponer otra agenda, revisar lo dicho en los medios y ponerlo en tensión. Debatirlo. Esto era 678. Se demonizó el programa, se lo destrozó desde su contenido hasta su continente. Se lo sacó del aire. Hoy vive como proyecto de unas voces que no están. Todo esto representa este programa que, por cierto, debería tener un lugar en los estudios académicos de las carreras de comunicación en Argentina.
Desde la TV Pública también Visión Siete Internacional proponía una mirada distinta sobre lo que sucedía o se discutía en el mundo. ¿Alguien puede sostener que cualquier ciudadano que quiera informarse sobre cuestiones del orden mundial lo podría hacer en la televisión privada? Solo bastaría trabajar durante una semana la cobertura de los medios audiovisuales privados sobre la cuestión internacional y ver que allí aparecen solo pequeñas notas vinculadas a tragedias naturales. O tal vez alguna mención al gravísimo problema de la migración. Pero en ningún caso de la mano de un análisis o de un corresponsal (sería gastar mucho para estas empresas). Es ahí donde la TV Pública debe poner voz e imagen. Otro ejemplo, es la falta de análisis y coberturas especiales sobre procesos electorales.
En la década del 80 y en plena primavera democrática, la TV Pública, por ese entonces ATC, ponía al aire un programa, también a las ocho de la noche y en forma diaria, llamado La Cigarra. Estaba conducido por la directora audiovisual María Herminia Avellaneda, la escritora María Elena Walsh y la cantante Susana Rinaldi. Ese programa era irreverente, contestatario de los discursos hegemónicos, bajaba línea. A mi entender, era tan necesario como 678. La democracia hacía sus primeros pasos luego de esa larga noche de la dictadura y la TV Pública irrumpía con estas tres mujeres que hablaban de feminismo, sexo, política. Y que se proclamaban de izquierda y feministas. Seguramente nada de eso se podía encontrar en el resto de los medios.
Pensar en este tipo de programas, solo como un ejemplo, nos ayuda a entender la importancia de tomar posición discursiva en los medios públicos, y más aún, cuando lo que hay en los otros medios es una única voz. Más que una única voz, un único discurso: el de los intereses de las corporaciones transnacionales. Pensar en estas experiencias y recuperarlas de esta manera nos hace ver cómo se construye por estos tiempos de revancha la falsa idea del pluralismo.
* Secretario General de la UNLP/Director CeIDTV, FPyCS, UNLP.
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