Lunes, 17 de junio de 2013 | Hoy
En el bar de Segurola y Rivadavia, los parroquianos desayunaban el jueves con los canales de noticias. La pantalla mostraba el primer plano de un contenedor de basura: “Este es el viaje del cadáver de Angeles”, decía el periodista. Luego, en la estación Castelar, una señora estaba tirada en el piso, herida, y miraba más allá de la cámara: “Contame, contame”, la obligaba, zamarreándola, la mano que sostenía el micrófono. El mozo no lo soportó. “Esto es un asco. Lo lamento, señores, pero aquí se acabó el morbo”, dijo y apagó la tele.
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