Japón no es una sociedad que se caracterice por las protestas callejeras y los reclamos. Ayer, varios miles, entre ellos el Premio Nobel de Literatura Kenzaburo Oé, sorprendieron al marchar por las calles de Tokio para concentrarse finalmente frente a la sede del grupo Tepco, operador de la central Fukushima Daiichi. El motivo fue manifestarse contra la energía nuclear. La oportunidad no fue caprichosa: el primer ministro de ese país considera reactivar los reactores nucleares, en su mayoría detenidos tras el desastre de marzo de 2011.
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