PSICOLOGíA
› FRENTE A LA CIRUGIA CEREBRAL DEL DENOMINADO “TOC”
La neurosis obsesiva está en el tálamo (nupcial) cerebral
Ante la creciente aplicación, en Estados Unidos, de técnicas de cirugía cerebral para tratar el “trastorno obsesivo-compulsivo”, un psicoanalista recuerda que el concepto de neurosis obsesiva fue introducido y desarrollado por Sigmund Freud, y que “reconoce una singularidad ligada a cada sujeto”.
Por Daniel Waisbrot *
Han trascendido en algunos medios de comunicación masiva los “nuevos beneficios” de las cirugías para trastornos mentales que se vienen practicando en las facultades de medicina de las universidades de Harvard y Brown en Estados Unidos, fundamentalmente en aquellos pacientes que sufren de lo que denominan “desorden obsesivo-compulsivo” (OCD), que circula en nuestras tierras con la sigla TOC: trastorno obsesivo-compulsivo.
Se trata de ideas, pensamientos, actos inevitables y obsesiones recurrentes, que se presentan de pronto, a la manera de pensamientos intrusivos que el paciente no logra desalojar sin la realización de actos compulsivos y la instalación de ciertos rituales y ceremoniales para apaciguar la angustia que generan. Pueden ir desde un lavado compulsivo de manos cada determinada cantidad de tiempo, hasta la implementación de ciertas medidas “de seguridad” como abrir y cerrar las llaves de gas innumerables veces, hasta otras que escapan a toda lógica para el mismo sujeto, como abrir y cerrar varias veces la puerta del ascensor. Cada una de ellas está inserta en una lógica inconsciente que habrá que poner a trabajar, reconoce un sentido históricamente determinado y posee una singularidad ligada a cada sujeto.
El tema ha sido, en la obra de Freud y del psicoanálisis en general, objeto de profundo estudio y análisis y forma parte del trabajo cotidiano de los analistas: desde cierta sintomatología leve, que no afecta marcadamente la vida del sujeto, hasta situaciones de gran complejidad que perturban cada accionar. Se trata de uno de los capítulos de la psicopatología psicoanalítica mejor descriptos por Freud: la neurosis obsesiva. Freud produjo dos de sus historiales más extensos y mejor trabajados, “El Hombre de las Ratas” y “El Hombre de los Lobos”, alrededor de esa temática. Me atrevería a decir que no hay en la obra freudiana un análisis más brillante que el que hace sobre la neurosis obsesiva, donde pone a trabajar su descubrimiento una y otra vez.
Los psicoanalistas no hemos dicho lo suficiente frente al avance desenfrenado de la medicalización de la salud mental. Posiblemente confundidos por los ciertos beneficios que algún nivel farmacológico produjo en los análisis de las patologías más severas, hemos callado demasiado respecto del abuso de las prácticas producidas por el discurso médico-psiquiátrico.
En alguna oportunidad, a Freud –maestro en eso de pensar políticas para llevar adelante ideas– algunos discípulos le acercaron la idea de reemplazar el uso de la palabra “sexualidad” por alguna otra que dijera más o menos lo mismo pero no fuera tan revulsiva socialmente, como “erotismo”. Freud se negó de plano y pronunció una frase que se hizo luego conocida: “Uno empieza cediendo en las palabras y termina cediendo en la cosa misma”.
En el lugar en que los analistas hablaríamos de neurosis obsesiva, advino el “TOC”.
El discurso psiquiátrico instituye el TOC, lo impone. Y, ya que todo discurso produce sus prácticas concomitantes, el discurso del TOC se juntó con el de la farmacología y para muchos pasó a ser obvio que el tratamiento medicamentoso es recomendable para la neurosis obsesiva.
Así, en pleno avance, el discurso médico-psiquiátrico viene por más. Ahora viene por el cerebro. Basta de confrontar al obsesivo con su deseo, basta de indagar en su trama discursiva, en su erótica anal, en sus fuentes de sufrimiento, en sus represiones por formación reactiva, en sus anulaciones y aislamientos. Basta de escucharlo sufrir en sus devaneos obsesivos, basta de implicarse subjetivamente, de empatizar, de prestarse al juego transferencial, basta de interpretar, basta de intervenir; basta, incluso, de medicarlo. Ahora: cirugía. Y no sólo una, sino que describen tres tipos de cirugías posibles. Se trata de implantar sondas, ya sea cerca del tálamo o del cíngulo (un manojo de tejido conectivo); alguna alternativa incluye cables que se conectan a una batería implantada en el pecho.
Aclaran: sólo para aquellos casos en los cuales los otros tratamientos no hayan producido efecto. Así se empieza.
Y avanzan, dado que ya se está pensando, anuncian, que la cirugía cerebral es tratamiento viable para algunos trastornos severos de comportamiento y de ansiedad.
Se trata de una verdadera producción discursiva, con poder suficiente para implantar las prácticas que propone.
Los “TOC” son personas que consultan porque algo les fracasa en su posicionamiento subjetivo, o porque algo de su deseo está perdido en una maraña intersubjetiva que no saben cómo se ha construido ni qué participación tienen en eso que les pasa. Sufren, también, porque no logran entender y desarticular esa gama infinita de actos con contenido mágico, esas acciones religiosas que realizan que, no se les escapa, tienen una lógica que ellos desconocen. Consultan también porque están afectados no sólo en su cotidianidad sino en las posibilidades de sostener proyectos que los acerquen a la realización de sus propios ideales.
Entrampados en una serie inacabable de cavilaciones, bordean, sin poder entrar del todo ni salir del todo, los diferentes temas de sus vidas sin poder tomar decisiones en ningún sentido. Sufren porque no logran encontrar los modos en los cuales desplegar y realizar su sexualidad, sus relaciones de amor, sus intereses libidinales, sus ideales. Son mucho más que cerebro, neuronas, tejido conectivo.
Es difícil pensar que esto se resuelva quirúrgicamente, aunque la oferta resulte tentadora.
Tienta por la desimplicación subjetiva que supone, porque el trabajo de análisis implica interrogarse acerca del propio posicionamiento en el sostén de los malestares.
Por supuesto que no se trata de sostener un fanatismo a ultranza, que anule el necesario y saludable movimiento interdisciplinario, sino de sostener una ética que apunte a abrir espacios de escucha para el sufrimiento, sin acallarlo química o quirúrgicamente.
* Psicoanalista. Miembro titular y ex presidente de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo.
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