Jue 12.09.2002

PSICOLOGíA  › PARA TRATAR DE PENSAR LOS MECANISMOS QUE PRODUCEN SUBJETIVIDAD BAJO LA “SITUACION CORRUPTA”

Sobre la función del testigo y la corrupción “radiactiva”

Una situación corrupta propicia determinadas subjetividades: está quien se adapta a las ofertas de una ley quebrantada, pero también quien se sitúa en el –riesgoso– lugar del testigo. Pero, además, la situación producirá efectos inauditos en todos los miembros de la comunidad: para volver a pensarlos, la autora propone un concepto nuevo “imposición radiactiva”.

Por Janine Puget *

La “situación corrupta” obtiene su consistencia proponiendo reglas capaces de ser modificadas por decisiones singulares de los miembros de ese conjunto: lo que podemos llamar su problema es cómo robar mejor. Se superpone al contexto de legalidad como si se trataran de lo mismo pero en realidad se instala a la sombra de la Ley. Se confunden reglas y ley. Propone su propia lógica. En ella hay lugar para la irrupción de una subjetividad singular que depende de la particular interpretación de las reglas. Por ejemplo, un policía tiene la orden de no permitir que se produzcan desmanes. Entonces, ya es él quien decidirá lo que es un desmán según su buen saber y entender, y qué entiende por no permitir, lo cual puede incluir el cobro de coimas.
Sobran ejemplos. Las decisiones singulares son de extrema fragilidad en la medida que dependen de una ética de situación que determina sus propias reglas. Pero la situación corrupta es de extrema solidez, dada por reglas secretas.
No toda decisión singular en una situación corrupta es del mismo orden. Quien habita una situación corrupta puede crear un nuevo espacio inventando –a sus riesgos– un nuevo personaje, y uno de los que considero paradigmático es el del testigo. Este piensa y actúa desde adentro, lo que le obliga a ser otro, inaugurando un adentro-afuera: pertenece a la escena y simultáneamente puede hablar en ella y de ella. Hay que diferenciarlo de quien es mero espectador.
Saberse nuevo personaje no es sin costo, ya que en algún sentido es una respuesta a una imposición, la que impone el contexto corrupto, y exige tomar contacto con un sí mismo desconocido.
La institución del testigo es una figura fundamental que da un nuevo sentido a una situación que se autoalimenta. Porque el testigo es quien nombra –aunque el nombre sea incompleto– una versión de aquello que está mirando pero no viviendo. Es una creación basada en la imposición de alteridad y no en lo que se entiende por identificación. El testigo deberá ir acotando la situación.
Me sirve de base para pensar la figura del testigo aquel personaje que, en los campos de concentración, se llamó “El Musulmán”, así denominado porque adoptaba la posición encorvada de los musulmanes al rezar: en los campos, estas personas ya no tenían lenguaje, habían sido reducidos a una suerte de condición biológica. Otros autores piensan que “Musulmán” era en ese contexto una manera de denominar al sujeto exilado de su propia comunidad. En todo caso, si se sabe de ellos es por la función de los testigos como Primo Levi y tantos otros que pasaron por los campos de concentración y narraron que aquellas personas habían existido. El testigo sólo dice lo que ve; el testigo mira, tiene un cierto saber, piensa, opina, decide y su posición es de otro, de alter.
Otro tema es el que se refiere a los actos corruptos. Una gran parte de la población se entera o tiene un cierto saber referido a la producción de actos corruptos realizados por personas o entidades. Estos actos, hablados por los medios de difusión o por comentarios generales, nos ubican como espectadores, por lo cual con cierta distancia de los actos que toman la cualidad de ajenos sin que sea fácil hacer consciente lo que en sí misma van imponiendo. El espectador al mirar desde afuera cree no participar en el sentido de formar parte. Mientras que el testigo es un personaje que da una nueva vida a aquello que mira.
Es penoso admitir que al habitar un contexto corrupto intervienen mecanismos de imposición y de incorporación, mimetización e identificación inconsciente con modalidades correspondientes a los valores del conjunto (ver más abajo).
Vivir en un contexto corrupto no es trivial. Cuando en el consultorio el material de un paciente tiene que ver con habitar una situación corrupta, me he encontrado muchas veces sin palabras. ¿Qué entiendo por sin palabras? Simplemente que me es difícil pensar como intervenir si no es denunciando, acusando, o tan sólo recortando la situación como diferente de otras. Otra posibilidad lleva a decidir que no es un material analizable y que tan sólo serán analizables las ansiedades y conflictos éticos que despierta en el paciente. En realidad, lo que sucede es que nos enfrenta ante un dilema ético de difícil solución. La ilegalidad exige reglas que sólo tienen vigencia para quienes las proponen. Y para nosotros se agrega la falta de teorías, o sea de orden, para tratar el tema. No existe referente seguro que guíe nuestro posicionamiento y el de los pacientes ante situaciones corruptas.
Radiactividades
Las reflexiones acerca de situaciones sociales violentas y situaciones corruptas me han llevado a volver a pensar en distintos mecanismos de transmisión inconsciente no contemplados habitualmente en la teoría. Uno de ellos es lo que llamo identificación radiactiva y el otro imposición radiactiva.
El concepto de identificación radiactiva fue utilizado por Yolanda Gampel para comprender los fenómenos causados por el Holocausto en la segunda y tercera generación. Es una identificación que salta de generación en generación sin que se sepa cómo. El hecho es que, en descendientes víctimas del Holocausto, se detectan signos vinculados con la Shoah, sin que esté claro el mecanismo. Si estuviera claro, se trataría de una identificación transgeneracional, pero no. Como los efectos de la radiactividad, éste no opera en forma lineal ni previsible. Es aleatorio, opera por saltos. Se dirige hacia cualquier parte y, como la radiactividad, es nocivo aunque, como la radiactividad, tal vez pueda tener distintos usos.
La imposición radiactiva –que propongo por mi parte– se refiere a un vínculo donde el otro crea “efectos de presencia”. En todo vínculo entre sujetos, además de las identificaciones, se crean efectos de presencia: cada uno de ellos impone su presencia al otro y lo descoloca de su organización psíquica. En una conversación puede suceder esto: el que trasmite un concepto, al “metérselo en la cabeza” al otro le impone un cierto grado de desorganización psíquica; el otro a su vez, al hacerle preguntas al primero, produce el mismo efecto.
Necesitamos un concepto que dé cuenta de efectos a distancia, que atraviesan a los conjuntos y a cada sujeto sin seguir una linealidad, relacionados con eventos impuestos desde una exterioridad, que provienen de algún lugar no discernible y que no siguen los patrones habituales de comunicación; esos atravesamientos no determinan necesariamente una identificación, o sea una modificación del yo.
Estamos expuestos a otros efectos que producen atravesamiento radioactivo, que no sabemos cuándo ni cómo llegan ni cómo nos atraviesan y que originan nuevas organizaciones. Hay efectos que dejan identificaciones y otros que determinan desorganizaciones sorpresivas y fugaces, produciendo modificaciones de la pertenencia a lo social.
El término “radiactivo” debiera ser una metáfora que nos permita pensar en una trayectoria que no sigue los patrones habituales y que tanto puede generar catástrofes de distinto tipo como beneficios también muy variados. Sin embargo, es difícil saberse portador de efectos invisibles sin que ello implique ni culpa ni responsabilidad.
Muchos son los síntomas detectables de ambos mecanismos: por ejemplo la repetición de términos que se instauran como representativos de ese momento y que provienen de instituidos por los medios masivos de comunicación, que proponen un especie de prêt-à-porter. O comportamientosque no pueden ser explicados en función de la historia de un sujeto o de un grupo. Otro dato a tener en cuenta es cómo las noticias son escuchadas en función del contexto en el que cobran sentido. Por ejemplo, una noticia se inscribe según el colectivo que la produjo. Una persona que vive en un país en conflicto pero estuvo alejada durante un tiempo relataba que al llegar allí experimentó efectos imposibles de poner en palabras con personas que viven fuera de ese colectivo específico; todo era nuevo.
Las situaciones que se plantean en el mundo que nos rodea también tienen un efecto de imposición radiactiva: se nos imponen sin que sepamos cómo. Por ejemplo, los eventos de violencia en la vida diaria. El secuestro y muerte de Diego Peralta, por ejemplo, a través de los medios de comunicación, impondrá, ya impone a mi organización psíquica algo que no puedo prever; a cada uno de nosotros nos desorganiza y reorganiza el psiquismo sin que sepamos cómo. No es exactamente una identificación. No es que vayamos a entrar en duelo como la familia, o a matar, identificados con el agresor. Es un efecto pero imprevisible, inasible.

* Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba). Texto preparado a partir de un trabajo presentado en las Jornadas “Piera Aulagnier. Un pensamiento original”, agosto del 2002.

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