Jue 20.03.2008

PSICOLOGíA  › UNA ADOLESCENTE, EL CIGARRILLO Y LA MARCA DEL PADRE

“Espero que todavía no me pase”

› Por Sergio Zabalza *

Eugenia tiene dieciséis años y viene a la consulta porque su madre entiende que su intenso hábito de fumar no es “normal”. Una vez a solas con el analista, la joven afirma que se lleva muy mal con su mamá. “Siempre, para llegar a un acuerdo, primero debemos pelear”, dice. Y agrega: “Hay algo que me molesta mucho de mi vieja y es que es muy metida. Ahora está loca porque estoy con un chico”.

Cuenta que su padre falleció cuando ella apenas rozaba los cuatro años de edad. Trascartón agrega que empezó a fumar no bien se inició sexualmente con su novio. Y se preocupa en aclarar que utiliza forros y pastillas para no quedar embarazada: “Me da mucho cagazo eso de quedar embarazada. Espero que todavía no me pase”. La doble negación implícita en esta frase es una perlita. Bien podría uno pensar: ¡qué ganas de quedar embarazada tras la doble protección de las pastillas y el forro!

El cineasta Pedro Almodóvar propició la fama de un tema llamado “Piensa en mí”, que ilustra la tormentosa relación de una madre con su hija: “Si tienes un hondo penar, piensa en mí./ Si tienes ganas de llorar, piensa en mí./ Ya ves que venero tu imagen divina,/ tu párvula boca, que siendo tan niña me enseñó a pecar”.

Se ve en esta letra la relación de apasionado y absoluto amor que Jacques Lacan supo llamar estrago. Es el estilo de relación que Melanie Klein ubicó en las más tempranas y arcaicas constelaciones subjetivas, esas mismas en que la demanda de amor tiende a infinito.

En el caso de nuestra joven entrevistada ese todavía no necesariamente indica un deseo de embarazo. Pero sí ese algo más que, en un caso de histeria famoso de Freud (“La Bella Carnicera”), hace que ella pida caviar... precisamente porque no hay caviar.

Finalmente, Eugenia dice: “Mi papá falleció por culpa del cigarrillo, pero, no sé porque es medio loco, tanto mi hermana como yo fumamos”.

El fumar, en Eugenia, ¿no sería una incorporación del padre, lo que se denomina una identificación al rasgo, en este caso el fumar? ¿Un desafío a esa Otra que se lo arrebató: la muerte? Porque, aun cuando el cuerpo cesa de latir, no se agotan las marcas: Tu párvula boca que siendo tan niña me enseñó a pecar. ¿Qué se traga ella con ese humo, justo en el momento en que el sexo la convoca?

Una marca, un límite, una muerte en vida que le permite seguir viviendo: “La vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti”, dice la canción. Para nada, salvo quizá una diferencia respecto de su madre; un corte.

Se trata entonces, en este tratamiento, de tramitar por vía de lo simbólico la intensa carga erótica que se agita en esta adolescente, de manera que la práctica sexual con el novio ya no esté al servicio de confrontar con la madre. Así, innecesaria será la pesada carga de tabaco con que la joven se asegura la función de corte propia de la instancia paterna.

Vemos cómo hasta una supuesta “adicción” está al servicio de generar un espacio, un respiro al sujeto. Se trata de respetar los recursos que organizan la economía libidinal del sujeto reemplazando el tabaco por alguna metáfora de la marca paterna.

* Autor de La hospitalidad del síntoma.

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