PSICOLOGíA
› UNA INVESTIGACION SOBRE LA
EXISTENCIA DE PREJUICIOS TEORICOS EN PSICOANALISTAS
“Con todo lo que le pasó, el pronóstico no es bueno”
Una investigación –premiada por la Asociación Psicoanalítica Internacional– muestra la dificultad de algunos terapeutas para reconocer en los pacientes, no sólo síntomas y fijaciones, sino también la “resiliencia”, es decir “la capacidad de enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por la adversidad”.
Por Rubén Zukerfeld* y Raquel Zonis Zukerfeld**
En la última década se han incrementado trabajos sobre la condición de resiliencia, definida como la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad. Se trata de una noción que fue descripta inicialmente en niños que han tenido buenos desarrollos adaptativos pese a condiciones de contexto muy adversas que predecían lo contrario. Posteriormente se extiende a sujetos de cualquier edad en distintas condiciones contextuales e inclusive hoy en día se estudia la noción en el ámbito biológico, familiar, educativo y social.
Realizamos una investigación en una muestra de 76 psicoanalistas argentinos para estudiar sus hipótesis y actitudes en relación con la evolución del caso “Billy”, un caso clínico estudiado y seguido durante muchos años por H. Stein, P. Fonagy, K.S. Ferguson y M. Wisman (“Lives Through Time: An Ideographic Approach to the Study of Resilience”, Bulletin of the Menninger Clinic, 2000, 64[2], 281-305). Este caso describe la historia de un niño con déficit madurativos y padres alcohólicos con una historia plena de violencia, abuso físico y emocional e internaciones, al cual los terapeutas e investigadores que lo entrevistaron le predecían un desarrollo esquizofrénico en la adolescencia. Sin embargo después de un accidente grave pasa a vivir dos años con una familia sustituta y mejora notablemente en distintas áreas de su vida siendo considerado un típico caso de resiliencia.
El procedimiento destinado a investigar actitudes de los psicoanalistas fue desarrollado en el marco de dos workshops sobre el tema “vulnerabilidad y resiliencia”, realizado en el marco de unas jornadas de la Red Psicoterapéutica de Rosario y del Instituto Psicosomático de Buenos Aires, durante los cuales los participantes, después de escuchar la historia infantil y puberal de Billy, tenían que desarrollar hipótesis sobre su evolución posterior. En un segundo momento se leía la historia real descripta por los investigadores y se discutía sobre los errores cometidos por los participantes y su probable origen. Los colegas que participaron debían llenar un cuestionario luego de escuchar la primera parte del caso con preguntas cerradas y abiertas sobre como imaginaban la evolución familiar, social, laboral y el pronóstico psicopatológico de Billy después de los 16 años. Para estudiar sus respuestas se subdividió a los participantes por antigüedad en la profesión (senior-junior), por especialidad (niños y adolescentes-adultos), por autodefinición de la identidad profesional (psicoanalistas-psicoterapeutas) y por referente teórico (valoración o no de los vínculos secundarios), y se aplicaron los procedimientos estadísticos correspondientes.
Los resultados mostraron la existencia de un escaso porcentaje de aciertos (27 por ciento) en la valoración de la evolución familiar del paciente y en el pronóstico psicopatológico, con un predominio de pesimismo (solo 19 por ciento de la muestra expresó esperanza de mejoría) para las demás áreas estudiadas. Los analistas senior, los analistas de niños y adolescentes, los autodefinidos como “psicoterapeutas” y los que tuvieron en cuenta en su referencia teórica el valor del vínculo tardío, fueron los que tuvieron la actitud más esperanzada y mayor cantidad de aciertos, comparados respectivamente con los junior, analistas de adultos, los autodefinidos como “psicoanalistas” y los que no pensaron teóricamente en el valor de los nuevos vínculos.
Esta investigación empírico-sistemática no fue exactamente sobre la resiliencia, sino sobre la actitud de los psicoanalistas con relación a una evolución resiliente. Es importante tener en cuenta que esta investigación se realizó durante el desarrollo de dos workshops sobre esta temática, de modo que la muestra se autoseleccionó por interés en el tema. El mayor obstáculo que surgió durante la administración de los cuestionarios fue la sensación de los colegas de sentirse evaluados, y fue necesario explicarles que la actividad consistía en compartir una experiencia de lectura y elaboración de hipótesis para pensar cómo se construye un modelo de paciente, a partir de algunos datos de la historia, en relación a ciertos esquemas teóricos previos, y cómo ese modelo incide en el trabajo y en la actitud esperanzada o no que se despliega con él. En realidad, una suerte de “trabajo práctico” a partir de desarrollos teóricos previamente escuchados.
Mostrar que los mismos profesionales que habían asistido a Billy habían pronosticado evoluciones psicopatológicas graves (esquizofrenia en la adolescencia) en principio tranquilizó a los colegas. Fue entonces interesante observar que la muestra participaba en un congreso donde se abordaba el tema de la resiliencia; sin embargo, la noción es mencionada teóricamente pero en el momento de realizar las hipótesis no se la tuvo en cuenta. La fuerza de lo patológico o traumático es tan determinante que, aunque se haya hablado sobre los potenciales de salud o de recuperación, existe cierta inercia que tiende a establecer de modo inexorable un futuro patológico cuando existió un pasado patológico. En este sentido un colega senior, Mauricio Chevnik, hablando de esta cuestión y comparándola con los abusos sufridos por Billy, comentó: “Somos abusados por nuestras propias teorías”.
En términos generales, los colegas que acertaron en sus pronósticos demuestran ser menos prejuiciosos y más esperanzados. Es decir, los que tuvieron mejor percepción del caso son los que confían en que nuevas condiciones ayudan a desarrollar potenciales de salud. Estas nuevas condiciones pueden darse dentro de un tratamiento psicoanalítico y también fuera de él en diversos dispositivos, varios de los cuales se asocian con nuevas prácticas sociales.
Un dato auspicioso de esta muestra es que los analistas senior pueden transmitir una experiencia clínica real y no quedar sometidos a ciertos preceptos teóricos. Otro dato auspicioso es que la experiencia con niños y adolescentes parece desarrollar la creatividad y en ese sentido la formación del analista en esas áreas parece muy importante para su formación.
Pero también se detectan obstáculos en la actitud psicoanalítica. Uno de ellos parece ser el de la identidad o filiación: es llamativo cómo definirse como “psicoterapeuta” favorece cierta libertad y amplitud de criterio que resulta más limitada en el caso de los que se autodefinen como “psicoanalistas”. El segundo problema es cómo en la formación –en especial en el caso de los más jóvenes– no se jerarquiza la posibilidad de que nuevos vínculos implique cambios significativos en la historia de un sujeto. En términos generales los errores y la actitud pesimista se pueden atribuir a prejuicios deterministas en la formación psicoanalítica, que se encuentra sesgada hacia lo patológico y que a veces tiende más a fortalecer una identidad o filiación que a desarrollar el pensamiento crítico.
Autoprofecías
¿Está todo determinado por los vínculos primarios y nada nuevo puede modificar profundamente la vida de un sujeto? El psicoanálisis nace a partir del descubrimiento freudiano de las determinaciones inconscientes de la conducta humana y de la jerarquización del vínculo temprano en la explicación de la psicopatología. Pero es importante recordar que una de las definiciones de prejuicio es la de “idea rutinaria” y el poder de éstas podría construir en la mente del analista concepciones que valoren ciertos aspectos de la historia y personalidad de un paciente y desestimenotros. A veces esto ha influido para sostener una actitud pesimista sobre la posibilidad de cambio a partir de vínculos y situaciones actuales de un paciente entendido como grave. Esta actitud puede inclusive crear autoprofecías en el desarrollo de un proceso terapéutico y finalmente disminuir la eficacia de la psicoterapia psicoanalítica.
¿Tiene el psicoanalista esperanza de que un paciente pueda cambiar realmente después de haber realizado una serie de entrevistas y enterarse de una larga historia de carencias y sucesos traumáticos? Aun cuando se confíe en el instrumento psicoanalítico, ¿cuánto está influida la actitud del psicoanalista después de conocer historias donde distintas concepciones teóricas pronostican evoluciones psicopatológicas severas? ¿Y cuánto está dominada por una formación que puede inducir a pensar que todo es repetición, que no surgirá “nada nuevo bajo el sol”?
Adquiere entonces importancia conocer si el analista no queda atrapado –inclusive sin saberlo– en un determinismo riesgoso, es decir si cuenta o no con la posibilidad de que la evolución de su paciente incluya lo nuevo y no sólo la repetición de un destino prefijado.
* Miembro de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis (SAP) y de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
** Miembro del Instituto Psicosomático de Buenos Aires. El texto es una síntesis de un trabajo que obtuvo el Psychoanalytic Research Award instituido por la Asociación Psicoanalítica Internacional en el marco del 43º Congreso Internacional de Psicoanálisis IPA realizado en Nueva Orleans, EE.UU., del 10 al 14 de marzo de 2004.
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