PSICOLOGíA › LAS REDES SOCIALES Y LA CONFESIóN
› Por Diana S. de Litvinoff *
Lo íntimo se caracteriza por ser un territorio propio escondido, entonces ¿es posible hablar de una “intimidad compartida”? ¿Qué sucede en las redes sociales donde el efecto parece ser la confesión de lo secreto? Es que las redes sociales son grupos y, como sucede con los grupos, se gesta una identidad propia, una dinámica que el integrante o en este caso el “conectado”, contribuye a crear a la vez que recibe sus efectos. El grupo es producto de los que lo componen pero el conjunto finalmente supera la suma de sus miembros, constituyendo un “cuerpo” específico; se genera una relación dialéctica entre el conjunto y sus miembros, con emergentes como líderes o chivos expiatorios que estimulan la depositación de diversos ideales.
Podríamos pensar que la posibilidad de exponer situaciones privadas en las redes sociales tendría su fundamento en la sensación de comunidad que brinda afectos, reconocimiento, sostén y muchas veces ideología. Es posible exhibirse en un grupo cuando éste se concibe como extensión de lo propio, como parte del propio sujeto. El ideal que unifica al grupo favorece la entrega. Es lo que propicia la terapia grupal y también permite las confesiones “en red”. En una terapia, cuando el paciente habla, su analista no es tomado como “otro sujeto”, sino como alguien que ocupa una posición convocante para la comunicación, alguien que sostiene un vacío en el que el paciente intentará ir respondiendo los enigmas que lo preocupan. ¿Por qué si no alguien “abriría su corazón” ante un extraño en una primera entrevista?
Hay quien expone su intimidad ante el psicoanalista, quien se expone ante el confesor o ante la pantalla. Siempre que exista la promesa de encontrar un sentido al sinsentido de la vida, especialmente al sufrimiento. Cuando algún medio de comunicación tiene la habilidad de crear el campo propiciatorio, la persona se volcará tendiendo a rellenarlo con su subjetividad, con un mayor o menor grado de autenticidad de acuerdo con la ocasión, las motivaciones del sujeto o las características de la red social.
Muchas redes sociales, blogs o salas de chat basan su popularidad en ofrecer ese espacio donde el sujeto pueda desplegar sus fantasías personales; un muro sobre el cual colgar sus fotos o ideas. La pantalla, sobre la cual se podrá proyectar la propia historia, real y fantaseada, es lo virtual para llenar de palabras e imágenes multicolores, donde lo que se exponga parecerá maravilloso. Es lo que llama, como canto de sirenas, a exhibir lo propio o a intentar algo imaginado que parezca real. Igualmente el sujeto mantiene siempre un grado de reserva sobre sus goces privados y la mayoría de las veces suele ostentar una fachada, ideal o banal, de la imagen que quiere ofrecer. Como diría Freud, “no todo gusta de mostrarse”.
* Miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
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