Jue 18.12.2003

PSICOLOGíA  › TEXTO COMPLETO DE LA OBRA DE TATO
PAVLOVSKY “ANALISIS EN PARIS. CONFESIONES DE UN ANALIZADO”

“¿Alguna vez le han dado un beso negro en París?”

Eduardo “Tato” Pavlovsky, junto con otros 27 autores, fue convocado por el director francés Michel Didym para escribir, como dramaturgos, una sesión de psicoanálisis de no más de ocho minutos. La obra, traducida al francés, fue representada en París. Su texto acaba de publicarse en México, y Página/12 lo da a conocer en la Argentina en versión completa.

Por Eduardo Pavlovsky

Analizado: Doctor, usted no tiene idea de lo que significa para mí estar cerca suyo... (Pausa.) Nada me hace más feliz que estar acá con usted. (Pausa.) Para los argentinos, analizarse en París es como un diploma. Estoy asociando que tenía una tía que le decíamos Diplo –una hermana de mamá. Del significante diploma asocio Diplo y emerge la imagen de mi tía. Era una mujer muy reservada –de la provincia de Mendoza. Era tan reservada, que cuando su segundo marido falleció... ella no dijo nada y los vecinos se enteraron por el mal olor del cadáver a los tres días. Lo encontraron junto a ella en la cama. Ay, por Dios, qué triste es el tema de la muerte... Cuando venía en el avión pensaba que podía hacer dos sesiones por día, una a la mañana y otra a la tarde.
Voz del analista: Hummm.
Analizado: ¿Me está diciendo algo o es un gesto onomatopéyico? Mi padre también era de pocas palabras. Tenía lenguaje de acción, cuando yo lo cansaba me pegaba trompadas en la cabeza. A mí me dolían mucho... pero nunca me quejaba –siempre los grandes dolores de mi vida me han hecho fuerte. Creo que eso lo leí en Séneca –tomar las adversidades como un entrenamiento para la entereza. Nietzsche decía lo mismo en relación con sus dolores de cabeza (Pausa.)
No sé si le aburro. Nosotros en Buenos Aires somos como tres mil analistas que seguimos las teorías francesas –yo pertenezco a uno de esos movimientos. Creo que somos muchos más los argentinos que siguen las ideas de Lacan que ustedes aquí en París. Je je.
Voz del analista: Humm, humm.
Analizado: Dos gestos onomatopéyicos hizo recién –primero dijo humm– ahora agrega dos humm seguidos.
Asocio que los dos pueden ser una pareja –papá y mamá– (Pausa.) o simplemente significantes con poco nivel representativo... ¿o están por fuera de la representación?
Recién tuve miedo de que tomara la supremacía numérica de los argentinos afrancesados –digo, me expresé mal, de los argentinos lacanianos sobre la de ustedes. En verdad somos muchísimos, pero no lo digo en forma competitiva, sino como una información para pensar. Usted piensa que todo este aparato del psicoanálisis se terminó o hay alguna esperanza. Porque realmente gastar tanta plata si esto se terminó es lamentable. Nosotros somos muy europeos. (Pausa.)
Voz del analista: Eh, eh.
Analizado: Aunque últimamente con la miseria que existe nos avivamos que somos latinoamericanos, ¡muertos de hambre! La puta que lo parió –a todos los franceses juntos. Estoy sintiendo una rabia que me invade y me dan ganas de decirle que nosotros ganamos dos campeonatos del mundo de fútbol y ustedes uno solo –y el día que le ganaron a Brasil, Ronaldo tuvo una convulsión después de comer. Seguro que le pusieron algo en la comida. Antes que tengan otro jugador como Maradona, va a tener que nacer otro Lacan. Pobres de ellos.
No se las crean que la pelotita todavía la tenemos nosotros, no estoy negando ni la falta, ni la castración, ni la forclusión, eso todavía es de ustedes.
Pero tiempo al tiempo... (Pausa.)
Mi erotismo anal creció mucho la primera vez que vine a Francia y una prostituta me dio un beso negro –beso noir. Casi me muero. ¿A usted alguna vez le dieron un beso negro? ¡Es impresionante! Yo nunca gocé tanto en mi vida. ¡Qué importante es Lacan! ¡Es que las francesas son tan putas! (Pausa.) No lo digo por su madre. Me dijo “Pibe, abrite las nalgas con las dos manos”. Se parecía a una hermana mía, Margotte –una vez entré al cuarto y la vi cogiendo con el novio, qué polvo se echaban y me vieron y siguieron hasta el final.
Yo me tuve que masturbar. ¿Aquí cómo le dicen al polvo?
Voz del analista: Hem, hem.
Analizado: Me parece que para ser la primera sesión es un poco chancha –quiero decir, me siento procaz, obsceno... perverso– polimorfo –con fracturas en la fase del espejo –o en el pene– o en el falo ¡qué sé yo!
A mi primer analista no le parecía bien que mi mujer me excitara con sus dedos el ano cuando copulábamos. Me decía que expresaban mis fantasías de penetración que yo deseaba que me hiciera él.
Ese tipo de interpretación fue lo que me llevó a Lacan –que jamás diría semejante estupidez.
¿Usted leyó el libro Goza tus síntomas. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchock? Es de un tal Zizek, el mismo nombre del wing derecho húngaro del famoso equipo de 1954 en el mundial del fútbol. (Silencio largo.)
Mi impresión es que no leyó el libro... y que no sabe nada de fútbol...
Si no fuera por los argentinos, me parece que ustedes se mueren de hambre. Por eso aprendieron el castellano rápido. Flor de negocio hacen con nosotros. ¡Franceses chupasangre!
Tengo miedo. Para esta primera sesión es demasiado.
Es el conflicto entre la necesidad emotiva de la creencia y la imposibilidad intelectual de creer.
Una cosa difícil de definir –salvo como una náusea física de la vida. Este es mi devenir filosófico.
Tendría tanto para contarle, tanto para abrumarlo, doctor, profesor o como sea, lo amo. (Pausa.)
Recuerdo que mi mujer siempre me reprochaba que nunca le decía “te amo”, pero yo le respondía que era muy difícil para mí decir esas dos palabras.
Tengo que cruzar el Atlántico para descubrir aquí con usted y en París... que puedo pronunciar esas palabras.
Todo empezó cuando conocí a mi mujer –todavía le digo mi mujer a pesar de que hace veinte años que estamos separados. Pero lo que pasa es que nunca más me volví a casar –ni siquiera a enamorarme de otra mujer. Sí, no le miento. Nunca más.
Podría decir hoy aquí... fue la única mujer que quise en mi vida –mi verdadero amor... en mi casamiento. Sí, todo empezó en el casamiento. En el casamiento. ¿Qué pasa? ¿Por qué se incorpora? (Pausa.) ¡Ya terminó la sesión! ¡Sólo cinco minutos! ¡No puede ser! Doscientos euros por sólo cinco minutos. ¡Es un afano! ¿Me da la mano para despedirme? –Bueno– está bien –se cortó la cadena de significantes –¡qué mala leche! –Tome los doscientos –Vuelvo a la tarde.
Voz del analista: Casa-miento, casa-miento, casa-miento.
Analizado: ¿Cómo dice?
Voz del analista: Casa/miento, casa/miento.
Analizado: Ahí casa/miento (Pausa.) casa/miento –casa/miento– casa/miento –casa/miento –miento miento casa-miento (Se va yendo, se pueden oír sus pasos mientras sus palabras se escuchan levemente.)

La obra Análisis en París. Confesiones de un analizado está incluida en el libro El diván. 25 autoconfesiones (Ediciones El Milagro, México).

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