Mié 05.10.2016

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Optimismo mediático

Utilizando los argumentos de un libro reciente de Terry Eagleton, Ignacio Morales Miy da su propia visión acerca de lo que sucede actualmente en la Argentina, donde el oficialismo pretende construir la realidad sobre la base de la alegría, el optimismo y la fe

› Por Ignacio Morales Miy *

Desde Salta

A los numerosos cambios que llegaron con el nuevo gobierno nacional en materia de empleo, soberanía internacional, derechos humanos, tarifas de luz y gas, entre otros avatares hay que sumarles el cambio radical de 180 grados que dieron una parte importante de los medios masivos de comunicación.

No nos referimos a un análisis simplista basado en que antes estos medios masivos en general eran opositores y ahora son oficialistas. Estamos hablando de una trama menos visible. Lo que cambió sustancialmente es la forma en que muestran al país, la manera en que interpretan el futuro, cómo nos construyen una estado de situación que denominamos realidad. Ya es un lugar común la frase del poeta español Ramón de Campoamor: “todo es según el color del cristal con que se mira”.

Si un argentino hubiese entrado en coma el 9 de diciembre del año pasado y se despertara hoy, al consumir cierta información periodística se enteraría que ítems como economía, ganancias y jubilaciones ya no son cuestiones acuciantes. Obviamente se encontraría con otras urgencias en agenda, pero se tranquilizaría al saber que el futuro, según algunos indicadores mediáticos, es (ahora) venturoso.

El signo de la nueva época parece impuesto por la alegría, el optimismo y la fe. El nuevo lema de estos medios es que no hay que preocuparse por el hoy, hay que tener confianza en el futuro. Las palabras “optimismo”, “positivo” y “confianza” (y sus sinónimos) son los insumos predilectos de algunos jefes de redacción para titular noticias que dan cuenta de estados de situación nacional.

La contracara de esta marea de buenos augurios que flota en el éter es la proscripción de la crítica. Quien se opone al optimismo sin barreras es automáticamente calificado como un pesimista o, aún peor, alguien que alberga inconfesables deseos de que al país le vaya mal.

Esperanza sin optimismo (2016, Taurus) es el último libro de Terry Eagleton, crítico literario posmarxista. Asombrosamente tiene una enorme vigencia para entender la construcción de ese mensaje de optimismo mediático. El autor realiza una descripción detallada y minuciosa de esta idea que ha impuesto en el mundo la industria del pensamiento en relación a un optimismo ingenuo, despreocupado y profundamente individualista. Un concepto que parece sólido y racional, basado en premisas a priori indiscutibles. Pero no constituye más que una cáscara brillante vacía, llena de lugares comunes falaces y argumentos poco realistas.

Por momentos el crítico literario, de amplio reconocimiento en el mundo académico, abusa de su erudición universitaria, resultando algunos pasajes un tanto oscuros. Pero Eagleton es dueño de una prosa exquisita, llena de humor, ironía e ingenio, que desnuda las paradojas del pensamiento positivo con mucha sutileza y profundidad. “Esperanza sin optimismo” lleva al lector por un recorrido analítico de los conceptos que indagan filósofos, sociólogos y dramaturgos de diversas épocas. Al final propone reemplazar el optimismo por el enfoque de la esperanza que requiere reflexión, compromiso y acción; al mismo tiempo que nos obliga a enfrentar la realidad.

Para Eagleton: “De hecho, el optimismo es un componente típico de las ideologías de las clases dominantes. (...) Sólo si nos parece que nuestra situación es crítica vemos la necesidad de transformarla. (...) Al igual que el pesimismo, el optimismo extiende un barniz monocromo sobre todo el mundo, sin percibir matices ni distinciones. (...) Por el contrario, la esperanza auténtica debe estar basada en razones. En esto se parece al amor, del que desde una perspectiva teológica es un modo específico.”

El presente puede no ser prometedor y resultar angustiante. Mejor ser optimista y disfrutar de la buena lectura de un crítico inglés que vive en el tan ansiado primer mundo, al que nos dirigimos condenados sin retorno.

* Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la UNSa, becario Conicet.

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