PSICOLOGíA › FACTORES DE RIESGO EN LA CRIANZA
› Por Josefina Saiz de Finzi y Graciela Faiman *
Queremos echar luz sobre algunos factores de riesgo presentes en estereotipos culturales de crianza, con efecto negativo sobre los niños y sus madres. Corregir estos estereotipos colaboraría en fomentar vínculos seguros de los niños con sus figuras de apego. El denominador común prevalente en estos estereotipos es acelerar los tiempos de la temprana niñez, hacer huir hacia delante el crecimiento de los bebés y niños pequeños para desentenderse de su crianza a corto plazo: sea por la presión social de ir a trabajar, sea por disfunciones en los vínculos de apego en las figuras parentales. El modelo de la sobreadaptación, propuesto desde temprano, es que el niño bueno es el que “siempre se porta bien”: que no moleste a los adultos, que sea como los adultos.
Se plantea así el tema de “los caprichos en los chicos”, cuando en realidad se trata de madres con escasa empatía, que no perciben adecuadamente las necesidades del niño y lo castigan o ignoran. Las maestras jardineras muchas veces son cómplices del narcisismo de los padres en que los chicos “se porten bien”.
La capacidad de la madre para regular el estado afectivo del niño depende de muchos factores: su propio estado afectivo, la representación mental que tiene del niño, su historia como madre, el estado de sus relaciones afectivas y, durante la interacción, su capacidad de aprehender el estado afectivo del niño y otorgarle significado.
Hacia las madres, se verifica un doble discurso social: por un lado, idealización de la maternidad; por el otro, no otorgar los medios laborales y sociales para la crianza y las igualdades de género, con lo cual se crean secundariamente culpas por destetar y trabajar. Así por ejemplo, cuando no se proveen guarderías de niños en los lugares de trabajo, no se les modifican horarios a las madres para compatibilizar crianza y trabajo, no se las contrata si están embarazadas, etcétera.
Entonces, el ingreso de la mujer al mundo del trabajo resulta coincidir con ciertas patologías provocadas por maternaje insuficiente. La aceleración del tiempo de crianza no sólo empobrece al niño, sino también al adulto, al privarlo de la creatividad y flexibilidad que supone la experiencia de conectarse con su criatura y con las vivencias que despierta la rememoración de la propia niñez.
También influye la disminución de la cantidad de hijos y el aumento de la edad de la mujer para tenerlos. Las madres jóvenes suelen desligarse rápidamente de sus niños: tienen que trabajar, hay una presión social muchas veces invisible para desprenderse cuanto antes de los niños. Sería necesario, en cambio, contribuir a facilitar el disfrute del apego madre-niño.
Culturalmente hay una promoción implícita de la vida operatoria, en detrimento del contacto interpersonal. También se promueve la autosuficiencia, el self made man/women, y el necesitar de los otros puede ser vivido como un menoscabo, una debilidad. Este error, que niega la elemental necesidad del ser humano de contar con figuras de apego toda la vida, priva de armar redes sociales y sume a los sujetos en un inútil conflicto de valores dependencia vs. independencia, siendo que tanto los adultos como los niños vivimos en vínculos de interdependencia, en grados variables según las etapas de la vida.
Un efecto de esta premura es la aceleración social de los duelos: arrancarse pedazos de memoria de lo vivido, pudiendo así quedar sin historia, con una vida sólo operatoria.
Los niños, precisamente por serlo, necesitan atraer la atención de sus progenitores y de las personas que les rodean, para comunicar a su manera sus sentimientos. Para ello utilizan como actos de comunicación sus movimientos, sus insaciables ganas de jugar, el habla, los gritos o expresiones no verbales. Coartar, silenciar o paralizar esta expresión de búsqueda, en un mundo que no han elegido y que les es desconocido, no hará más que poner en riesgo su desarrollo emocional, intelectual y físico, tal como manifiestan los profesionales contrarios a la medicalización de la infancia. Todas estas manifestaciones de la naturaleza infantil vienen diagnosticándose como “patológicas”: en realidad, los medicamentos para someter a los niños son diseñados para los padres.
* Didactas de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
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