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Viva el nylon
Fue un hallazgo derivado de investigaciones bélicas. Pero lo cierto es que el nylon revolucionó las costumbres del siglo XX. Fue adorado por millones de mujeres que reemplazaron el tosco rayón de sus medias. Décadas más tarde otro material, la lycra, habría de repetir el suceso.
Por Sandra Russo
Despuntaba el siglo XX cuando las mujeres a ambos lados del Atlántico descubrían que ya no era imprescindible zurcir las medias de rayón que hacía décadas venían llevando. Tendrían que pasar muchos años hasta que el basque, un corset que terminaba en la cintura con tirantes portaligas, resurgiera casi como un juguete erótico, modelando estrechamente el torso femenino y dejando al aire, entre el corset y las medias, las caderas, con el pubis y la cola subrayados extraordinariamente en esa desnudez retaceada, acotada por arriba y por abajo. A las mujeres de principios del siglo pasado, el basque las tenía sin cuidado, enloquecidas como estaban por uno de los descubrimientos científicos derivados e inesperados de la marca DuPont, que hasta entonces solamente había intervenido en la industria bélica. Primero el nylon, y décadas después la lycra, habrían de modificar drásticamente usos y costumbres. Las medias –panties, can can, con ligas, con costura, transparentes, tramadas, de colores chillones o de simple color carne– fueron desde entonces y hasta hoy un accesorio cuya historia se menea junto a la silueta femenina de cada época y una de sus disyuntivas: cómo, cuánto y de qué manera mostrar las piernas.
El francés Eleuthére Irénée du Pont había sido aprendiz en el laboratorio de Antoine Lavoisier, donde se investigaba la producción de pólvora para el gobierno. En el 1800, Du Pont emigró a Estados Unidos, y dos años más tarde comenzó la obra del primer molino para fabricar explosivos. Medio siglo más tarde, su sucesor, Lammont du Pont, sustituyó la fórmula química de la pólvora, y comenzó a trabajar para el ejército norteamericano. Ya constituida como empresa líder en fabricación de armamentos, diferentes equipos científicos y químicos continuaron a lo largo de los años investigando para DuPont, pero sin fines inmediatos ni comerciales hasta que, en 1930, los científicos Arnold Collins y Wallace Carothers descubrieron el primer caucho sintético: el neoprene. Muy poco después, el mismo equipo sintetizó el primer poliéster, aunque la empresa, dedicada como estaba a otros intereses, decidió suspender por unos años el desarrollo del nuevo material. Pero en 1935, DuPont debió rendirse ante el flamante descubrimiento de Carothers, cuyas inquietudes seguían en el ámbito textil: habían hallado “una nueva seda hecha con una base química”: el nylon había nacido.
Nylon no deriva de New York y Londres, como sostiene la versión más difundida, sino de una tormenta de cerebros que desechó otros nombres como Duparooh, Wacara, Delawear, Dusilk, Moursheen, Rayamide, Silkex y Norun. El nylon estuvo a punto de llamarse norun, pero la pronunciación en inglés de esa palabra se prestaba a ser escuchada como las sílabas “no run” (“no funciona”), de modo que fue modificado una vez más.
Las nuevas medias de seda artificial fueron el bombazo de la época. Fueron promovidas como las medias de las mujeres que bajaban de los coches: la pierna femenina por excelencia, en los ‘30, era la pierna que asomaba cuando la puerta de un auto se abría. Era el prenuncio de décadas y décadas de publicidad automotriz. Si un varón tenía el auto que merecía, tendría también la mujer que merecía, una mujer de buenas piernas.
Todavía no eran panties. Se llevaban enrolladas alrededor de una liga. Dinamita pura eran esos cuerpos de los ‘30, cintura de avispa, trusasaltas y medias hasta el muslo, iluminando el camino entre una y otra cosa. Volvieron los portaligas para sujetarlas, y con ellos llegaron las mujeres fatales, las que fumaban en boquilla, las que usaban el pelo como Verónica Lake, las que después de despedir a un amante se tomaban un trago antes de recibir al siguiente, las parecidas a Kim Bassinger en Los Angeles al desnudo. En El ángel Azul, Marlene Dietrich, tan luego ella con sus piernas perfectas, encarnó acaso al clímax de estas mujeres.
El nylon les hizo perder a todas la compostura. Hubo un anuncio, el 27 de octubre de 1938, en la Feria Mundial de Nueva York, acerca de “las nuevas medias”. Pero el primer día de ventas, el 15 de mayo de 1940, pasó a la historia como “El día N”: unos 5 millones de pares de medias fueron vendidos en apenas cuatro días en los grandes almacenes de Estados Unidos. Pero apenas el furor había dejado paso al consumo cuando las mujeres fueron forzadas a abandonar el hábito: la Segunda Guerra paralizó el uso del nylon para la confección de medias, ya que la producción entera fue destinada a paracaídas, bolsas de dormir y carpas. Se vieron entonces mujeres con piernas literalmente maquilladas: las piernas desnudas ya no eran fácilmente soportables después de haber probado el delicioso artificio de la media. Llegaron a anticipar el body art: se pintaban las costuras con lápices delineadores.
En 1945, cuando el conflicto terminó, el nylon hizo su triunfal camino de regreso a las piernas de las mujeres. En Macy’s, de Nueva York, el primer día de venta el stock de 50 mil pares se agotó en sólo seis horas. Una pequeña tienda de Pittsburg, que puso a la venta panties antes que las restantes tiendas de la ciudad, pasó a la historia del chifle femenino en materia de coquetería: casi 40 mil mujeres pasaron toda una noche haciendo cola para llevarse sus medias. Recién tres años más tarde, en 1948, la producción de medias volvió a tomar un curso normal, fuera de la loca avidez que había provocado la guerra.
Poco a poco, el nylon fue reemplazando a la seda, aunque la seda, claro, quedó perfectamente ubicada en el lugar de preferencia del imaginario de las dueñas de las piernas y de los acariciadores de las piernas. En 1951, la industria dio un paso más en el diseño anatómico de las medias. Desde entonces comenzaron a tener la forma del pie, para evitar las arrugas en el tobillo. Hacia arriba todavía se usaban las ligas, pero aparecieron las que hoy hacen furor con la banda de siliconas que las mantiene sujetas a los muslos.
En 1958, luego de quince años de investigaciones en fibras elásticas, apareció otro material, el FiberK –conocido más tarde como lycra–, un tejido ligeramente elastizado que mejoraba la silueta, estirándose cinco veces sin perder la longitud original. Fue el paso previo a la explosión de los ‘60, cuando la existencia de las panties hicieron posible la aparición de los iconos de la moda: ni minifaldas ni hot pants hubiesen podido surgir sin panties.