PSICOLOGíA › PREJUICIOS SOBRE EL “ENFERMO MENTAL”
› Por Ivana Druetta y Martín Nemirovsky *
El 13 de diciembre, en la plaza del Duomo de Milán, una réplica en miniatura de la catedral gótica se estrellaba sobre la cara del primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Días más tarde, el papa Benedicto XVI rodaba por el suelo tras ser tironeado de su sotana. Ambos episodios pasaron de ser provocados por desconocidos, según las noticias del momento, a ser de la autoría de un supuesto “enfermo mental”. De desconocido agresor a “persona que sufre problemas mentales”: bastaron menos de 24 horas y una acción periodística desaprensiva a la hora de titular la noticia.
Hechos sorprendentes, acciones anómalas, exaltaciones del ánimo, rápidamente encuentran su explicación bajo el término “loco”; las más de las veces se acompañan con el término, ligeramente más técnico, “enfermedades mentales”. Con frecuencia vemos que estos términos son utilizados de manera errónea o confusa: tal el caso cuando se habla de la “personalidad dividida” como sinónimo de “esquizofrenia”, o cuando se hace uso del adjetivo “esquizofrénico”, de manera metafórica y peyorativa, para designar conductas incoherentes o contradictorias. Otras veces, estos términos son utilizados de manera especulativa: la respuesta política del poder ha sido históricamente catalogar al disenso como locura; la inimputabilidad de la enfermedad mental suele ser el refugio en el que muchas veces se pretende instalar a victimarios para eximirlos de responsabilidades jurídicas.
Una persona que en determinado momento está desequilibrada, o comete un acto loco, no necesariamente, ni muchos menos automáticamente, se convierte en “enfermo mental”. En todo caso, a los profesionales de la salud mental el proceso diagnóstico les requiere un tiempo cuali y cuantitativamente muy diferente del de mirar sólo un episodio aislado y descontextualizado.
Una de cada cuatro personas padece una enfermedad mental en algún momento de su vida. El uno por ciento de la población general padece de esquizofrenia, una de las enfermedades mentales más graves e incapacitantes. Ellos son los principales damnificados ante la utilización de la locura como supuesta prueba contundente de los episodios disruptivos. El argumento de la locura viene a obturar el entendimiento de los hechos a través de otros posibles sentidos. Pareciera ser así que con ser enfermo mental basta y sobra para protagonizar un episodio violento, y no es así.
Las personas con enfermedades mentales graves deben enfrentarse básicamente con dos tipos de dificultades: las inherentes a la patología, a través de su sintomatología, y las secundarias al estigma, como respuesta social a aquello que colectivamente se construye como “la enfermedad mental”.
El estigma es un fenómeno social, universal, que se traduce en una actitud negativa hacia personas o grupos concretos y que se constituye en el núcleo básico de distintas barreras sociales. Se gesta, se desarrolla y se instala a través de lo que cabe llamar un proceso de estigmatización: su instancia inicial es la identificación y etiquetado del diferente; a éste se le aplican estereotipos, conjuntos de creencias que le asignan atributos, generalmente negativos. Los prejuicios no tardan en aparecer, y la discriminación efectiva, cierra el círculo estigmatizante.
Los medios de comunicación se constituyen en la principal fuente de información para la población general sobre la enfermedad mental; como tales, tienen gran influencia en el establecimiento de estereotipos, la mayoría de las veces vinculados con peligrosidad e imprevisibilidad. El acto de encasillar como emergentes de la locura los hechos no aceptados por una determinada sociedad facilita el mecanismo prejuicioso mediante el cual el lector distraído da por sentado que todo paciente con enfermedad mental es peligroso o imprevisible.
Así como hay muchos que desearon dañar el bótox del Cavaliere Berlusconi pero sólo Massimo Tartaglia lo hizo hasta ahora, hay muchas personas con diagnóstico de enfermedad mental, pero sólo unas pocas transitan hechos violentos en relación directa con su patología.
* Coordinadores de Acción Comunitaria de Proyecto SUMA.
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