› Por Sandra Russo
“Prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas”, dijo Alfredo De Angeli. Ya no hace ninguna falta decir quién es De Angeli ni describir sus modos. La frase es de barricada, ya que uno tiende a creer que De Angeli, como cualquier ganadero, como cualquier persona con dos dedos de frente, preferiría vender barata una vaca antes que verla morir. ¿O no? ¿Pero y si fuera cierto? ¿Qué pasa por la cabeza de una persona que de verdad, y no en forma figurada, prefiere ver morir a una vaca antes que venderla barata? En esta última pregunta fue necesario reemplazar el “regalarla” por el “venderla barata”, porque inequívocamente lo que quiso decir De Angeli fue eso. Pero el uso de “regalarlas” también merecerá, más adelante, un comentario.
“Prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas” indica antes que nada que se es dueño de vacas que están a la venta. En rigor, es un eufemismo que refiere el valor de mercado que se le trata de imponer a una mercancía, la vaca, y el extremismo con el que se pretende defenderlo. No deja de ser, claro, una metáfora que nadie tomará por literal, pero por el hecho mismo de ser una metáfora que se interna en territorios semánticos con connotaciones que nada tienen que ver con el mercado, también es un acto nudista del lenguaje. Está sellado a fuego, para la opinión pública acrítica que se informa a través de los grandes grupos periodísticos, que las medidas del Gobierno obligarían a los ruralistas a “regalar” sus mercaderías. Las coberturas periodísticas de las asambleas de De Angeli nunca se alejan de su persona. Es lo que provoca a su alrededor De Angeli lo que les ha regalado, y sin comillas, la posibilidad de espectacularizar una protesta que esos medios siguen definiendo como “protesta”, sólo porque a esos mismos medios no se les ocurre irse un poco más allá, informativamente, del escenario en el habla De Angeli.
¿No es raro que en semejante crisis que ya superó hace rato el conflicto con “el campo”, jamás hayan aparecido, en los grandes medios, notas sobre los campesinos? ¿Vivimos en un país sin campesinos? ¿”El campo” estalla sin campesinos? ¿Y eso no es un hecho insólito en un país tan extenso? La Federación Agraria, vaciada de todo su contenido original, degenerada en su naturaleza de actor social con intereses y lectura propia, fagocitada por la melena canosa y patricia de Miguens, debería hablar de campesinos, no sólo de propietarios. La Sociedad Rural no ha necesitado exhibir ninguno de sus costados salvajes. Ahí los tiene a los muchachos de la Federación, que manejan mejor que ellos la barricada, para darle épica a la epopeya de las camperas de carpincho.
“Prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas” es una frase que contiene al De Angeli básico, y es otra prueba del inmenso poder simbólico que la Federación Agraria está poniendo al servicio de sus explotadores históricos. Como es improbable que esta crisis termine con una reforma agraria, como a veces parece esperar el otro, Buzzi, y algunas agrupaciones troskas, se diría que ese poder simbólico está siendo no sólo desvirtuado, sino además regalado.
La palabra “regalar” es curiosa. Me imaginaba a Jesús, a Gandhi, a San Francisco, a San Bernardo, al Che, a la Madre Teresa, qué sé yo, a cualquier líder humanista o cristiano, diciendo “prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas”. ¿No parece un blooper semántico? ¿No se le traspapela, a la frase, su costado siniestro?
Pero no hay que exagerar. No es una frase religiosa, ni siquiera política. Es apenas la chicana del dueño de la vaca. Pero a propósito, para revisar también esa última instancia, la muerte, aplicada a slogans y discursos políticos, arrimo aquí una reflexión de Bertrand Russell, tomada de un reportaje que le hizo en 1965 el periodista desaparecido Enrique Raab: “En 1782, el patriota norteamericano Patrick Henry pergeñó la frase que dio rienda suelta a todos los nacionalismos. Dijo: ‘prefiero morir que seguir dependiendo de la Corona Británica’. Ahí comenzó el desastre; la fórmula hizo carrera. El día en que algún norteamericano diga ‘prefiero ser comunista antes que morir’, o que algún soviético grite ‘prefiero ser capitalista y no cadáver’, bueno, ese día se habrá producido una revolución en el pensamiento humano”.
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